La mayoría de las personas que visitan Urueña suele interesarse por su pasado, particularmente por la antigüedad de sus murallas, la historia de sus monumentos o los sucesos más notables aquí acontecidos. Si bien es cierto que parece confirmada la existencia de algún núcleo de población en época romana, fuese en el emplazamiento actual de la Villa o en sus alrededores, también lo es que la época a partir de la cual se cuenta con documentación que acredite el pasado de Urueña es la Edad Media. Desde la era romana hasta la invasión de los árabes se suceden unos siglos oscuros en los que existe poca documentación. De las excavaciones arqueológicas puede deducirse, sin embargo, que en la zona denominada Los Pedregales existió una iglesia, mencionada en documentos antiguos como ermita de Santiago, ya que estaba situada junto al camino que venía desde el monasterio de la Santa Espina a enlazar con la vía Zamorana o Zambrana hacia Santiago de Compostela. De esa iglesia, con planta de tipo visigótico, se extrajeron restos que se conservan en el Museo Provincial de Valladolid y en el Ayuntamiento de Urueña (pila bautismal).
Entender correctamente la Edad Media, con la nobleza, el clero y el pueblo como base social y cultural, es comprender una de las etapas más fructíferas para la comarca en la que Urueña se asienta. Hasta cuatro recintos monásticos se llegaron a construir en la zona, buscando habitualmente sus fundadores el agua, la espesura y la madera, el emplazamiento recóndito o fortificado y sobre todo el lugar adecuado para huir espiritualmente del mundo aun continuando físicamente en él. Así, se fueron edificando sucesivamente cenobios y monasterios que llegaron en mejor o peor estado hasta nuestros días, siendo alguno de ellos reconstruido o rectificado en los siglos intermedios, particularmente el de San Pedro y San Pablo de Cubillas, cuya iglesia, joya del arte románico, está actualmente dedicada a Nuestra Señora de la Anunciada, patrona de la Villa.
A mediados del siglo X el mozárabe Ebrahem era el propietario de la “Villa de Albine” (territorio que después se conocería como Villalbín, en el término de Urueña) y estaba casado con la noble leonesa Egilo. Este matrimonio, probablemente entroncado con la familia de los Eriz mantuvo hasta su muerte Villa Albín en su patrimonio. Poco después, la familia trocó las propiedades a Fernando I por Almaraz y Villasabariego. El rey, finalmente, dividiría la propiedad en dos partes: Doña Elvira recibiría en herencia la mitad de Villa Albín, que dejaría al morir en su testamento a San Isidoro de León, mientras que Doña Urraca, hermana de Doña Elvira y señora de Zamora, donaría su mitad de Villa Albín a la diócesis de Santiago de Compostela en 1087 a fin de que se construyera en ese terreno un monasterio dedicado a San Nicolás "para gloria de Dios y del santo apóstol Santiago". El documento de donación ya se publicó en Parpalacio. Sabemos que a la infanta la veneración al apóstol le venía de tradición familiar: Fernando I, continuando la labor de su padre, Sancho el Mayor, mandó edificar y restaurar puentes que facilitasen el acceso a Compostela de los peregrinos. A partir del siglo XI, por tanto, la relación de Urueña con Santiago de Compostela y su diócesis va a ser intensa ya que una sobrina de Urraca del mismo nombre, hija de Alfonso VI, fue reina de León, Castilla y Galicia con el nombre de Urraca I, y su propia hija Doña Sancha, hermana del emperador Alfonso VII y benefactora de los monasterios de la Santa Espina y de San Pedro y San Pablo de Cubillas, fue sin duda impulsora de la devoción del primer Maestre de Santiago don Pedro Fernández. De hecho hay numerosos topónimos en Urueña que hacen referencia a Santiago y que se localizan en el camino que une el monasterio de la Santa Espina con el antiguo puente de la Zamorana que llevaba a Compostela por la ruta de Zamora o Zambrana: la ermita de Santiago, el pago de Santiago, el camino que va de Santiago a la pila de Carrevalderas, la calleja de Santiago, las eras de Santiago, la carretera de Santiago, etc.
Las idas y venidas al castillo de Urueña de María de Padilla, amante de don Pedro I, y las visitas de éste en 1354, bien podrían haber estado relacionadas con la preparación de lo que sucedería pocos años más tarde: la muerte del Maestre de Santiago, don Fadrique Alfonso, por orden del rey y su sustitución por Juan Padilla, hermano de María. Un romance, utilizado por la tradición como canto de aguinaldo, recuerda los hechos, con la terrible descripción de la entrega de la cabeza del Maestre a la amante del rey.
Los franciscanos que van a ocupar el convento de Villalbín en el siglo XVI proceden de la provincia franciscana de Santiago (que abarcaba León, Zamora, Pontevedra, La Coruña, Lugo, Orense, Palencia, Asturias y Salamanca). La vinculación de Urueña y Villalbín con Santiago de Compostela estaría avalada, por tanto, no sólo por ser un mero lugar de paso en dicho camino sino por ser un importante enclave de la diócesis gallega en Castilla y por haber seguido siéndolo gracias a la labor de los franciscanos procedentes de la provincia de Santiago.
Cuando Ambrosio de Morales regresa de su famoso viaje a Galicia -a Santiago de Compostela en concreto-, en el que va haciendo inventario, por orden del rey Felipe II, de conventos y monasterios que contienen reliquias, llega a la Santa Espina desde el monasterio de Moreruela. Curiosamente su siguiente destino, antes de visitar los monasterios de San Mancio y de Matallana, es Urueña, a donde llega siguiendo el camino de Carrelaespina hasta su cruce con la carretera de los caballos y el camino de Villagarcía. Una vez en Urueña, describe el monasterio benedictino del Bueso atribuyendo su fundación al caballero de los romances que allí estaba enterrado en una sencilla tumba. Esta visita a la abadía del Bueso se debió probablemente a que era la única que mantenía hospedería en esa fecha.
Ya en 1703, Felipe V concede el título de Conde de Isla a Juan Manuel de Isla y Borja, que había sido armado caballero de Santiago en 1674. También su hijo, Bernardo Manuel de Isla, fue caballero de Santiago y decano de la Orden. Una hija del primer matrimonio de éste, Antonia de Isla y Monroy, casó con Pedro Represa, quien adquiriría el edificio que hoy alberga la Fundación. Todos ellos estarían emparentados con los obispos Antonio de Isla y Alonso de Mena y Borja, ambos nacidos en Urueña y benefactores de la Villa, ya que el primero fue quien mandó restaurar la iglesia de San Pedro de Cubillas dedicándola a la Virgen de la Anunciada y el segundo el que mandó construir la casona, hoy llamada de la Mayorazga, sede de esta Fundación.
Por último, en 1789, por orden del Supremo Consejo, se comisiona al Conde de Isla para que suprima en Urueña las cofradías de la Asunción, la Anunciada, San Blas, San Miguel, La Cruz, Minerva y Candelas, y queden solamente las del Sacramento, Rosario y Ánimas (y estas dos últimas, unidas). Se faculta entonces a Alonso Pérez Rodríguez y Minayo, también caballero del hábito de Santiago, para que entregue la cera de las cofradías extinguidas a las que van a subsistir, así como para que deposite en el Ayuntamiento los libros de cuentas, estatutos y ordenanzas de dichas cofradías.
Museo de La Casona
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Museo de Campanas
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El día 17 de octubre tuvo lugar la reunión del Grupo de Urueña sobre el paisaje, con la presencia de casi 70 personas y bajo el título genérico de "Construcción y deconstrucción del paisaje". Hubo 5 intervenciones de diferentes profesionales y se acordó la creación de una página titulada "Observatorio del paisaje y la arquitectura popular", administrada conjuntamente por la Fundación y por Tf media, desde la cual debatir acerca de la problemática diversa que el respeto y el conocimiento del paisaje puede plantear en estos momentos a personas y municipios. En concreto, algunos de los efectos de esta reunión se dejaron notar rápidamente: se acordó ayudar al Ayuntamiento de Urueña a que presente una candidatura a los premios de protección del paisaje que convoca el Consejo de Europa para 2017, se ofrecieron soluciones a unas posibles sendas que puedan plantearse como alternativa turística desde el Ayuntamiento (senda de construcciones populares -chozos, pozo de nieve, palomares- y senda del camino de Santiago) y finalmente se convocó un simposio en el mismo lugar, es decir en la Bodega Heredad de Urueña- para los días 8, 9 y 10 de abril de 2016.
+ info...El martes día 10 de noviembre la Fundación recibió la visita de la Unidad de Música de la Guardia Real, con su Director, Coronel Enrique Damián Blasco. Los casi cien integrantes de la expedición escucharon las explicaciones sobre el Museo y las secciones de la Fundación y recibieron el regalo del CD "Instrumentos mecánicos" en el que se puede escuchar la grabación de un disco de Aristón con la "Marcha Real".
+ info...Con la finalidad concreta de crear un portal único sobre pliegos de cordel españoles, se reunieron en Urueña los días 14 y 15 de noviembre representantes de colecciones privadas y públicas -instituciones y universidades europeas-. La reunión, convocada desde la Fundación y patrocinada por la SGAE y la Fundación SGAE, se celebró en el centro E-Lea.
+ info...Con motivo de una visita a la muestra que Cruz Novillo ofreció en la sala de exposiciones Di-Lab, algunos académicos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando visitaron la Fundación.
Un grupo de músicos -autores e intérpretes- tuvo hace casi un año la idea de reunir a compositores jóvenes y a intérpretes de instrumentos tradicionales en una convocatoria conjunta para analizar el estado actual de la cuestión. Inmediatamente contaron con la colaboración del Ayuntamiento de Olmedo y de la Asociación Musical Villa de Olmedo para acoger a los interesados en el Centro de Artes escénicas San Pedro, los días 11 y 12 de diciembre. El director de la Fundación fue el encargado de prologar el concierto con el que se cerraron dos días de intensa e interesante actividad, con talleres y exposiciones. Este fue el texto de su intervención:
"El año pasado por estas fechas celebré junto a muchos amigos los cincuenta años de profesión dedicada a la música. El haber dedicado cinco décadas a trabajar a favor de la cultura tradicional no es ningún mérito; es sólo cuestión de tiempo y de constancia. Sin embargo, si tuviese que destacar algo de la actividad de todos estos años, me quedaría con un detalle básico: hoy me sigue pareciendo igual de importante que hace cincuenta años el hecho de servir de intermediario entre un pasado cultural importantísimo y las nuevas generaciones que, por muy modernas que se consideren, no deben desconocer ni desaprovechar lo esencial de aquel pasado.
Alguna vez me preguntan que si ha cambiado, a mejor o a peor, el mundo de la tradición. Suelo contestar que hace cincuenta años era inevitable chocarse con el concepto de purismo y yo me veía frecuentemente, muy a mi pesar, nadando entre dos aguas; las de quienes me consideraban un purista sólo por ponerme del lado de la tradición frente a la nada y las de quienes me veían como un traidor por no cantar con voz cascada y salir vestido con traje regional a los escenarios. Sin embargo yo siempre entendí la tradición desde otros parámetros; quería llamar la atención a los jóvenes de mi época sobre un caudal riquísimo que estábamos malgastando gratuitamente; mejor dicho: ni siquiera lo malgastábamos porque no lo conocíamos. Nos habían engañado con un oropel pero nadie nos había hablado de la verdadera cámara del tesoro y desconocíamos su existencia y su verdadero valor. Muchas veces me parecía asomarme al interior de esa cámara por el tragaluz de la emoción cuando, escuchando cantar o explicar a esos depositarios de la tradición, a esas personas mayores con quienes me entretenía conversando un día y otro, se me hacía un nudo inexplicable en la garganta y tenía que mirar insistentemente si se me había terminado la cinta para disimular mis ojos húmedos. Eso no se podía imitar tampoco.
Pero lo que había y se podía estudiar e imitar era el estilo. Y comencé a hacerlo. Empecé a componer música dentro de ese estilo y pronto comprobé que, a pesar de que no firmaba esa música y la dejaba como anónima, a la gente le gustaba tanto como la que se consideraba tradicional.
Sin embargo todo músico debe firmar sus obras, sobre todo si pretende ser un creador y producir obras con un resultado artístico. En ese sentido mi aportación ha seguido la línea de los músicos que siempre transmitieron la tradición: he tratado de comunicar un repertorio antiguo con un lenguaje personal en el que el estudio y el conocimiento de las formas antiguas sirviera de base para desarrollar algunos matices propios. A la comunicación abstracta se opone el acto concreto de conocer y sentir dentro de una experiencia vital que aporta, como en el caso del amor, frescura y pasión al acto poético o musical. Porque, como diría Zumthor, la actuación del intérprete compromete a toda su persona: “el conocimiento, la inteligencia, la sensibilidad, los nervios, los músculos, la respiración, un talento para reelaborar en un tiempo muy breve…”. No hablamos ya, por tanto, de juglares anónimos o de trovadores enamorados, sino de “personas”, que traducen un compromiso –el de comunicar sabiduría- a través de su voz y de su música, que envuelve al oyente y le eleva por encima de la realidad, destacando al mismo tiempo su pertenencia a una tierra y a una cultura y subrayando con trazos indelebles el valor mítico de la memoria. Personas preparadas, especializadas en un acto de comunicación, de interpretación, que consiste en recibir y dar en constante alternancia.
Interpretar es, precisamente, plasmar la expresión poética y musical en una representación única e irrepetible que exterioriza esa idea y le añade gestos y detalles. En la música tradicional, esa exteriorización sigue el siguiente proceso: se parte de una mentalidad, esa mentalidad se transforma en expresiones susceptibles de ser trasmitidas y todo ello se expone finalmente ante un público. Hay en ese proceso seis factores fundamentales: un comunicante -es decir, alguien que quiere decir algo-, un oyente, un código, un mensaje, un contexto o referente y una conexión psicológica entre comunicante y oyente. En toda esa evolución se utilizan marcos adecuados para la correcta comprensión del nuevo mensaje que se quiere transmitir, pero también se concede gran importancia a una imprescindible fidelidad a la tradición que se manifiesta en la elección de determinadas fórmulas de un lenguaje antiguo constitutivas de un código especial, conocido por los que escuchan. Sobre la base de ese código antiguo está construida una parte del repertorio que cada generación reconoce como propio y que le es familiar. La experiencia del musicólogo rumano Constantin Brailoiou en su trabajo de campo fue determinante en este aspecto. Brailoiou recogía en cada pueblo por separado a intérpretes de cada una de las cuatro generaciones que constituían un grupo de población: niños, mozos, adultos y ancianos. Un tanto por ciento de canciones representaba el núcleo de temas que cada generación aportaba al repertorio común identitario y otro tanto por ciento estaba constituido por aquellos temas que todas las generaciones conocían y aceptaban como “propios” de la comunidad, o sea de todos. El equilibrio entre estos dos repertorios constituía la clave correcta para la conservación y evolución de la cultura común.
Cuando hablamos de la capacidad de algunos intérpretes, especialistas en música tradicional, de su facilidad para convencer, de su facultad de conectar con un auditorio, estamos hablando de una actividad específica -la de usar la música para comunicar convincentemente- actividad tan importante como la de crear, aunque rara vez se describan sus cualidades o se mencionen los secretos que esa actividad encierra.
Para triunfar en ese oficio es tan determinante sentir como comunicar bien lo que se siente y no es ocioso saber que esa comunicación llega a ser tan personal que, en muchos casos, caracteriza y perpetúa el estilo del intérprete y de otros que le imitarán. Todavía hoy se puede leer en la poesía de los trovadores la expresión “esto se toca o se canta al son de…”, costumbre que ha perdurado hasta nuestros días en los que aún se recuerda a determinados artistas e intérpretes que dejaron sus nombres ligados a fórmulas interpretativas.
Ayer recibí la visita en Urueña de un grupo de músicos iraníes. Los músicos estamos condenados a entendernos. De hecho, no es casualidad que usemos para la música un tipo de grafía casi universal, si exceptuamos, claro está, la costumbre de aquellos pueblos que, todavía hoy, transmiten la música de viva voz sin recurrir a la notación. A los sistemas alfabético y neumático que nos recuerda la historia se impuso definitivamente esa notación pautada cuyas normas permiten reproducir con bastante fidelidad la expresión del autor o la intención del transcriptor de un tema tradicional. Sin embargo, hay cuestiones de fondo en las que todavía no existe acuerdo –y sinceramente espero que no lo haya en beneficio de la diversidad y riqueza de la cultura-. No todas las lenguas coinciden, por ejemplo, en la denominación de la actividad musical; un término que corresponda al concepto que nosotros damos a la palabra música falta en muchas lenguas y dialectos del mundo, donde la producción musical está dividida en varias categorías que podríamos comparar con lo que nosotros denominamos poesía, melodía y danza.
Pues bien, al estudio de unas leyes generales que permitan conocer mejor los procesos creativos y su normativa, contribuyen sin duda reuniones como la convocada este año en Olmedo, que ha servido para poder contrastar opiniones de intérpretes, de compositores, de historiadores de la música, de etnomusicólogos y de aficionados a la cultura tradicional que habrán podido comprobar que, en el fondo, tampoco estamos tan lejos del concepto global con que se conoce a la música en otras latitudes, y que reúne en una sola idea aquello que nos mueve por dentro y por fuera. Es decir la poesía, el sonido y la danza.
Lo que nos ha reunido en Olmedo estos días es, y se refleja en el título de la convocatoria, conseguir que los antiguos instrumentos canten con voz propia y novedosa; que la música nueva suene en instrumentos antiguos. El experimento no es inédito aunque a día de hoy es sorprendentemente inusual. Hay que agradecer vivamente a quienes lo han conseguido y también a quienes han hecho posible que la voz de la tradición tenga un eco actual".
El fin de semana del 10 de diciembre Olmedo recuperó la dulzaina y el tamboril en cursos, concierto y exposición.
Joaquín Díaz habla de ello en el video incluido en esta página de Facebook.
La Fundación ha contribuido a la exposición "Matafuegos" -una historia del cuerpo de bomberos de Valladolid a través de 96 piezas y documentos- con una campana con melena, recordando el uso de las campanas parroquiales para el aviso de los incendios en la ciudad. La exposición estará abierta hasta el día 31 de agosto de 2016.
Patrocinado por Caixabank y organizado por la Dirección General de Instituciones Culturales, la exposición sobre cuentística europea en colecciones de estampas alemanas, francesas y españolas -de la colección Martínez-Leis- recorrerá la comunidad de Castilla y León a través de diferentes salas de exposiciones.
En la sala de exposiciones de la Casa Revilla y patrocinada por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid, se abrirá una exposición titulada "Las Historias de la Historia", en la que, a través de impresos (Pliegos, Aleluyas, Abanicos, Estampas y juegos, Recortables -soldados, teatro, personajes-, Almanaques y calendarios y Grabados) se hará una reflexión sobre lo popular y la historia.
Los antiguos, al tratar de justificar con historias sus remotos orígenes -fuesen o no legendarios-, se encontraron con un problema que trataron de resolver creando distintas categorías en las que pudiese caber la realidad y la fantasía. Aristóteles en su Poética (IX) escribía: La distinción entre el historiador y el poeta no consiste en que uno escriba en prosa y el otro en verso; se podrá trasladar al verso la obra de Herodoto y seguiría siendo una clase de historia. La diferencia estriba en que uno relata lo que ha sucedido, y el otro lo que podría haber acontecido. De aquí que la poesía sea más filosófica y de mayor dignidad que la historia, puesto que sus afirmaciones son más bien universales, mientras que las de la historia son particulares.
Los romanos solucionaron el dilema con una dosis de la propia medicina: Quod gratis asseritur, gratis negatur, decía el proverbio latino (o sea lo que se afirma sin pruebas se puede negar sin pruebas). Siglos más tarde, San Isidoro, completando la idea de Aristóteles, hablaba de tres tipos de categorías para definir lo relatado: historiae -o sea los hechos que realmente sucedieron-, argumenta -es decir lo que podría haber pasado pero no pasó- y fabulae -o lo que es lo mismo, lo que nunca pasó ni pudo haber pasado-. Inventos y falacias, fábulas y hechos históricos fueron creando de esta forma -con la autocomplacencia y la consentida mistificación de escritores e historiadores- unos arquetipos que se difundieron a través de los medios más eficaces, entre los que estaban, cómo no, los impresos populares y la tradición oral porque la lengua, la literatura y la poesía son, en cualquier época, el mejor vehículo para entrar en la particular casa del espíritu y convencer a través de la palabra.
En cualquier caso, parece que la "invención" de las naciones y la consecuente aparición del nacionalismo iba a exigir a sus promotores algunas pruebas que justificasen el origen de sus linajes y la antigüedad de sus genealogías. Existe entre algunos historiadores la idea de que con los Borbones se introdujo en España la necesidad de adaptación a un nuevo clima político salido de la Paz de Westfalia que exigía unidad territorial a los Estados para el establecimiento de una auténtica soberanía nacional. Sin embargo, se puede constatar que ese intento de fundar una conciencia política sobre la unidad territorial ya había sido utilizado mucho antes; incluso mucho antes de que los Borbones fundaran su dinastía. En la Plaza de Oriente, por ejemplo, todavía se puede admirar la estatua de Ataúlfo como primer rey "español" y las historias fabulosas aparecidas desde Annio de Viterbo convierten al imaginativo dominico en uno de los más conspicuos pseudohistoriadores al crear, siguiendo a un monje primitivo y un poco apócrifo llamado Beroso, su propia prehistoria de España.
Temas:
Relaciones de sucesos destacados
La historia cotidiana
La "gran historia"
Las falsificaciones y mentiras
La crítica y el comentario: presuntos problemas y pretendidas soluciones
La opinión partidista
Se publicaron las Actas de los tres simposios sobre el vino que tuvieron lugar en 2015:
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También se publicó el libro de Actas del simposio sobre Literatura popular de fines de 2014:
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Se publicó en formato digital, asimismo, el trabajo sobre el refranero de Anna María Fernández Poncela:
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Están previstas dos nuevas publicaciones digitales:
LAS CAMPANAS DE SAN PEDRO EN EL VATICANO
José Luis Alonso Ponga
MÚSICA CUBANA DE SALÓN DEL SIGLO XIX
Juan José Prat Ferrer
Uno de los valores más interesantes que atesoran los archivos de la Fundación es su fonoteca. Durante años, y gracias al trabajo de diversos recopiladores que consideraron el patrimonio oral como uno de los pilares fundamentales de la cultura, se recogieron y grabaron testimonios de aquellas personas que habían guardado en su memoria los conocimientos y saberes de todos para que fuesen conocidos y transmitidos a otras generaciones. Todo ese rico acervo tiene ahora una plataforma insospechada gracias a Wikimedia España y a la Fundación, que ponen a disposición de todo el mundo las grabaciones realizadas durante los últimos 50 años. Un equipo de Wikimedia formado por Miguel García y Jorge Galván trabajó durante un año para subir miles de archivos sonoros de toda España. El acceso puede realizarse por provincias:
commons.wikimedia.org > Fundación Joaquín Díaz > por provincias
Por ejemplo, de la provincia de Valladolid, se han subido 7.757 grabaciones:
commons.wikimedia.org > Fundación Joaquín Díaz > provincia de Valladolid
De las cuales puede seleccionarse la que se quiera por personas o por lugares:
commons.wikimedia.org > Fundación Joaquín Díaz > ATO00029A_08 Jota de rondalla
Asimismo, y como complemento de todo esto, la Fundación ha puesto a disposición de los usuarios de la red un geoportal, patrocinado por el Ministerio de Cultura y con el soporte técnico de Cotesa por medio del cual se puede acceder con un solo clic a los pueblos en los que se han grabado todos los temas anteriormente mencionados.
En la justificación del proyecto se escribía lo siguiente:
La palabra “mentalidad” es la que mejor define las estructuras del intelecto sobre las que el individuo ha basado la creación de las expresiones artísticas y el edificio de su propia cultura. Esa mentalidad sería el soporte imprescindible y primario para la creación y a ella se incorporarían posteriormente las formas de expresión. Pero la mentalidad se basa además en códigos compartidos que confieren una identidad común. Algunos de esos códigos, no podría ser de otro modo, son artísticos y por tanto musicales. La historia de la actividad cultural en España está plagada de fronteras, salvadas unas y cerradas para siempre las otras. Probablemente el acercamiento a la música tradicional, esa que se ha transmitido de generación en generación y ha venido evolucionando desde hace siglos manteniendo un estilo y una forma particulares, podría ser una fórmula adecuada para conocer mejor dónde y por qué se establecieron esas fronteras. Para descubrir, a través de la interpretación y estudio de una serie de temas tradicionales, muchos de los aspectos más intrincados de la mentalidad peninsular, la de las fronteras, la de los miedos, la de las culturas distintas y distantes. Ese recorrido, local pero universal al mismo tiempo, ofrecerá una imagen cabal de la historia cultural de España.
http://fonoteca.grupotecopy.es/index.php?lang=es