La Fundación ha preparado en la sala de exposiciones de la Casa Revilla, una muestra de fotografía antigua de Valladolid bajo el título "Miradas del pasado: Valladolid". La fotografía tiene la cualidad de mostrarnos imágenes e intenciones en un mismo formato, proponiéndonos diversos contenidos que van desde el paisaje global a la particularidad del retrato. La idea de retratar, es decir de quedarnos con la imagen de alguien, es muy antigua.
Con ese acto, bien fuese realizado por uno mismo o por otra persona encargada especialmente para ello, se pretendía habitualmente guardar un recuerdo de algún familiar, de alguien querido o respetado. De hecho, aunque hayan cambiado a lo largo de la historia las técnicas, los soportes e incluso los fines, los principios suelen ser siempre los mismos: recordar, tener memoria de los individuos y de las cosas que los rodeaban o los caracterizaban. En esa intención se encierran, sin embargo, muchas circunstancias, que determinan y hasta califican el hecho: uno puede retratar porque desea guardar vivo el recuerdo de un ser querido, porque quiere fijar en una instantánea algo que se supone que va a dejar de ser o existir inmediatamente, porque pretende captar una expresión o un movimiento de alguna persona en su entorno y esa expresión no se volverá a repetir. . . Hablamos siempre, por tanto, de un escudo antropológico contra el olvido, de un aceite esencial contra la herrumbre del tiempo.
Resulta curioso comprobar que la primera fotografía que se tomó de un paisaje urbano, en la que aparecían un limpiabotas y un cliente lustrándose los zapatos, sólo reflejara a esos dos personajes, que eran los únicos que estaban en el secreto de la foto y que no se habían movido durante el tiempo de la exposición, cuyo proceso duró aproximadamente 18 minutos. Todo lo que pasaba por su lado y se movía, todo lo "natural", quedaba borrado del retrato, como si desde su origen la fotografía hubiese decidido "elegir" aquella parte de la "naturaleza" que quisiera en verdad reproducir y perpetuar, siquiera fuese reduciendo su tamaño analógico. Las instantáneas primeras del siglo XIX, por tanto, tienen esa afectación, que ahora nos parece improcedente en el tiempo y en el espíritu, en la que las miradas, perdidas en una lejanía más o menos calculada, transmiten la frialdad de la placa de cristal y la distancia estudiada de sus actitudes. Quedaba prohibido mostrarse como uno era y mirar directamente al objetivo.
Otro aspecto considerado en la exposición, el de las miradas singulares, parece sugerir no sólo que quien es retratado y mira al fotógrafo se enfrenta a él en solitario, sino que lo hace con un ánimo especial, singularizado, que se mueve entre la sorpresa del neófito y la confianza del veterano. Nuestra mirada sobre esos personajes, sin embargo, provoca más preguntas que respuestas, más interrogantes que afirmaciones: por qué razón quienes aparecen en la foto o en la postal están ahí en ese instante, qué piruetas está haciendo el fotógrafo para que se fijen en él con esa cara, qué piensan de ese personaje que una mañana o una tarde irrumpe en sus vidas sin permiso, qué van a hacer en cuanto la cámara desaparezca, qué sensación puede producirles el hecho de ser inmortalizados y no ser conscientes de ello. . . Las instantáneas de los primeros artistas fotógrafos captan una inocencia en los ojos de los retratados que desaparece al poco tiempo, es decir en cuanto el modelo conoce y valora automáticamente las consecuencias de su posado: en cuanto acepta que su imagen se convertirá en un estereotipo que los demás no sabrán interpretar por falta de datos.
El último apartado es el de las miradas "plurales". La mirada arropada, podría denominarse también a este tipo de fotografía en que una previa convicción elimina o atenúa los prejuicios y transmite un cierto aplomo a las expresiones. Hay una confianza de grupo, bien porque quienes se retratan pertenecen a un colectivo que justifica o avala plenamente su presencia allí, bien porque saben que están siendo víctimas voluntarias de un mismo atraco en el que alguien, a través de un objetivo, está rogándoles que no se muevan, que se identifiquen y que además sonrían. Los recuerdos, y particularmente las fotografías, constituyen siempre una fuente inexcusable -parcial pero inexcusable- de datos para explicar la ideología de una ciudad y sus habitantes, y al decir ideología usamos la definición de Guy Rocher, quien acuñó el término como "un sistema de ideas y de juicios, explícita y genéricamente organizado, que sirve para describir, explicar, interpretar o justificar la situación de una persona o de un grupo y que, inspirándose ampliamente en valores, propone una orientación precisa para la acción histórica de ese grupo o de esa persona". Nada menos.
Museo de La Casona
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Nuevos instrumentos musicales en la Fundación
Se han adquirido varios instrumentos que han pasado a engrosar la colección del Museo de la Fundación. Dos dulzainas cilíndricas de fines del siglo XVIII procedentes de Nuevo México y que pertenecieron a Larry Frank, coleccionista de arte religioso nuevomejicano, y una Harmoniflute del siglo XIX.
HARMONIFLUTE
En 1856, el fabricante de instrumentos Leon Marix de la calle Montmartre 146 en París, patentó un nuevo invento al que denominó Harmoniflute. La pieza, similar a otras fabricadas poco antes con distintos nombres (como la flutina-polka de Constant Busson) incluía un teclado y unos fuelles cuya acción generaba aire que movía unas lengüetas libres. J. Mayer y L. Marix comercializaron dos modelos, uno que servía para interpretar a una sola mano -la otra movía el fuelle- sobre un teclado de dos octavas y otro para dos manos y tres octavas en el que con dos pedales se accionaba el fuelle, situado bajo el teclado en una caja, que enviaba el aire a las lengüetas a través de dos orificios. Aunque el nombre patentado fue el de "harmoniflute", se le conoció también como "french organ", órgano portátil o "lap organ". En cualquier caso, el mérito de que el instrumento fuese conocido y difundido por medio mundo se debe a Mayer y Marix a quienes se les reconocen sus muchas habilidades mercantiles y a un buen número de músicos que compusieron temas específicamente para el nuevo instrumento o hicieron arreglos para el mismo.
Donación
Se ha recibido en donación del Académico de San Quirce Lorenzo Sancho un cuño de medalla de la Virgen de San Lorenzo, patrona de Valladolid.
VIII Simposio de Patrimonio Inmaterial
El VIII Simposio de Patrimonio Inmaterial tendrá lugar en Urueña los días 9, 10 y 11 de abril y tendrá por título "La Voz y la emoción". El programa será el siguiente:
Día 9
21:00 Recepción de profesores y alumnos y cena
Día 10
11:00 Antoni Rossell: "La emoción en la lírica trovadoresca"
12:00 Pausa
12:30 horas Ismael Fernández de la Cuesta: "La música litúrgica y la emoción"
17:00 Carlos de Hita: "Sobre el sonido y la forma. Un recorrido por el paisaje sonoro"
18:00 José Luis Temes: "La emoción y la música orquestal"
Día 11
11:00 Angélica Tanarro "La emoción en la creación poética"
12:00 Pausa
12:30 Neysa Navarro: "Cerebro, voz y emoción: kokoro o la mente del corazón"
14:00 Comida y despedida
Actas "LA IMAGINATURA: El arte de comunicar con imágenes"
Ya están disponibles las Actas del II Simposio sobre Literatura Popular, que tuvo lugar el mes de julio del pasado 2011 en el centro e-Lea de Urueña, patrocinado por la Junta de Castilla y León y organizado por esta Fundación y la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Pueden descargarse en formato PDF desde la sección de Publicaciones de la página web.