Parpalacio

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Editorial

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En el apartado dedicado a Urueña presentamos en este Parpalacio una antigua fotografía de la iglesia de la Anunciada tal y como se encontraba en los años 60 del siglo pasado. Llama la atención, además del púlpito desaparecido, el enlucido de cal que todavía ostentan las paredes. Precisamente en los años 60 y coincidiendo con el auge de las restauraciones de edificios históricos -especialmente de las iglesias románicas- sobrevino la idea de dejar “como antes” las paredes interiores de los templos, pensando que las piedras estuvieron siempre a la vista. Costó reconocer que el sentido común parecía dictar lo contrario: las fachadas se enlucían para evitar la acción del agua y del hielo y los interiores también por otras razones, entre las cuales se esgrimían a veces hasta las de carácter higiénico o sanitario. Poco a poco han ido desapareciendo también las intervenciones agresivas en las fachadas de los monumentos, particularmente las “limpiezas” de chorro de arena que dejaban desprotegida la superficie de la piedra y expuesta a la inclemencia de los elementos atmosféricos, al desgaste natural o a la acción perjudicial de los excrementos de las aves, especialmente las palomas.

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Museo de La Casona
Julio a septiembre de 2009: 2.528 visitas
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Museo de Campanas
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“El Campo Grande. Un espacio para todos”

El día 30 de septiembre se presentó el libro “El Campo Grande. Un espacio para todos”, coordinado por el Director de la Fundación y escrito por María Antonia Fernández del Hoyo, Jesús Urrea, Emilio Blanco, Gustavo Martín Garzo, José Delfín Val, Fernando Herrero y Ramón García. El libro aparece en la editorial Castilla Tradicional.

En la presentación del trabajo, Joaquín Díaz dijo:

“El libro que vamos a presentar hoy acumula motivos más que suficientes para ser denominado sin ninguna duda un trabajo colectivo. Cierto que sus autores podrían haber sido muchos más de los que aparecen en la nómina –cualquier vallisoletano se atrevería a escribir unas líneas sobre su Campo Grande- pero también es cierto que los que aparecen lo hacen por derecho propio y representan distintas formas de comprender y entender el amplio sentido y la significación de nuestro parque. Algunos de esos autores pertenecen a esta Real Academia, que ha estado desde siempre muy cercana al Campo Grande, en lo físico y en lo sentimental. Mencionaré a todos, los presentes y los ausentes: María Antonia Fernández del Hoyo, Jesús Urrea, Emilio Blanco, Gustavo Martín Garzo, José Delfín Val, Fernando Herrero y Ramón García.

El Campo Grande ha sido un espacio en el que todos y cada uno de los vallisoletanos o de los visitantes de Valladolid hemos tenido un escalofrío particular. A veces la emoción habrá venido por el lado de la naturaleza, que tiene en ese precioso parque una de las cátedras desde las que se explica a la ciudad cómo sobrevivir en un mundo contaminado; en otras ocasiones, la sacudida procederá de los sentidos, que hallan en el solo hecho de traspasar los umbrales del parque un incentivo poderoso; a veces será el recuerdo o la memoria los que hablen en silencio de momentos perdidos y ganados; la historia, por fin, nos comunicará a través de sus datos las incidencias que a lo largo de varios siglos fueron dando forma y sentido a este enorme teatro. Porque teatro o escenario puede llamarse a un espacio que ha servido para que actuara tanta gente para tantos espectadores. En el Campo Grande ha habido juegos –de guerra y de paz, de mayores y de pequeños, aunque no le fuesen a la zaga en peligrosidad éstos a aquéllos-, ha habido representaciones, misas, máscaras, cosos blancos, desfiles, procesiones, carnavales, circos, exhibiciones, muestras agrícolas, puestos de feria, carreras de vehículos, figuras de cera, museos diversos, títeres, autómatas, corridas de gallos, bolos, rifas, prestidigitación, luminarias, fuegos artificiales, funambulistas, exhibicionistas, despegue de globos aerostáticos, presentaciones (entre todas me quedo con una prueba de un nuevo “matafuegos”, una especie de extintor que debía ser tan pesado que tenía que ir colocado en las espaldas de un pobre mozo de cordel), etc. etc. etc. Pero sobre todo ha habido música. Durante el siglo XIX fue tal la afición por las bandas, particularmente en la segunda mitad del siglo, que prácticamente no había día en que no tocase alguna agrupación o banda militar para hacer más ameno el deambular de los visitantes del parque. Fueron suprimiéndose, eso sí, costumbres inciviles que habían obligado a elevar de nivel –de nivel físico- a los músicos y a aislarlos de posibles agresiones. Sí, no es ninguna exageración: los músicos tenían que soportar que los niños les tiraran chinitas a la cara o que les apagaran las velas en algún concierto nocturno, o que se acercara tanto la gente a ellos que no les dejara interpretar libremente. Por eso se hicieron los templetes, en los que la música se oía mejor, el intérprete se liberaba de molestos inconvenientes y el Arte con mayúsculas se podía elevar al Olimpo soñado por encima de las cosas mortales. El Norte de Castilla lo decía claramente en una gacetilla de 1863:

“El ayuntamiento ha decidido hacer un tablado en el Campo Grande para la música militar. Así se evitará el aglomeramiento (sic) de gentes alrededor de la música”

El periodista aprovechaba para recomendar que el tablado se construyera cerca de uno de los faroles del gas y así no necesitaran los músicos llevar hachas de viento. Se quejaba también de la algarabía que producían los niños y avisaba a los padres y a la autoridad para que tomasen las medidas oportunas. Y con humor terminaba diciendo que en uno de los conciertos se había encontrado una liga comprada en Pedroñeras que tenía 44 cms de circunferencia y pensaba que podría pertenecer a un manchego "más feote que el mismo Piscio".

Bromas aparte, la música era, por lo general, uno de los puntos de encuentro de casi todos los visitantes y paseantes del Campo Grande. Era ese lugar común, agradable, entretenido, emocionante, acústico, en el que querían encontrarse todos los vallisoletanos de distintas edades que circundaban el atractivo escenario de los templetes. Tan arraigada estaba la música en los espectadores que una poetisa anónima, desanimada al comprobar que por diversas razones el parque se había quedado sin los sones habituales, mandaba al periódico en 1875 un poemita que decía: "Música, se oye decir / Musica, se oye gritar / y Música...repetir / por el Campo y nada más. / ¿Es ilusión o deseo / esa voz que el pueblo lanza? / Es que perdió la esperanza de escucharla en el paseo / El paseante:- Si al ayuntamiento llego ¿me darán lo que suplico? / Una voz:- Aquí no hay un perro chico / para hacer tocar a un ciego.../ Coro general:- Entonces, señor alcalde / el que a tocar no se mueva / lo coge usted y lo lleva / a que nos toque de balde".

No todo eran delicias, sin embargo. Recordaré dos peligros a cual mayor para finalizar esta breve intervención. Uno, tradicional, los toros. Decía un periódico local a fines del siglo XIX: “ Anteayer, aunque la empresa de la Plaza de Toros no había fijado carteles, ni anunciado función, hubo sus correspondientes corridas, y muy expuestas por cierto, pues a no ser por el valor de un joven paisano hubieran sucedido en el Campo Grande mil desgracias. Y todo porque no se cumplen las ordenanzas y no se cuidan de proteger a sus subordinados con la observancia de las mismas. Como a las cinco y media de la tarde y cuando toda la gente salía a paseo, cuando en el Campo Grande había mucha concurrencia y entre ella un número crecidísimo de niños, llevaban por el Campillo un torete al Matadero público, sujeto con una cuerda que amarraba una de las astas a una pata del animal; pero este se acordó de su autonomía, quiso recobrar su libertad, se sublevó contra los conductores y alarmó al público que por la calle de Miguel Iscar iba al paseo del Campo Grande. (...) Finalmente fue degollada en pleno paseo público por un matarife”. Sorprende que hubiese en aquel punto y hora un matarife tan a mano, pero hemos de pensar en la cantidad de cortadores, carniceros y tablajeros que tendrían los mercados vallisoletanos de la época…

El otro motivo de sobresalto llegaba de la mano del progreso, según escribía la Crónica Mercantil:

“Se ha desarrollado tal afición en esta Capital a los velocípedos que son muchas las personas que les usan y se pasean en ellos por todos los sitios sin reparar en la incomodidad que ocasionan al que lo hace a pie. En el salón del Campo Grande hay algunas tardes cuatro o seis que son la alarma constante de las madres que tienen a sus pequeñuelos jugando en este lugar. Para evitar pues cualquier percance, se ruega a la autoridad municipal encargue a sus dependientes prohíban la circulación de velocípedos por paseos tan concurridos como el que nos ocupa”.

En fin, los recuerdos del Campo Grande que están en la hemeroteca son tantos y tan diversos que podría formarse con ellos una enciclopedia mayor que la de Espasa.

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Exposición sobre el Campo Grande

Desde el día 1 de octubre de 2009, y organizada por la Fundación y la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, se halla abierta una exposición sobre el parque vallisoletano que permanecerá todo el mes en horario de 12 a 14 horas entre martes y domingo (Casa de Cervantes, Calle del Rastro).

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Archivo Kindel (Joaquín del Palacio) - Colección de fotografías

Ha concluido la digitalización del material del archivo Kindel (Joaquín del Palacio) correspondiente a las fotografías realizadas a diferentes grupos de Coros y Danzas de la Sección Femenina.

Ya están disponibles en la página web de la Fundación más de 2.500 instantáneas catalogadas:

www.funjdiaz.net/kindel1.php

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El diseño gráfico en Valladolid: 1850-1950 - Nuevo libro de Joaquín Díaz

En el mes de octubre y realizado por la Fundación con el patrocinio de la Cámara de Comercio de Valladolid y la Junta de Castilla y León, se editará el libro titulado “El diseño gráfico en Valladolid: 1850-1950”. Los textos serán de Joaquín Díaz, Juan Hormaechea y Juan Antonio Moreno y versarán sobre la evolución del diseño, particularmente el aplicado al comercio, en las artes gráficas durante todo un siglo.


Hernandez Sobrino: Aventadora

El trabajo contendrá más de trescientas ilustraciones de cartas comerciales, postales, marbetes, etiquetas y otros tipos y modelos de papelería –seleccionados entre más de dos mil- con los que los comerciantes vallisoletanos querían atraer la atención de sus posibles clientes.

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La Construcción Actual del Imaginario Cultural Europeo: Los Mitos de Fundación

Zamora

8 - 10 octubre 2009

Inscripción e información:

Departamento de Formación y Empleo
Edificio Rector Tejerina
Plaza de Santa Cruz, 6, 2a planta
47002 Valladolid
Tel.: 983 184 625 - Fax: 983 423 633
www.funge.uva.es
informacion@funge.uva.es
Más información en:
www.frah.es

Fundación General Universidad Valladolid

Homologación

Se solicitarán 2 créditos de Libre Configuración en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid. La asistencia es obligatoria y será controlada.

Cuota de inscripción: 30 euros

La cuota da derecho a recibir el diploma de asistencia y a participar en todas las actividades académicas y culturales además de la comida de los días 8, 9 y 10 de octubre y el traslado de Valladolid a Zamora en autobús (plaza limitadas por riguroso orden de inscripción).

Plazo de matrícula: 5 de octubre de 2009

Objetivos

Existen numerosos grupos de trabajo nacionales que se ocupan de la Antropología cultural en Europa desde una perspectiva localista muy vinculada a la cultura tradicional. Con este congreso deseamos dar un primer paso hacia una perspectiva común de la situación analizando mediante el intercambio activo de experiencias el estado de la cuestión acerca del imaginario cultural común de Europa y las raíces de los diferentes países del Viejo Continente. A través de este encuentro se pretende indagar en este imaginario a través de los mitos de fundación de diferentes países como un fenómeno que trasciende lo local y, sobre todo, se desea estudiarlo como un fenómeno cultural que ha evolucionado desde sus orígenes hasta ahora y que continúa haciéndolo, aunque los cambios no sean perceptibles en muchas ocasiones para el gran público.

Comité de Honor

D. Juan José Mateos Otero,
Consejero de Educación de la Junta de Castilla y León

D. Fernando Martínez Maillo,
Presidente de la Diputación de Zamora

Dña. Rosa Valdeón Santiago,
Alcaldesa del Ayuntamiento de Zamora

D. Arlindo Marqués Cunha,
Presidente de la Fundación Rei Afonso Heriques

D. Carlos Piñel Sánchez,
Director del Museo Etnográfico de Castilla y León

Comité organizador

José Luis Alonso Ponga,
Cátedra de Estudios sobre la Tradición. Centro de Antropología Aplicada (Universidad de Valladolid)

Joaquín Díaz González,
Centro Etnográfico Joaquín Díaz

Pilar Panero García,
Cátedra de Estudios sobre la Tradición. Centro de Antropología Aplicada (Universidad de Valladolid)

Pablo Sánchez Pérez
Cátedra de Estudios sobre la Tradición. Centro de Antropología Aplicada (Universidad de Valladolid)

Destinatarios

El Congreso va dirigido a profesores de antropología, historia, filosofía, literatura, educación, alumnos de licenciatura, postgrado y doctorado, y a cualquier persona interesada por la cultura popular.

Sede del Congreso
Fundación Rei Afonso Henriques
Avda. Nazareno de San Frontis, s/n
49027 Zamora





Urueña - Iglesia de la Anunciada

Antigua fotografía de la iglesia de la Anunciada tal y como se encontraba en los años 60 del siglo pasado. Llama la atención, además del púlpito desaparecido, el enlucido de cal que todavía ostentan las paredes.




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