La costumbre de organizar representaciones sobre el Nacimiento de Cristo es muy antigua en España; hay algunos testimonios de ello, no demasiado abundantes, por desgracia, pero suficientes para poder afirmar con certeza que en iglesias y catedrales de la península se escenificaron desde hace siglos algunos episodios de la Natividad. Sabemos también que, habitualmente, tales dramas fueron interpretados por clérigos o actores profesionales disfrazados de pastores; el pueblo acudía para aprender o juzgar, y aprobaba o rechazaba de acuerdo con sus gustos.
Se observaba siempre, no obstante, un esquema formal característico para cualquier alegoría: un autor que componía una farsa, unos actores que la representaban y un auditorio que la comentaba. A esta estructura general podrían agregarse un par de ingredientes más en el caso de las representaciones navideñas: la temática era fija y, para colmo, conocida; la tradición y la leyenda habían ido transmitiendo durante siglos relatos que amplificaban y daban vida al Misterio, desvelando un curioso anecdotario que se iba aumentando gradualmente y cuyos pormenores completaban y retocaban detalles demandados por la humana curiosidad.
El pueblo, pues, había llegado a perfeccionar progresivamente su imagen del acontecimiento; había llegado a tener de él una visión específica y excluyente. Suponemos que resultó difícil para cualquier escritor dramático de cualquier época enfrentarse a tantas miradas críticas a la hora de componer un retablo sobre un tema religioso: la propia conciencia, la censura eclesiástica, el favor popular y el análisis de los colegas. Y a pesar de todo, hubo valientes que prefirieron arrostrar todos esos peligros antes que renunciar a una empresa tan sublime como era la de recrear el nacimiento de Cristo.
Cervantes nos da noticia de uno de ellos; y, por cierto, noticia interesante. Según su descripción estamos ante un autor peculiar: un pastor-estudiante que participa de la herencia tradicional y de unos conocimientos universitarios. Grisóstomo —que tal era el nombre del personaje—, “fue grande hombre de componer coplas; tanto, que él hacía los Villancicos para la Noche del Nacimiento del Señor... que los representaban los mozos de nuestro pueblo”, se lee en el capítulo XII del Quijote.
El singular teatro muchas veces improvisado, los actores no profesionalizados y la inclusión de la obra entre los materiales tradicionales (con su correspondiente deterioro al transmitirse oralmente y por escrito) convirtieron a esas piezas, por lo general, en ejemplares dignos de atención. Pero un fenómeno tan complejo como el de los llamados genéricamente Autos de Navidad, o sea las representaciones acerca de la natividad, requiere algunas precisiones, a mi juicio indispensables, para comprender plenamente el valor y alcance de estas manifestaciones populares.
Ante todo conviene diferenciar con anticipación los elementos que, durante siglos, se han venido acumulando, superponiéndose hasta formar el cuerpo único que ahora podemos encontrar en la tradición. Tales componentes serían: las fuentes que dieron origen a los relatos tradicionales; la costumbre de representar o escenificar los hechos que aquéllas narraban; los textos que sirvieron de enlace o comunicación entre distintos autores y el sentimiento del pueblo; y, por último, los personajes que interpretaron diversos papeles dentro o en el contexto de esa alegoría. Todos esos componentes contribuyeron a magnificar la importancia de cuatro escenas, preferidas por el pueblo, que fue centrando en ellas su interés y su creatividad. Dice el Diccionario de Autoridades que los Autos “no tienen la división de actos o jornadas como las Comedias, sino representación continuada sin intermedio. Son, por tanto, la dramatización de un argumento llevada a cabo sin interrupciones de ningún tipo”. La Anunciación, el Nacimiento, la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Reyes serán por tanto el camino que nos llevará desde las iniciales dudas de María a la plenitud y cumplimiento del Misterio.
La Iglesia celebra actualmente el 25 de marzo la fiesta de la Encarnación del Verbo, ya practicada antes del siglo V en la Iglesia Griega y consignada por el Papa Gelasio II en su Sacramentario. La Iglesia Oriental, que denominó a esta fiesta Evangelisma quiso dedicarla especialmente a la Virgen, al anuncio que el Arcángel Gabriel le hace del Misterio y su aceptación del mismo. En España, al menos hasta que desde el siglo XI el rito romano se va imponiendo al hispano, esta fiesta se celebró siempre ocho días antes de la Navidad, es decir el día 18 de diciembre. Aparte de esto, que hoy nos resulta chocante, parece curioso que, uno de los episodios que ha suscitado en la historia más interpretaciones pictóricas, apenas tenga literatura: los evangelios canónicos se conforman con la descripción somera atribuida a Lucas:
A los seis meses, Dios mandó al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, donde vivía una joven llamada María; era virgen, pero estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró en el lugar donde ella estaba, y le dijo: —¡Salve, llena de gracia! El Señor está contigo. María se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: —María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo, y Dios el Señor lo hará Rey, como a su antepasado David, para que reine por siempre sobre el pueblo de Jacob. Su reinado no tendrá fin. María preguntó al ángel: —¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre? El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible.
Las pinturas que representan este hecho, tan escuetamente descrito muestran, en especial desde el siglo XV, una serie de detalles que solo se entienden a partir de la lectura de los relatos apócrifos. Esos textos, algunos de ellos tan antiguos como los propios evangelios canónicos, hablan de que María oye una voz, o bien cerca de una fuente o trabajando en casa en el telar. Podrían parecer escenas distintas pero pertenecen a una progresión que se explica perfectamente leyendo el Evangelio del pseudo Mateo: “Al día siguiente, mientras María se encontraba en la fuente, llenando su cántaro, un ángel del Señor se le apareció, y le dijo: Bienaventurada eres, María, porque has preparado en tu seno un santuario para el Señor. Y he aquí que vendrá una luz del cielo a habitar en ti, y, por ti, irradiará sobre el mundo entero… Y, al tercer día, mientras tejía la púrpura con sus manos, se le presentó un joven de inenarrable belleza. Al verlo, María quedó sobrecogida de temor, y se puso a temblar. Pero el visitante le dijo: No temas, ni tiembles, María, porque has encontrado gracia a los ojos de Dios”.
Los dos emplazamientos en los que el ángel visita a María quedan de esta forma unidos, así como el motivo que da sentido al trabajo que realiza la Virgen en el segundo, según relata el Evangelio armenio de la infancia: sabemos a través de este antiguo texto considerado apócrifo que el Gran Sacerdote había mandado hacer, por encargo de todos los sacerdotes del templo, un velo precioso que sería expuesto el día de la gran fiesta ante todo el pueblo en el santo tabernáculo. Yavéh mismo se había encargado en el Éxodo de explicar cómo había de ser ese velo: “Tienes que hacer una cortina de hilo azul y lana teñida de púrpura rojiza y fibra escarlata carmesí y lino fino retorcido... Y tienes que ponerla sobre cuatro columnas de acacia revestidas de oro. Sus clavijas serán de oro y estarán sobre cuatro pedestales de plata con encajaduras. Y tienes que poner la cortina debajo de los corchetes y llevar el arca del testimonio allí, al lado interior de la cortina; y la cortina tiene que ser una división entre el Santo y el Santísimo”.
Pues bien, once vírgenes, entre las cuales estaba María echaron a suertes sobre a quién le tocaría tejer la muselina y la púrpura. La púrpura y la escarlata le correspondieron finalmente a María, que se llevó la labor a casa. Esta actividad queda reflejada en la iconografía primitiva, en particular la que sigue la influencia oriental en la que el tejido de la púrpura significa el trabajo de la nueva Eva, mientras que en Occidente la Virgen suele aparecer en una estancia, cerca de un facistol o atril sobre el cual se ve un libro –se supone que el antiguo testamento- en el que está leyendo la profecía de Isaías que anuncia la señal divina por la que una virgen concebirá y dará a luz un hijo al que llamará Emanuel. Todo el ámbito del habitáculo suele aparecer atravesado por un rayo de luz misterioso sobre el que se muestra a veces una paloma que representa al espíritu de Dios. Nada, en esta escena beatífica, recuerda los nervios experimentados por María al escuchar la voz del ángel cerca de la fuente, según relatan algunos textos apócrifos. Es eso precisamente lo que la obligó a refugiarse en casa. El Evangelio de la Natividad de María lo advierte claramente antes de que lo ratificase el sol de las escuelas Santo Tomás de Aquino: “Y María, que conocía ya bien las fisonomías angélicas, y que estaba habituada a recibir la luz celeste, no se amedrentó ante la visión del enviado divino, ni quedó estupefacta ante aquella luz. Únicamente la palabra del ángel la turbó en extremo”.
Don Antonio Lobera, en su célebre obra El porqué de todas las ceremonias de la Iglesia y sus misterios, publica en preguntas y respuestas los aspectos más destacados de todas las fiestas del año y, al hablar precisamente de las angustias y dudas de María –en particular de su turbación ante las palabras del ángel- lo explica de esta manera: “Lo dice San Gerónimo, siguiendo a Leta y a Eustoquio, al ver que el ángel se le manifestaba en especie de varón. Otros dicen que siempre las visiones celestiales son de naturaleza que al principio estremecen, como consta de Daniel, de San Mateo y San Lucas. El sol de las escuelas dice que no se turbó por el aspecto del ángel, sino por la novedad y peso de tan profundo misterio”.
El ser incorpóreo ha entrado en la estancia y ya se muestra físicamente. Saluda a la Virgen y le explica su embajada: “Yo soy el ángel Gabriel enviado por Dios para comunicarte que quedarás encinta, y que darás a luz al hijo del Altísimo, el cual será un gran rey y prevalecerá sobre la tierra toda”.
María muestra entonces sus dudas y preocupaciones, que son reflejadas así en el Evangelio Armenio de la infancia: “Lo que me manifiestas es de una novedad desconcertante que me llena de sorpresa y asombro, pues afirmas que concebiré y pariré al tenor de las demás mujeres. ¿Cómo ha de ocurrirme esto si yo no conozco varón?”.
La resolución de un asunto de tal importancia requiere varias páginas. Algunos apócrifos reiteran las respuestas del ángel a las dudas planteadas por María y se extienden en prolijos diálogos. Gabriel le pide a María que no se ocupe de aprensiones vanas y que le crea, a lo que la Virgen responde: “Sí creo en tus discursos, sé que es verdad lo que hablas y acepto tus órdenes. Pero escucha lo que voy a decirte. Hasta el presente, he sido guardada en la santidad y en la justicia, ante los sacerdotes y ante todo el pueblo después de haber sido legítimamente prometida a José para ser su esposa. Y él se ha encargado de recogerme en su casa para velar cuidadosamente por mí hasta el momento que recibamos la corona de bendición…Y si vuelve y me encuentra encinta ¿qué respuesta le daré?”. Gabriel finaliza su parlamento antes de salir de la estancia con las siguientes y categóricas palabras: “Esto no es obra del hombre y el fenómeno del que te hablo no provendrá de nadie y el mismo Señor lo realizará en ti y él posee el poder de sustraerte a todas las angustias de la prueba”.
Es obvio que una práctica tan rica en arquetipos y anécdotas ha de provenir de muy diversos veneros: la Historia en primer lugar, ya que se trata, al fin y al cabo, de la celebración de un hecho histórico de trascendentales consecuencias para la Humanidad; sin embargo los datos escuetos, las noticias, referencias o fechas particulares hubieran recordado fríamente el momento despojándolo del calor, de la animada viveza que en un suceso es capaz de inocular la leyenda. Relatos de viva voz y narraciones orales de supuestos testigos enriquecieron así la sucinta descripción de los acontecimientos, originando una amalgama de noticias sobre la cual se produjo una tercera influencia: la interpretación. En efecto, los hechos reseñados no eran exclusivamente memorias de un tiempo pasado sino el origen de una filosofía, de una moral cuyas bases estaban aún por poner. Y de este modo surgieron guías y exégetas encargados de velar por una correcta explicación —con fines generalmente funcionales, didácticos o incluso sectarios- de los episodios mencionados. Pero no todo se hizo por mor de la utilidad: tan bello, tan simbólico y sugerente era el evento narrado que no podía menos que inspirar una recreación de sus circunstancias con fines líricos o poéticos. De este modo, al importante pero poco documentado hecho del Nacimiento de Cristo se agregaban sucesivamente leyendas y escritos que pretendían certificar y ampliar detalles (como los Evangelios y Hechos Apócrifos) utilizando para ello un estilo directo y popular. En estos escritos, la candidez o ingenuidad corrían parejas con una cierta profundidad en la exposición y no hay duda de que la criba o selección que la Iglesia tuvo que realizar entre los siglos III y IV, para poner un poco de orden sobre el cúmulo de datos y documentos referentes a la vida y magisterio de Cristo, fue larga y difícil. Al final, hubo unos textos “oficiales”, llamados Evangelios Canónicos, pero no se pudo evitar que el ascendiente que ejercían los demás relatos, denominados Apócrifos o no verdaderos —con toda su hiperbólica y fantástica carga- creara una vía paralela que alimentó la piedad y el fervor populares durante siglos. Y a ello contribuyeron también en buena medida los libros de interpretación, desde la Leyenda Aurea de Jacobo de Vorágine o el Vita Sanctorum de Bollandus hasta el Novísimo Año Cristiano de Croisset que sirvió a tantos y tantos párrocos rurales para preparar sus sermones basándose en las devotas descripciones del abate francés. No pocas de esas puntualizaciones sugirieron descripciones poéticas de altos vuelos, fomentando el ardor religioso o llevando la luz a sencillos corazones repletos de humildad y fe.
Y es que las tinieblas del pobre aposento donde quiere nacer el hijo de Dios contrastan con la luz divina que brota de madre e hijo en el momento supremo: “En el momento mismo en que entró María, el recinto se inundó de resplandores y quedó todo refulgente, como si el sol estuviera allí dentro”; lo mismo sucede en la cueva descrita por el Liber de Infantia Salvatoris que se ve iluminada “por la luz del sol... como si fuera mediodía”. El niño, por su parte, “lanzaba de sí resplandores; es el sol, el astro de que hablan la tradición y los poetas:
¿No ves que el sol ha salido
y abaja ya de la sierra
dando su lumbre en la tierra?
Todas las señales del cielo iluminan la tierra. El propio ángel que anuncia a los pastores la noticia es confundido por éstos con un lucero resplandeciente, un “trofeo” o un “paraninfo”. Diodoro de Tarso y San Juan Crisóstomo mencionan la misma confusión producida por esa luz que algún Apócrifo describe como “una enorme estrella que expandía sus rayos sobre la gruta desde la mañana hasta la tarde sin que jamás, desde el origen del mundo, se hubiera visto un astro de magnitud semejante”. Esta estrella, sin embargo, no es la misma que guiará a los Magos; Vorágine describe bien las señales que orientarán a los reyes en su camino: “La primera (estrella), la material, fue la que se les apareció en Oriente. La segunda, la espiritual, equivalente a la fe, descubriéronla con el corazón... La tercera estrella, o sea la intelectual, fue el ángel que se les apareció mientras dormían... la cuarta, la racional, fue la bienaventurada Virgen María... la quinta, la supersustancial, fue Jesucristo”. Y en otro lugar escribe que “la estrella tomaba la figura de un niño hermosísimo sobre cuya cabeza resplandecía una cruz”.
Estas confusiones sobre seres resplandecientes, empero, no empañan la figura del ángel cuyo cometido va a dar origen al centro, al meollo de algunos relatos y de tantas representaciones plásticas en los llamados belenes. Según San Lucas, un ángel del Señor se presentó a los pastores “y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo; os ha nacido hoy en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (2, 9-12). Los Apócrifos y Vorágine coinciden: “A algunos de esos pastores que estaban en vela se les apareció un ángel, les comunicó que el Salvador había nacido y les dio pistas suficientes para que pudieran encontrarlo. A continuación, multitud de espíritus celestiales comenzaron a cantar a coro: Gloria a Dios en las alturas…” Y Croisset amplía: “Unos pastores velaban en los campos vecinos, guardando sus ganados; porque siendo el invierno templado y tardío en Judea podía muy bien mantenerse el ganado en el campo por la noche en este tiempo. Se les apareció un ángel más resplandeciente que el sol; al principio quedaron deslumbrados y llenos de temor; pero el mismo ángel que les había causado el temor los serenó diciéndoles: No temáis, porque vengo a traeros la nueva más alegre que se puede imaginar... Acaba de nacer un salvador en Belén... el cual es el Mesías, el Salvador de las almas, nuestro Señor; le hallaréis allí envuelto en pañales”.
Un enviado del cielo se hace visible a unos pastores. Pero, ¿por qué a ellos? Cierto que, según Jacobo de Vorágine, el nacimiento tiene repercusión en tres tipos sociales bien diferentes; pero sus comentarios, además de carecer de consistencia son “a posteriori”. Piénsese que hasta el nacimiento del Mesías el oficio de pastor había sido uno de los más considerados: Abraham, Moisés y otros grandes profetas y guías del pueblo de Israel habían tenido tal ocupación; no olvidemos tampoco la predilección de Yavéh por Abel, pastor, en desfavor de Caín, agricultor. Y no se explica tan sólo el cambio paulatino que se va a producir en el aprecio de tal oficio, recurriendo a los datos sobre el aumento gradual del sedentarismo y la disminución del nomadismo o su circunscripción a determinadas zonas o tribus. Parece que el pastoreo pasa, de ser un trabajo privilegiado y protegido de la sociedad a constituirse en un cometido cuyo crédito y reputación se irán degradando poco a poco hasta llegar al contexto actual en que el pueblo, con evidente injusticia, desconsidera tan noble oficio. Y ello a pesar del simbolismo que a la figura de Jesús ha querido dar la Iglesia, presentándole —con claros vínculos en la tradición judaica— como pastor que vela por su rebaño; pero siempre con el previo calificativo de Bueno, entendiéndose que se le diferencia claramente de “otros tipos" de pastores. Como última evidencia (nos compete reseñar el hecho, pero no hacer un estudio sobre su génesis) obsérvense los adjetivos que más frecuentemente valoran la figura del pastor: Pobre, humilde, rudo, ignorante, etcétera.
El Ángel, sin embargo y pese a todo esto, se aparece a unos pastores que según la tradición están cuidando el ganado.
Lo maravilloso de la aparición, o su presentimiento, obliga —tras algunas dudas— al Mayoral a despertar a sus compañeros:
“¡Ha, Llorente, dormilón!
Despierta, despierta ya.
Anda, ven conmigo acá”.
El pastor incrédulo, lejos de hacer caso de la llamada, se disculpa de mejor o peor humor:
“Dexame agora dormir
que no me quiero erguir“.
El tema es recogido por los predicadores medievales para simbolizar el fin del mal sueño de la muerte sustituido por la aurora del nacimiento del Salvador. El pastor que acaba de despertar no cree instantáneamente la noticia:
Cosa dices nunca oída.
No sé cómo puede ser
cordero de tal poder.
Aunque en algunos casos prefiera no discutir:
Yo digo que aqueso creo
sin entrar en más porfía.
Los pastores sirven así, como señaló Vorágine, de propagadores de la noticia. No es extraño, pues, que la liturgia de la Iglesia, en los primeros siglos, incluya en sus oficios la pregunta ritual, inevitable: Quem vidistis, pastores?.
Pastores ¿do anduvistes?
decidnos lo que vistes.
Felipe Fernández Vallejo comentando estas costumbres, según se celebraban siglos antes del XVIII en la catedral de Toledo, describe detalladamente el protocolo: “Desde el principio de la misa salen del sagrario los clerizontes vestidos de pastores, y van al altar mayor por el postigo, y están arriba en lo plano mientras se dice esta Misa danzando y bailando; y acabada la Misa toman capas los dichos dos Socapiscoles Racioneros para hacer el Oficio de las Laudes, que se empiezan luego en el Coro, a las que habrá tañido el Campanero según es costumbre por la señal que le hicieron, cuando se dijere el Himno Te Deum laudamus, con la cuerda del Coro: Y dicho por el Preste: Deus in adjutorium desde su silla, se empieza primero la primera Antiphona, que es: Quem vidistis Pastores; y la dicen toda y luego los Clerizontes hechos pastores ministrándolos su Maestro claustrero dicen en el Coro mayor debajo de la lámpara de plata a Canto-llano el verso Infantem vidimus Panis involutum et choros Angelorum laudantes salvatorem, y tornan en el Coro a decir toda la Antiphona: Quem vidistis? y los Pastores responden entre los dos Coros debajo de la lámpara de en medio el verso Infantem vidimus ut supra, y después dicen en el Coro tercera vez toda la Antiphona Quem vidistis?, y responden los Pastores desde la Puerta del Coro del Arzobispo el verso Infantem, y luego salen los Socapiscoles, con las Capas de brocado y Cetros, y llegan a los lados del águila del Coro del Arzobispo, y allí los Cantores a Canto-llano les hacen las preguntas siguientes, y los Capiscoles asen de las manos a dos de aquellos Pastorcicos, y les preguntan juntamente con los Cantores lo siguiente:
Bien vengades pastores
que bien vengades.
Pastores, ¿dó anduvisteis?
Decidnos lo que visteis.
La primera representación conocida del teatro español es el Auto de los Reyes Magos. Es curioso, y tal vez casual, que un tema como el de la adoración de los magos sea el motivo central de esa pieza dramática sobre la que se ha escrito y debatido hasta la saciedad. Destacaremos solamente que el tema, ya desde esa época, es uno de los favoritos de literatos y poetas; autores clásicos y versificadores populares han ido creando multitud de obras dramáticas, canciones, romances, etc., alrededor del hecho, de forma que el tema es uno de los más repetidos en la literatura -culta y popular- española. Desde luego, seguramente no hay en los relatos evangélicos unos pasajes en los que la abundancia de personajes, la viveza de argumentos y el cambio de escenarios en que la acción tiene lugar, inviten más y mejor a una dramatización de los mismos. La sugestiva presentación de los magos ante el palacio de Herodes; su llegada al portal; la adoración al niño y la ofrenda de los presentes; la aparición del ángel en sueños para advertirles de las verdaderas intenciones de Herodes y, sobre todo, la cólera de éste al verse burlado, que provoca la orden de matanza de los inocentes, son escenas que por sí mismas atraen al dramaturgo; su plasticidad y posibilidades teatrales han cautivado de tal manera a autores cultos y profanos, que a lo largo de la historia estos episodios han venido a ser objeto favorito de plumas más o menos afortunadas. Alfonso X, Gonzalo de Berceo, Juan del Encina, Lucas Fernández, Gil Vicente, Pablo de Santa María, Pedro Mejía, Luis Vives, Fray Luis de Granada, Lope de Vega, Tirso de Molina, Valdivieso, Calderón de la Barca, Fray Diego de Ojeda, Quevedo, Jerónimo de Alcalá, Feijóo, Mariana y una legión más de autores, conocidos o inéditos, han incluido entre sus páginas los pasajes a que hacen mención los Autos. Convendrá anotar de nuevo que los Evangelios Canónicos y Apócrifos (más algunas tradiciones de los primeros cristianos) fueron ya poetizados y en algunos casos dramatizados durante la Edad Media. Rosvita de Gandersheim, monja poetisa, puso en verso la Historia Nativitatis et laudabilis conversationis intactae Dei Genitricis. La Legenda aurea (o Leyenda Dorada) de Jacobo de Vorágine y la Vita Christi de Ludolfo Cartujano fueron traducidas al castellano, catalán y portugués. Había pues material (por no hablar de obras de teatro de hasta 1000 versos) de donde extraer consejas, fábulas, doctrinas, mentiras y verdades acerca del tema.
Según una tradición antigua convertida en leyenda, un grupo de astrólogos, dedicados a descubrir el futuro a través de las estrellas, acordaron nombrar una comisión formada por doce de ellos para que observase permanentemente el cielo, hasta descubrir la aparición de una estrella de la que había hablado el profeta Balaam; si morían estos astrólogos deberían ser remplazados por alguno de sus hijos, y éstos por otros descendientes suyos. Todos los años, cada año en un mes distinto, siguiendo en el orden de los meses un ciclo rotativo, subían los doce de la comisión al monte de la Victoria y permanecían en su cima tres días consecutivos haciendo abluciones y pidiendo a Dios que les mostrara la estrella cuya aparición había sido vaticinada por el profeta. En una de aquellas ocasiones, precisamente el mismo día en que nació el Señor, cuando estaban entregados a estas prácticas de oración, vieron un astro que por encima del monte avanzaba hacia ellos, y quedaron sumamente sorprendidos al advertir que, al aproximarse al sitio en que se encontraban, la estrella se transformaba en la cara de un niño hermosísimo con una cruz brillante sobre su cabeza; su sorpresa fue aún mayor al oír que la estrella hablaba con ellos y les decía: Id prontamente a la tierra de Judá; allí encontraréis ya nacido al Rey a quien buscáis.
Los astrólogos, obedientes a este mandato, inmediatamente se pusieron en camino hacia el país que la misteriosa estrella les había indicado.
El número de presentes que ofrecen a Jesús corresponde invariablemente al descrito por San Mateo, si bien hay variantes curiosas dignas de mención en las que se altera el orden y el portador de las ofrendas, como en este pasaje del Evangelio armenio de la infancia:
“En primer término se adelantó Gaspar, rey de la India, llevando nardo, cinamomo, canela, incienso y otras esencias olorosas y aromáticas, que esparcieron un perfume de inmortalidad en la gruta. Después Baltasar, rey de la Arabia, abriendo el cofre de sus opulentos tesoros, sacó de él, para ofrendárselos al niño, oro, piedras preciosas, perlas finas y zafiros de gran precio. A su vez, Melkón, rey de la Persia, presentó mirra, áloe, muselina, púrpura y cintas de lino”.
Algunos apócrifos hablan también de una moneda entregada por cada uno de los reyes. Esa tradición fue transmitida por Juan de Hildesheim (m. en 1375) quien escribió una biografía acerca de los Magos para que fuera leída y repartida entre los peregrinos que iban a Colonia a visitar sus tumbas. En ese texto se dice que Melchor de Nubia ofreció una manzana de oro y treinta monedas; monedas que después fueron extraviadas por María y José y encontradas posteriormente por un pastor quien las entregó en el templo, de donde volvieron a salir para pagar a Judas su traición. En fin, como se ve, hay cientos de detalles y multitud de relatos que han convertido la adoración de los Reyes en una fuente literaria riquísima e imaginativa.
Museo de La Casona
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Hasta el 24 de noviembre de 2024 ha continuado en activo la exposición:
«El conocimiento y uso correcto del entorno son esenciales para vivir y convivir»
Enlace al artículo en «La Razón» >
Como el sabio de los versos de Calderón, que recogía lo que otro tiraba, Joaquín Díaz ha recolectado siempre lo que la sociedad ha desdeñado y desde esa actitud ha cimentado toda una vida consagrada a la interpretación del hombre a través del análisis y difusión de la cultura tradicional... Leer +
El día 14 de noviembre de 2024 la 8 de Castilla y León Televisión emitió el programa 'Cuéntame Un Cuento', presentado por Rosana Largo, con Joaquín Díaz como protagonista.
Enlace al blog original de «Daniel el payaso» >
DAIMIEL TELEVISIÓN realizó el programa especial "La Faltriquera"
Interpretación conjunta de "La Melitona", como acto final del homenaje a Joaquín Díaz realizado en el contexto del 52 Festival de Música Folk Tablas de Daimiel. Además del propio Joaquín, se encuentran en el escenario Sandalio Morales, así como los componentes de La Camerata Cervantina, Aljibe, Vigüela, Jaraiz, Arrabal y Nuevo Mester de Juglaría.
Vídeo emitido durante el homenaje a Joaquín Díaz celebrado el 11 de octubre de 2024, en el contexto del 52 Festival de Música Folk Tablas de Daimiel. Incluye los saludos de Carrión Folk, Las Colmenas, Vanesa Muela y Alquitara.
Vídeo emitido durante el homenaje a Joaquín Díaz celebrado el 11 de octubre de 2024, en el contexto del 52 Festival de Música Folk Tablas de Daimiel. Incluye los saludos de Martirio, Karmento y Rozalén.
Fragmento de la intervención de "La Camerata Cervantina" en el homenaje a Joaquín Díaz celebrado el 11 de octubre de 2024 en el contexto del 52 Festival de Música Folk Tablas de Daimiel. Se trata concretamente del tema "Aleluyas de un matrimonio feliz".
https://www.facebook.com/festivalfolktablasdedaimiel/?locale=es_LA
Homenaje a Joaquín Díaz, el día 11 de octubre a las 20:30h. Teatro Ayala de Daimiel.
El Consejo de la Federación Italiana de Tradiciones Populares entrega el prestigioso Premio Internacional “Giuseppe Cocchiara” (2024) al profesor José Luis Alonso Ponga.
Jean-François Botrel, hijo adoptivo de Asturias por sus estudios sobre Clarín
Jean-François Botrel fue reconocido como “Hijo Adoptivo de Asturias” por el Principado de Asturias. Esta distinción se otorga a quienes hayan destacado por sus servicios en beneficio de Asturias sin ser naturales de esa comunidad autónoma. La propuesta fue presentada por el Consejo de Gobierno asturiano, y reconoció al hispanista como destacado especialista mundial de la figura de Leopoldo Alas Clarín, coincidiendo el reconocimiento con los 140 años de la primera edición de ‘La Regenta’.
Jean François Botrel (Rennes, 1942), es catedrático emérito de Lengua y Cultura Hispánicas de la Universidad Rennes 2. Sobre Clarín ha publicado, entre otros, los textos ‘Clarín práctica y teoría del periodismo’ y ‘Novela e ilustración: La Regenta leída y vista por Juan Llimona, Francisco Gómez Soler y demás’. En 2005 recibió la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica.
Pedro Cátedra, nuevo miembro de la Real Academia Española de la Lengua
El filólogo Pedro Manuel Cátedra García (Gabia Grande, Granada, 1954) ingresó como miembro de número de la Real Academia Española para ocupar la silla A.
Cátedra se incorporó a la Academia tras su elección por el Pleno de la RAE en la sesión del 8 de junio de 2023. Su candidatura fue presentada por los académicos Francisco Rico, Inés Fernández-Ordóñez y Juan Gil. Fue este último el encargado de dar al nuevo académico la bienvenida a la Academia y de responder a su discurso de ingreso. Pedro Cátedra analizó en dicho discurso Los dotze treballs de Hèrcules, «libro que Enrique de Villena, heredero del marquesado de ese nombre, compuso en catalán en 1417, y que autotradujo al castellano apenas seis meses después, viviendo ya en Castilla».
La Fundación felicita a ambos por los reconocimientos a su trabajo y por su magisterio.
El ciclo de conferencias «El Acervo común» se reanudó el día 25 de octubre con la conferencia de Guillermo Herrero sobre «La encuesta del Ateneo».
Están disponibles los vídeos de las conferencias celebradas:
• Enero 26
Joaquín Álvarez Barrientos: Costumbrismo y costumbres. Lo que pasa entre nosotros
• Febrero 23
Juan José Prat Ferrer: Los grandes temas de la cuentística
• Marzo 15
Miguel Delibes: La Tierra herida
• Abril 19
Joaquín Díaz: Papeles para plegar. La vida en dobleces
• Mayo 31
Manuel Amezcua: Creer y curar. Medicina popular
• Octubre 25
Guillermo Herrero: La encuesta del Ateneo
• Noviembre 29
Luis Alberto de Cuenca: Poesía griega arcaica y sus metamorfosis en mi poética
• Diciembre 27
Arturo Martín Criado: Promesas y exvotos
El miércoles 4 de diciembre de 2024 tuvo lugar la conferencia «Hacedores de sonidos», donde Joaquín Díaz ofreció un recorrido ilustrado por los sonidos antiguos de la ciudad de Valladolid.
En el salón principal del Círculo de Recreo de Valladolid, calle Duque de la Victoria, 6.
A cargo de los periodistas D. Javier Cuevas y D. Francisco Alcántara. Moderador el académico D. Joaquín Díaz.
Presentado en el Círculo de Recreo de Valladolid, el 12 de noviembre de 2024. Salón Principal del Círculo de Recreo. C/ Duque de la Victoria 6.
Edición digital: Fundación Joaquín Díaz • 2024
189 páginas
ISBN: 978-84-126425-7-5
Entre las piezas más interesantes llegadas al museo se encuentra un curioso tambor de uso infantil de manufactura de fábrica de las primeras décadas del siglo XX. El pequeño parche se acciona con una mano que mueve una manecilla con una rueda interior dentada que golpea la piel a modo de carraca mientras que por una boquilla saliente en el cuerpo central se insufla aire que llega hasta unos pistones. Estos pistones con lengüetas accionados con la otra mano posibilitan elaborar una sencilla melodía. Conserva una cuerda que se pasaría por la cabeza para dejar colgado al pecho el tambor y así poder actuar con las dos manos libremente sobre el tamborcillo.
Han llegado también a la Fundación unas castañuelas (unas postizas) junto con una caña decorada. Ambos instrumentos de reciente fabricación proceden de Murcia y han sido donados por Juan José Robles.
El músico e investigador José Antonio Alonso nos ha donado un sonajero o maraca de mimbre, fabricado en 2010 por Carmen Sánchez Blique de Sacedón (Guadalajara). También forman parte de las últimas entradas al Museo unas sonajas infantiles fabricadas en madera y con chapas de bebidas espumosas en los años 50 del siglo pasado. Con ellas viene un tambor de uso infantil de pequeño formato de madera y piel y una pandereta de la misma época (algo más moderna, hacia 1960) pintado el parche con una escena taurina de una suerte de banderillas.
Un par de platos de gran formato de latón de uso orquestal o para banda de mediados del XX han sido adquiridos también por la Fundación Joaquín Díaz. Por último se ha adquirido una carraca de una lengüeta procedente de Saldaña (Palencia) fabricada por un artesano local a mediados del siglo XX y una dulzaina vasca de metal, de latón de tipo vizcaíno, fabricada en la 1/2 del siglo XX, procedente de una familia de Logroño.