La guerra de Cuba y sus secuelas serían durante todo el fatídico año de 1898 el primer objetivo de la atención popular. Cualquier acto, y más aún si era heroico, era registrado y glosado por la inspiración, más o menos eficaz, de los poetas. La acción de Weyler, por ejemplo, que iba a servir de excusa a los Estados Unidos para entrar en el conflicto hispano-cubano:
Ya se tocan consecuencias / de los planes de Weylér
aunque en las altas esferas / se desconfiaba de él.
Si al principio de la guerra / ese jefe hubiera ido
tal vez no tuviera España / que lamentar tantos hijos.
Este general confía / acabar la insurrección
y que los hijos de España / regresen a su nación.
La acción del comandante Pintado en el puerto de Banes:
España no tiene barcos / pero tiene marineros
que defendiendo a su patria / su valor no tiene ejemplo.
Ese rasgo de heroísmo / del comandante Pintado
hoy asombra a todo el mundo / y su nombre es admirado.
Con un buque muy pequeño / el cañonero Pinzón
por salvar a sus hermanos / él su vida despreció.
O la valentía de Eloy Gonzalo en Cascorro:
Eloy Gonzalo García / es aquel bravo soldado
que en el fuerte de Cascorro / al mundo dejó asombrado.
Es natural de Madrid / que es la capital de España
por su heroico valor / su nombre ha cobrado fama.
Cuando vuelva de la guerra / este pueblo siempre hidalgo
recibirá cual merece / a militar tan bizarro.
La visión popular sobre las causas y el desarrollo de la guerra, con las graves injusticias que traían aparejadas, se adivina permanentemente en las críticas aparecidas en pliegos y cantables. Para los autores de esas canciones, el origen del conflicto, aunque antiguo, estaba claro:
Hace seis meses justos / que los cubanos
no pagan los derechos / que están marcados.
Porque no reconocen / la autoridad
y el nombre de España / les sienta muy mal.
Y las soluciones también:
Lo que a todos nos hace falta / es energía en el gobierno
que si no este duro trance / será por desgracia nuestra, eterno.
Energía que se pide también para evitar la picaresca o las situaciones arbitrarias:
Los hijos de los ricos / no sirven nunca en Ultramar
si no llevan el grado / de subteniente o capitán.
Sólo sirven los pobres / que nunca tienen un triste real
y pasan mil fatigas /y enfermedades que allí les dan.
Todo pasa en nuestra nación
donde sólo protegen / al que es un ricachón.
Aquí aquí / todo esto acabará
cuando el obrero se ilustre / y conozca la verdad.
El paro arrojaba a muchos jóvenes en manos de agentes sin escrúpulos que hacían del alistamiento de los demás un negocio; véanse estas coplas cantadas por el punto de la Habana:
Hay en España ganchos / que agencian quintos para Ultramar
les dan cuarenta duros / y de estos se quedan con la mitad.
Engañan a infelices / que llevan tiempo sin trabajar
y ellos desesperados / por la miseria, a Cuba van.
El comercio de negros / dicen que se acabó
pero queda el de blancos / que es mucho peor.
Si uno observa -por casualidad o siguiendo una pista para una investigación- cuál era la «actualidad» en Cuba a mediados del siglo XIX se dará cuenta de que, pocos años antes del comienzo de la guerra, -hasta 1870 en que se va aboliendo la esclavitud en Cuba (en 1880 cesa el estado de esclavitud en la Isla)- todavía existía en la «provincia de Cuba» la venta de personas, en especial si eran negros, y se anunciaba como una mercadería más.
Se puede leer en el Diario de la Marina (periódico oficial del Apostadero de la Habana) en 1852:
«ESCLAVOS. Se venden dos mulatas, una de 17 años y otra de 13, la primera cocinera, lavandera, planchadora y costurera de un ordinario, la segunda marcadora y general en el servicio doméstico». Y en otro anuncio: «Se vende una negra de nación, de edad como de veinte años, de bonita presencia y propia para lo que quieran aplicarla. Tiene muy buenos principios de batea y plancha»…
En la misma sección de anuncios se habla de esclavos prófugos, de venta de libros (como la Historia de España de Modesto Lafuente), de suscripciones a La Ilustración Española y Americana, y, cómo no, de pianos como el que la Fundación ha recibido de la generosidad de la Asociación de Amigos, cuyas características se comentan en la sección de donaciones.
Museo de La Casona
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28 y 29 de junio de 2024. VI SIMPOSIO ACADEMIA DE MÚSICA ANTIGUA
Día 28 de junio
11:00 horas • Cristina Bordas:
Antiguos pianos festivos
12:30 horas • Raquel Jiménez Pasalodos:
Los labrosones del mundo antiguo: poder y diseño acústico en la prehistoria y la antigüedad
17:00 horas • Visita al museo de la Fundación Joaquín Díaz
20:00 horas • Abraham Cupeiro: Concierto «Resonando en el pasado»
Resonando en el Pasado es una colección de instrumentos que Abraham Cupeiro muestra a través de un concierto-monólogo en el que viaja al pasado más remoto de nuestra especie a través de los sonidos de los instrumentos de viento. Este proyecto, surge de la inquietud de Abraham por conocer y recuperar instrumentos de todas las épocas y lugares.
Día 29 de junio
11:00 horas • Luis Delgado:
Organología fabulosa
12:30 horas • Carlos Blanco Fadol:
Teoría sobre origen, evolución e influencias de instrumentos musicales
17:00 horas • Visita al museo de la música de Luis Delgado
20:00 horas • Fetén Fetén: Concierto «El Mágico Planeta de los Instrumentos Insólitos»
«El mágico planeta de los instrumentos insólitos» es un maravilloso viaje a través de algunos de los ritmos y melodías que conforman el imaginario musical de Fetén Fetén, inspirado este en la música popular de España y del resto de Europa; de esta manera el dúo burgalés pretende transmitir valores como la reutilización, el reciclaje, la sostenibilidad, el respeto al medio ambiente o la importancia de conocer nuestras tradiciones.
14 de mayo de 2024. Valladolid
Javier Alonso, doctor en Historia, profesor y portavoz de Pajarillos Educa, recuerda que este era un espacio perdido en el barrio, una plaza sin nombre, un corredor que unía las calles Tórtola y Pelícano sin que nadie supiera a ciencia cierta cómo llamarlo con propiedad. La plaza del centro de salud era el nombre más repetido, aunque no hubiera referencia en el callejero ni forma de encontrarlo en Google Maps.
Hasta ahora.
El Ayuntamiento ha informado este miércoles de que este espacio de la zona este, en los barrios Pajarillos-San Isidro, recibirá el nombre de Joaquín Díaz. La asociación vecinal de San Isidro ya reclamó el pasado año, durante la celebración de las fiestas del barrio, que el etnógrafo y divulgador prestara su nombre a la plaza. El alcalde, Jesús Julio Carnero, ha aceptado esta petición y recordado que Díaz (Zamora, 1947, en Valladolid desde 1951) es «una de las figuras más relevantes en el estudio y divulgación de la cultura tradicional»...
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15 de junio de 2024. Olmedo (Valladolid)
El 15 de junio se celebró en la Corrala del Palacio del Caballero, en Olmedo, un homenaje a Manuel Rodríguez Centeno, socio de la Asociación de Amigos de la Fundación y persona muy querida por sus dotes musicales y su calidad humana. Joaquín Díaz introdujo el acto con estas palabras:
Podría darnos la sensación -equivocada, desde luego-, de que el mundo es cosa de anteayer y de que somos sus mejores y más preparados habitantes. No es así: la historia del pensamiento humano es larga y difícil. Sus bases se fueron estableciendo poco a poco sobre la observación curiosa del fascinante cosmos, que dio como resultado el nacimiento de creencias que generaron mitos, mitos que conformaron relatos legendarios, relatos que dieron sentido a fórmulas de comunicación, etc. Pero a pesar de que los mitos reflejaban las obsesiones e ideas de individuos primitivos, hechos que luego se iban plasmando en leyendas, su lenguaje –el lenguaje en el que llegaron hasta nosotros- fue, desde Homero, el de la comunicación, esa forma de transmitir los conocimientos que pretendía relatar las creencias acerca del origen de nuestra especie, de sus presuntos pecados, del castigo infligido por ellos o de la regeneración a través de un sacrificio o por medio de la venida a la tierra de un dios. Son ideas que perpetúan todavía hoy antiguas doctrinas de cuyo origen y desarrollo es responsable el ser humano con toda su carga de sueños, de esfuerzos y de preocupaciones. Pero el lenguaje usado, como digo, concebía la narración de todas esas antiguas leyendas sólo como una progresión de hechos que tenían coherencia entre sí porque se narraban sucesivamente y poseían un hilo conductor que los encadenaba. Decía Salustio, el autor de una obra titulada «Los dioses y el mundo» que los mitos imitaban a los dioses, y de esa forma los tenían cerca y los recordaban.
Cuenta una leyenda de esa Grecia primitiva a la que tanto debemos, que cada vez que los dioses se preocupaban por los humanos y tenían curiosidad por ver qué estábamos haciendo, se abría el firmamento para dejar salir una mirada luminosa que, al menos por un momento, permitía a los habitantes de la tierra observar el resplandor del ojo celestial. Se llamasen perseidas, oriónidas, o más tarde meteoroides y lágrimas de san Lorenzo, las estrellas fugaces siempre reclamaron nuestro asombro y nuestra admiración. Sobre su rápido destello también se crearon curiosos mitos, que nos hablaron de la forma de conseguir que se cumpliesen nuestros deseos o del medio eficaz para acordarnos de alguien querido.
Hay personas que pasan por nuestras vidas como las estrellas fugaces en el cielo. La duración de su tránsito suele parecerse a una exhalación y es tan breve como la fascinación que despierta en nosotros, pero su luz, la luz que arroja por un momento sobre nuestra oscuridad, ilumina las existencias de quienes la rodean y alumbra como un faro nuestro cabotaje de puerto en puerto.
Manolo fue una de esas personas. Su vida duró menos de lo que hubiese merecido por sus virtudes, que las tenía y bien destacadas. Entre todas ellas, mencionaré dos en las que fue un verdadero ejemplo: el trabajo y el trato. El trabajo porque, pese a las dificultades que el destino puso en su camino se empeñó en conseguir altas metas y las alcanzó. Realizó trabajo de campo, no dejó jamás el terreno de la interpretación que era su pasión, siguió dando clases culminando una vocación docente y haciendo partícipes a sus alumnos de su ilusión a toda prueba, e incluso se adentró en el mundo académico publicando algún artículo en el que se reflejaba su cariño a su tierra y al Olmedo de sus mayores. Recuerdo la ilusión con que me remitió para la Revista de Folklore un artículo sobre las rogativas a la Virgen de la Soterraña, recogidas a Tecla García y a Tere Molpeceres.
En cuanto al trato poco podría decir que no sepan quienes me escuchan esta noche. Todos los que hemos venido a rendirle este homenaje -familia, amigos, conocidos-, tuvimos ocasión de disfrutar de su cercanía: Manolo repartió sonrisas y afecto donde quiera que estuvo, y ese fue su mejor regalo. En el mundo de las creencias, son pocas las religiones que no respetan el recuerdo de los seres queridos. De ese modo, su memoria permanece y su figura se hace más grande y nítida al rememorar los hechos que le hicieron destacar o en los que sobresalió por sus méritos. Creo que no podría haberse elegido un acto mejor para rendir homenaje a Manolo que hacerlo con música, y precisamente con la música que fue el norte de su vida y de su dedicación. El cariño con que se ha preparado el concierto que vamos a escuchar, se adorna esta noche con su sonrisa y con su ilusión.
Joaquín Díaz
21 de junio de 2024. Valladolid
En el Palacio de la Diputación de Valladolid, el Presidente de la Institución Conrado Iscar hizo entrega a Diego Fernández Magdaleno del Premio anual «A la trayectoria artística». Joaquín Díaz pronunció la Laudatio:
En los actos de entrega del premio a la trayectoria artística que promueve anualmente la Diputación de Valladolid, es costumbre que alguien pronuncie una laudatio o alabanza de la persona premiada. Me corresponde hoy a mí ese honor, que trataré de desempeñar con mucho gusto, y podría añadir que casi con desenvoltura, pues no es la primera vez que tengo que glosar el trabajo y la personalidad de Diego Fernández Magdaleno. Su trabajo nunca será suficientemente reconocido porque la propia inquietud del premiado y la incesante actividad que desarrolla en diferentes ámbitos del conocimiento, convierten su currículo en una sinfonía inacabada y revolucionaria, que tan pronto se mira en los espejos del tiempo -y es el caso de uno de sus más recientes trabajos, compartido con Jordi Savall-, como se sumerge en un silencio poético para intuir las ausencias que llegarán inexorablemente, tal y como nos ha ofrecido en su último poemario. La personalidad de Diego podría explicarse, siguiendo los tratados de Galeno o de Avicena, ahondando en los aspectos emocionales de su carácter, que nos muestra un temperamento entre melancólico y flemático. Pero al mismo tiempo ese temperamento se convierte en un sistema musical, que oscila en virtud de sus propias necesidades armónicas.No practica Diego una música aislada de la existencia. Estamos ante un músico que comprende y ensaya muchas más artes que las interpretativas, haciendo de todas ellas un soporte para su vida y su trabajo.
El haber nacido en Medina de Rioseco no es un dato más o una simple mención geográfica en su biografía. Diego Fernández Magdaleno practica un riosecanismo activo y es en esa ciudad de los Almirantes donde gestiona su tiempo y revive lo cotidiano para ponerlo en orden y saborearlo como si fuese un café de Cubero. Huyendo de una sociedad que necesita oirse para existir, Diego ha renunciado a vivir y a triunfar en un mundo donde la locura y la fama solo pertenecen a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados, como acertó a diagnosticar hace ya muchos años el escritor portugués Fernando Pessoa. Parafraseando a Francisco de Quevedo -que se denominó a sí mismo como Señor de la Torre de Juan Abad, ese pequeño y dulce retiro del Campo de Montiel-, podríamos alterar levemente sus versos para decir que Diego:
Retirado en la paz de Rioseco / con pocos pero doctos libros juntos
vive en conversación con los difuntos / y escucha con los ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos, / o enmiendan o fecundan sus asuntos
y en músicos callados contrapuntos / al sueño de la vida hablan despiertos.
De algunos de sus maestros, Diego aprendió a valorar un tipo de enseñanza musical que fuese integral. De Miguel Frechilla, por ejemplo, tomó el consejo de insertar la música, que es algo intangible, en otros ámbitos humanistas como el artístico, el literario o el filosófico. De Pedro Aizpurúa aceptó la lección vital de respirar la belleza y la bondad, porque ambas necesitaban ser respiradas para renacer auténticas en un universo feo y caótico: la respiración profunda, inseparable, rítmica, que rescata, como el hallazgo de una olla con monedas de oro entre las ruinas, el insoportable encanto de la amistad. Hoy, cuando se habla más de destrucción que de vida, cuando empezamos a vislumbrar todo lo negativo que tuvo el siglo XX -tan cargado de guerras y de muerte-, cuando se cree más en un incierto futuro para los pueblos que en un amanecer esperanzado, Diego confirma rotundamente que, frente al vacío de los días y la inutilidad de las horas, frente al éxtasis que desembocará en el otoño, nos queda la memoria individual, que no es poco. Memoria con la que hemos construido los cimientos de nuestra vida, conversación tras conversación, melodía a melodía hasta que se nos ha hecho tan necesaria como el aire que respiramos. Ese aire leve y nuestro que encierra una mística, una línea del lejano horizonte donde la vida y la muerte se confunden añorando la cercanía de lo humano. En la muerte de Aizpurúa, Diego recordó una lección más de su maestro, en este caso patente y útil para todo uso y ocasión: por encima del perdón está el ser capaz de no sentirse ofendido.
De otro amigo admirado y cercano, Ramón Barce, recibió algo más que consejos. Con parte de su obra, y para conmemorar el aniversario de su fallecimiento, Diego estrenó 22 obras suyas en el Auditorio Nacional de Madrid. Toda la prensa se hizo eco del acto en términos elogiosísimos. Por ejemplo, Víctor Pliego de Andrés escribió al hacer la crítica del evento: «Las propuestas fueron muy variadas y Diego Fernández Magdaleno realizó la titánica tarea de estrenarlas todas con su toque impecable y un magnífico sentido de la musicalidad. Además supo encontrar un hilo conductor en la heterogénea colección reunida y acertó en la manera de ordenarla en una sucesión coherente».
Tal vez sin pretenderlo, Víctor Pliego señaló una de las claves que siempre sostuvo el edificio creativo de Diego Fernández Magdaleno: la coherencia. Frente al contorno brumoso y a veces oscuro que rodea la denominada «música contemporánea», él ha ofrecido la disciplina de su pensamiento analítico, llevando el estudio de cada una de las obras que interpreta al terreno de la personalidad de los autores, desvelando sus técnicas de composición a la luz de la idiosincrasia de cada uno. Dando al contingente desorden de un modernismo conceptual, la serenidad de una observación personal y sincera en la que predomina una clara estructura interpretativa. Tal vez esa cualidad, este innegable mérito, haya sido la causa por la que autores de muy diversas tendencias han confiado en Diego como el traductor más fiel de sus obras, como el traductor que domina ambos lenguajes -el de la creación y el de la interpretación- para dar la visión holística de una obra. De ese modo, más de 70 compositores han caminado de la mano de Diego en más de 300 estrenos absolutos de sus obras: Alís, Barce, González Acilu, García Abril, Claudio Prieto, Guinovart, Tomás Marco, Armand Grèbol, Jesús Legido, Teresa Catalán, Francisco García Álvarez, Ana Fontecha, Josep Soler, Elena González y tantos otros, han hablado por boca e interpretación de Diego.
De su incesante actividad da cuenta su currículo: profesor del Conservatorio de Música de Valladolid, del que fue director durante 4 años, y miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, en la que ingresó con un discurso dedicado a la música española actual. Director del congreso sobre Creación musical contemporánea de Valladolid y Presidente en España de la Asociación europea de profesores de piano, ha rescatado del injusto olvido numerosas obras de autores españoles, presentando además integrales de músicos como Félix Antonio, Enrique Villalba o Jacinto Ruiz Manzanares. Escritor y poeta, a través de sus libros que abordan temas profesionales y humanos, Diego nos ha hecho partícipes de sus reflexiones sobre la música y el humanismo en tiempos adversos.
Sus grabaciones para Radio Nacional de España (Radio 1, Radio clásica, Radio 5…), para France Musique, RAI, BBC, Antena 3 y Televisión española, han contribuido a difundir en medios audiovisuales la magia de sus interpretaciones que, de otro modo, hubiesen quedado en el acto único e irrepetible de un concierto.
Diego ha recibido numerosos reconocimientos de instituciones, entre los que cabría citar el Premio Racimo de Música de la Fundación Serrada (2009), la Membresía de Honor de la Asociación Europea de profesores de piano (2009 también) el Premio «Un diez para diez» (2011), el premio «Servir» del Club Rotary (2012), así como el título de Hijo Predilecto de Medina de Rioseco (en 2013). Desde noviembre de 2017 preside el jurado del Premio internacional de piano Frechilla- Zuloaga. El premio Nacional de Música de 2010 vino a reconocer su extraordinario talento y la Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio -que se le otorgó este mismo año- sus trabajos en los campos de la educación y la cultura. Con el galardón que hoy se le entrega, finalmente, el jurado premia una trayectoria artística, plural y sobresaliente, dentro de los ámbitos de la música y el pensamiento.
Joaquín Díaz
El fondo fue regalado por las monjas a un anticuario, para ser posteriormente rescatado por Joaquín Díaz. Los 1.482 documentos, fechados entre los siglos XVIII y XIX, se custodian hoy en la biblioteca histórica Marqués de Valdecilla de Madrid.
Ya están disponibles los vídeos de las conferencias celebradas:
• Octubre 25
Guillermo Herrero: La encuesta del Ateneo
• Noviembre 29
Luis Alberto de Cuenca: Poesía griega arcaica y sus metamorfosis en mi poética
• Diciembre 27
Arturo Martín Criado: Promesas y exvotos
Conferencias celebradas:
• Enero 26
Joaquín Álvarez Barrientos: Costumbrismo y costumbres. Lo que pasa entre nosotros
• Febrero 23
Juan José Prat Ferrer: Los grandes temas de la cuentística
• Marzo 15
Miguel Delibes: La Tierra herida
• Abril 19
Joaquín Díaz: Papeles para plegar. La vida en dobleces
• Mayo 31
Manuel Amezcua: Creer y curar. Medicina popular
Creación videográfica de Arantxa Morán sobre música de Joaquín Díaz
Edición digital: Fundación Joaquín Díaz • 2024
Los «Temas didácticos de cultura tradicional» fueron unos cuadernos editados a partir de 1986 por el entonces recién creado Centro Etnográfico de Documentación, germen de la Fundación Joaquín Díaz, en la Diputación de Valladolid. Casi treinta autores desarrollaron temas dirigidos especialmente a profesores y alumnos que quisieran ampliar sus conocimientos sobre el mundo de la tradición y el patrimonio. La publicación en formato digital permite ahora disfrutar de una fuente de datos que no ha perdido un ápice de su interés pese al transcurso de los años.
Joaquín Díaz
Puede descargarse cada cuaderno haciendo click en la correspondiente portada:
Edición digital: Fundación Joaquín Díaz • 2024
Con la denominación Álbumes históricos se incluyen en esta sección algunos libros y documentos pertenecientes a la biblioteca de la Fundación que, por su valor o rareza, pueden ser considerados únicos o de alto interés bibliográfico.
Puede descargarse cada album haciendo click en la correspondiente portada:
25 de abril de 2024. Madrid
Joaquín Díaz, José Ramón Pardo, editor del libro-disco, y el propio autor, Xavier Ribalta, presentaron el jueves 25 de abril el trabajo diseñado y maquetado en la Fundación.
José Ramón Pardo, Jesús Antonio Cid y Joaquín Díaz
Sentados, de izquierda a derecha: Jon Juaristi, Xavier Ribalta, Joaquín Díaz, Ana Valenciano y Ramón Andreu.
De pie, de izquierda a derecha: Teresa Tortella, Susana Martín Zaforas, Milagros Laín,…, Jesús Antonio Cid (Presidente de la Fundación Menéndez Pidal), José Luis Forneiro, Isabel García Muñoz, José Ramón Pardo y Sara Catalán (hija de Diego Catalán y bisnieta de Don Ramón Menéndez Pidal).
Conocí a Xavier Ribalta en Valladolid en 1968. Ya sabía que existía, porque en aquella España de los años 60, todo lo que se hacía en Barcelona o en París o en Nueva York llegaba a quien quería que le llegase, pero le conocí por fin personalmente en un recital que se hizo histórico por muchas razones. Hace poco precisamente lo recordaba con Paco Ibáñez, el otro protagonista de aquel evento -ambos constructores del proyecto inolvidable de Moshe Naim que se llamó Los unos por los otros-, y hablábamos del entusiasmo de aquella noche con un público entregado, de los problemas de los dos intérpretes con aquel dichoso censor, o inspector de la brigada político social, que quería mantener las luces de la sala encendidas para vigilar mejor cómo se enardecía la grada, de la eufórica salida del teatro Carrión y de las carreras finales delante de las porras de la policía que dejaron la calle despejada. Yo salí más tarde, después de saludar a ambos cantantes, y quedé sorprendido por la soledad de las calles. Sorprendido y tan desolado como aquellas mismas calles...Alguna vez he escrito sobre esos años. La historia de la España de la posguerra es inabarcable. Nadie podrá condensar en palabras los sentimientos, pasiones, sufrimientos e ilusiones de quienes vivimos en aquellos años. A pesar de todo, algunos poetas y músicos fueron ofreciendo su particular mirada, su interpretación casi siempre angustiada del entorno. A todos les unía la misma ansiedad por transformar la realidad, la misma voluntad de lucha contra la injusticia arbitraria o contra la opresión insensata. Hay quien opina que la censura pudo ser un acicate para la creación; un escollo que debía de salvar el autor con mucho ingenio y algo de fantasía. Me da mucha tristeza pensar que cabría una justificación, por ligera que fuese, a un acto tan manifiesto contra la libertad. Frente al hecho cierto de que quienes ejercían el oficio llegaron a hacerse comprensivos en las épocas en que comenzó a degenerar el uso y el sentido de su función, hay que tener en cuenta también que su actividad generó un miedo con frecuencia obsesivo y casi paranoico en muchas personas.
Pero vuelvo al recital: lo que más me sorprendió y sigue constituyendo hasta hoy un maravilloso secreto fue el descubrimiento de la trascendencia en la elección de los repertorios y la importancia de una buena selección de textos y melodías a la hora de comunicar, cosa en la que Xavier Ribalta y Paco Ibáñez ejercían ya un magisterio incontestable. Siempre he pensado que si hay algo de lo que puede enorgullecerse un cantante -ya hablemos de un juglar medieval o de un cantautor del siglo XXI- es de dar nueva vida a las palabras de un poeta al que elige como compañero de viaje porque le toca el corazón. Así, a la comunicación abstracta se opone el acto concreto de compartir una experiencia vital común que aporta, como en el caso del amor, frescura y pasión al acto poético o musical. De ese modo, como diría Paul Zumthor, la actuación del intérprete compromete a toda su persona: «el conocimiento, la inteligencia, la sensibilidad, los nervios, los músculos, la respiración…» Leyendo las palabras de Zumthor es evidente que no habla de juglares anónimos, de bardos transgresores, de trovadores enamorados, de actores falaces, de poetas ingeniosos, sino de «personas», personas que traducen un compromiso –el de comunicar sabiduría y emoción- a través de su voz, que envuelve al oyente y le eleva por encima de la realidad, destacando al mismo tiempo su pertenencia a una tierra y a una cultura y subrayando con trazos indelebles el valor mítico de la memoria. Personas especializadas, pues, en un acto de comunicación que consiste en recibir y dar en constante alternancia: primero se forma la mentalidad (que sirve para entender) y la memoria (con el fin de aprender, interiorizar y recordar), para después utilizar la voz, el ritmo y el gesto en el acto de entregar. Tendríamos que preguntarnos si han pasado realmente ocho siglos porque el oficio de juglar sigue siendo ahora tan necesario como entonces.
Rafael Alberti escribió de Xavier Ribalta que no se parecía a los demás cantantes o cantautores de su época porque su voz era más terrestre, "como salida del fondo de una hondonada natural, en busca de la ancha expansión del viento libre y expresada en esa bella lengua de la tierra áspera". Es hermosa la definición, como todas las cosas que tocaba o decía Alberti, pero tal vez es solo una bonita descripción de la parte más evidente de Xavier, esa que le une a un lugar y a una lengua. Yo añadiría que una de las grandes cualidades que adornan a Xavier Ribalta, y que probablemente tenga que ver con su elegancia humana y con su capacidad de reflexión, es su tremenda habilidad para descubrir la poiesis en un mundo que camina precisamente en dirección contraria. A lo largo de casi treinta cuidadas ediciones a cuál más interesante y novedosa ha ido seleccionando poetas y poemas imprescindibles. En la nómina, nada menos que Joan Maragall, Salvador Espriu, Apelles Mestres o Joan Margarit artistas completos y universales.
Al escuchar a Xavier me he acordado muchas veces de que, nada más entrar en la universidad preferí doctorarme en Brassens antes que en derecho romano. Elegí con plena consciencia el misterioso jardín de las palabras y nunca me he arrepentido, porque es a jardineros como Xavier, o como Paco Ibáñez, a quienes debo los mejores momentos de mi vida. Fueron ellos quienes seleccionaron las flores más intensas y fragantes y quienes educaron mis sentidos.
Del repertorio que ha seleccionado Xavier para este disco libro me quedo con tres temas: «Duérmete fiu del alma» porque es una canción que me habla de mis propios orígenes, «Al vent» porque forma parte de mi propio repertorio durante los años como intérprete y «Grandola vila morena» porque tiene recuerdos inolvidables de Portugal: el año 1968 fui invitado por Movieplay Portugal -donde estaba de director Carlos Pérez Alvaro y de jefe de promoción Antonio Rolo Duarte- a hacer una gira por el país con muchos recitales y programas de televisión. Antes de la actuación en el teatro Vilaret de Lisboa, unos amigos del partido comunista portugués me llevaron a su casa de Oeiras para una reunión con otros cantantes portugueses como José Afonso dos Santos o Mario Correa de Oliveira. El encuentro -en un piso pequeño y como piojos en costura- me permitió escuchar de forma casi íntima (José Afonso estaba tan pegado a mí que casi podía susurrármelo) el tema que luego sería el comienzo del levantamiento contra Marcelo Caetano. Recuerdos y vivencias que hay que agradecer al gran cantor Ribalta.
Joaquín Díaz
Sabatery Michel y Michel Blanes, especialistas franceses sobre este juego indican que «Le Tambourin» (La pandereta) desciende de los juegos de mano que se practicaban en la antigüedad. Los instrumentos variaron; las reglas un poco menos. En Languedoc y Provenza, el balón se devolvía con un brazalete de madera que protegía la mano, de 1500 a 1860; desde entonces se ha preferido utilizar un pandero pequeño de piel de cabra. En la primera mitad del siglo XX había tres fábricas que construían estas raquetas y de la fábrica de «Jaudon» Carlos Piñel donó a la Fundación hace unos meses un precioso «tambour» exageradamente decorado. El ejemplar que ahora nos ha llegado procede de la fábrica de Gignan donde existe un Museo sobre este juego con piezas procedentes de Francia, Italia y Brasil.
También hemos recibido como donación un pífano fabricado en madera de una sola pieza con una llave en las notas graves con el sello Couesnon & Cie de París, de finales del XIX donado por Jorge Guerrero, de San Sebastián.
Junto a ello incluimos un par de tejoletas realizadas a principios de los años ochenta del siglo pasado por Delfín Hernández, quien fuera uno de los impulsores de este sencillo instrumento. En este caso fue un regalo realizado al también desaparecido Félix Pérez, componente del grupo Candeal, de Valladolid. Otras incorporaciones son un par de palos de paloteo de la danza de Cisneros, fabricados en madera de almiez en 2014 regalo de la Cofradía de la Virgen del Castillo a Carlos Porro y un acordeón de botones de pp. del XX utilizado por un músico aficionado vallisoletano y donado por su sobrino César López Tomillo. Un pequeño pandero cuadrado de una sola piel cosida al marco y adornado con cuatro cascabeles realizado al modo de Aceuchal (Badajoz) por Pepe Gª Cano de Almendralejo forma parte también del Museo.
Donación de la Asociación de Amigos de la Fundación Joaquín Díaz:
Se trata de un interesante tambor militar usado principalmente para las milicias francesas que pudo haber pasado a España con otros usos. Está fechado a principios del siglo XX -a partir de 1900, pues es la fecha que aparece en el sello- y conserva la marca de la misma casa fabricante o exportadora Couesnon & Cie de París, proveedores del ejercito francés y premiados en diversas exposiciones.
Donación de la Asociación de Amigos de la Fundación Joaquín Díaz:
Blas González García. Valladolid. Oleo sobre lienzo.
Blas González nació en Valladolid en 1839 en una familia de artistas. Su padre fue Pedro González Moral, académico de Bellas Artes de la Purísima Concepción, y un hermano suyo, Casimiro González García-Valladolid escribió una de las obras más celebradas de los comienzos del siglo XX vallisoletano: Valladolid, recuerdos y grandezas. Otro hermano, Isidro, compartió con Blas las clases sobre técnica pictórica que su propio padre les impartió. Ambos cursaron estudios en la Escuela de Bellas Artes teniendo como maestro a José Martí y Monsó. Su entrada en la Escuela como profesor y sus trabajos en la Facultad de Medicina de Valladolid en la cátedra de Anatomía le dieron experiencia también en el arte de la escultura.
El cuadro «La venta de un caballo» fue presentado a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid y está dedicado, en el reverso, a Lázaro Rodríguez, primo del pintor, con motivo de su nombramiento como gentilhombre de Cámara de Su Majestad La Reina Isabel II.
Donación de la Asociación de Amigos de la Fundación Joaquín Díaz:
Variación sobre «El ciego músico», de Ramón Bayeu, en el Museo del Prado. Óleo sobre lienzo.
Donación de la Asociación de Amigos de la Fundación Joaquín Díaz:
Este piano, «fabricado en Inglaterra para la Isla de Cuba con Real privilegio de S.M. la Reina doña Ysabel II», según dice una placa de plata que se observa sobre el teclado, siguió un modelo «invención de R.C. Ferro, de la Habana». Ferro fue vendedor y fabricante de pianos en la Habana y tuvo su establecimiento en la calle de la Lamparilla 94, donde vendía desde pianitos de Erard a pianos de pierna de calzón (pianos de cola con patas en forma de pierna que se cerraba hacia la parte de la rodilla como si fuera un calzón de hombre). Aparecen anuncios de su establecimiento en el «Diario de la Marina» periódico oficial del Apostadero de la Habana en 1852.
Donación de Teresa Salvador Berrueco:
La Fundación recibe en donación la colección de obras de arte del Grupo Simancas reunida por Teresa Salvador Berrueco.
En torno a la librería Relieve, fundada por hermanos Domingo y José Rodríguez «Pepe Relieve», surge un grupo de poetas, pintores, escultores o críticos que se reencarnan bajo el nombre de «Grupo Simancas», seudónimo otorgado en la posteridad precisamente por desarrollar en este pequeño pueblo vallisoletano su actividad artística a partir de los años setenta del siglo XX.
A pesar de que el «Grupo Simancas» estaba formado por diferentes miembros, hubo seis pintores que conforman el núcleo principal e inicial del grupo:
En el año 1993 La Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León promovió, a través de su Servicio Territorial de Valladolid, una intervención arqueológica en Urueña a raíz del descubrimiento de evidencias substanciales durante unos trabajos agrícolas en un terreno próximo a la población, conocido como Los Pedregales. La relación de pruebas se concretaban en: un silo subterráneo, una concentración inusitada de material constructivo arruinado y un fragmento de piedra arenisca con inscripción...
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