Portada: Pandereta pintada popular
Los más recientes estudios bíblicos tienden a considerar el libro del Génesis como el resultado de una serie de relatos orales del segundo milenio antes de Cristo. Si esto es así, tendríamos la primera referencia literaria del uso del pandero en uno de sus capítulos, precisamente el que describe el episodio en que Labán da alcance a Jacob y le reprocha que haya huído diciéndole: “Yo te habría despedido con alegría y con cantares, con panderos y arpas”. En el libro del Exodo, María, la hermana de Moisés y Aarón, toma un pandero y, seguida por otras mujeres que también los llevan, se lanza a alabar a Yavé porque arrojó a los egipcios al mar. La palabra Toph, en hebreo, significaba tambor, pero también cualquier objeto ruidoso en una de cuyas caras se pudiese golpear para hacer ruido, como un pandero. Esta significación iba unida a una historia por lo menos curiosa: una parte del valle de Hinnom, cerca de Jerusalén, se llamaba Tophet, en recuerdo de los sacrificios de niños que en ese lugar se atribuían a los seguidores del Dios Moloch.
El lugar fue llamado en griego Gehenna y por sus características y por los hechos que allí tenían lugar bien podía considerarse como la antesala del infierno. Los sacerdotes de la terrible religión se dedicaban a tocar tambores para no escuchar los gritos de los niños sacrificados al dios. Plutarco lo confirma en su libro sobre las supersticiones de los pueblos de la antigüedad cuando dice: “Antes de que la estatua fuese llenada de niños se inundaba la zona con un fuerte ruido de flautas y panderos, de modo que los gritos y lamentos no alcanzaban los oídos de la multitud” (De Superstitiones, 171). Cuando el profeta Ezequiel consigna las palabras que Yavé dirige al rey de Tiro para explicarle la vida del hombre antes de la expulsión del paraíso, dice: “En el Edén estabas, en el jardín de Dios, y en oro estaban labrados los panderos que tenías desde el día de la creación”.
Todos estos relatos hacen suponer que el pandero era un instrumento bien conocido para los hebreos y muy relacionado con los usos litúrgicos, como antes lo fue para otras civilizaciones de las que se conservan restos en los que aparece alguna iconografía. En efecto, en las excavaciones de Catal Hoyouk, en Turquía, se han encontrado, en las paredes de un mausoleo de la que se considera una de las primeras ciudades de la historia, unos sacerdotes tocando panderos para acompañar un rito seguramente funerario. Esa relación entre religión e instrumento golpeado se confirma en muchos otros textos, bíblicos o no, en los que se usa el instrumento para “vencer a los enemigos”, para alabar a Dios o para recibir su palabra.
La pintura sobre piel -sobre la propia piel humana en primer lugar y sobre pieles de animales después- parece ser una costumbre que el individuo ha usado con fines artísticos, de camuflaje para la caza o simplemente de reconocimiento tribal. Esa pintura sobre piel, trasladada a un instrumento ritual como el pandero, parece por tanto, desde los tiempos más antiguos, una realización que podría servir tanto para identificar al objeto, como para transmitirle las propias sensaciones o para plasmar una mentalidad por medio de líneas, colores o formas. En suma, estamos ante una arcaica fórmula de comunicación que adquiere hoy ante esta exposición, un valor casi olímpico y no lo digo en el sentido deportivo. Textos, imágenes y matices se combinan sobre tensas membranas que podrían servir para acompañar, golpeadas o friccionadas, canciones y bailes que se convertirían en un “espectáculo” total auspiciado por las Musas y digno del Olimpo.
Museo de La Casona
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II Simposio de Literatura Popular
LA IMAGINATURA: El arte de comunicar con imágenes
19 y 20 de julio de 2011
Acostumbrados a considerar las imágenes como una compañía virtual permanente, se nos hurta a diario la posibilidad de distinguir entre aquellos iconos que transmiten mensajes por sí mismos y los que sólo son figuras sin representación. Los lenguajes que utiliza la imagen van desde el idioma abstracto y polisémico hasta la comunicación de ideas sobre cuyo sentido se efectúa una nueva elaboración personal, acorde con la educación visual o gráfica de cada uno.
El segundo simposio sobre Literatura Popular reunirá en Urueña a especialistas en la transmisión de ideas y conceptos literarios a través de las imágenes.
Organizan:
Fundación Joaquín Díaz
Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Ponentes Día 19
11:00 horas: Juan José Prat "Arte verbal e imagen pictórica"
12:30 horas: Jean François Botrel "La adaptación escriptovisual de la narrativa en los pliegos de aleluyas y algún no-libro más"
17:00 horas: Luis Resines "La educación religiosa en imágenes"
18:30 horas: Jesús María Martínez González "Ediciones en castellano de imaginería popular europea"
Ponentes Día 20
11:00 horas: Salvador García Castañeda "Madrid en aleluyas"
12:30 horas: Diego Visone "Aleluyas y teatro: la estrategia de Francisco Arderius"
17:00 horas: Marie Linda Ortega "El artista Ortego"
18:30 horas: Jesús Rubio Jiménez y Javier Urbina "Imagen y política: el inquietante mundo de SEM"
Precio del Curso, 50 euros
Inscripciones, info@funjdiaz.net
Exposición en el Centro e-lea, Miguel Delibes, Urueña:
IMAGINERÍA POPULAR EUROPEA
Exposición en la sala del Teatro Zorrilla de panderetas pintadas
Nuevo CD:
El Quarteto de Urueña y Joaquín Díaz han editado un CD titulado
LOS CANTARES QUE NO QUERÍAN MORIR
¿Qué nos impulsa a escuchar y cantar las viejas melodías sefardíes? ¿La nostalgia quizás? ¿O acaso el recuerdo de un país –Sefarad- en el que una vez sonaron armoniosamente unidas, las voces más diversas? Silenciadas durante cinco siglos por la ausencia de los judíos españoles que las entonaban, algunas de aquellas viejas melodías vuelven a escucharse hoy bajo el mismo cielo que las vio nacer, merced al arte y a la determinación del eminente investigador, musicólogo e intérprete excepcional, Joaquín Díaz, que sabiamente las rescató del olvido.
Si un día, familiarizado ya con estas melodías antiguas que Joaquín Díaz y el Quarteto de Urueña nos proponen en este álbum titulado “Cantares de Tetuán”, te sientes perseguido por ellas o te sorprendes tarareándolas, es porque no quieren morir. Ellas saben cuánto depende de ti que sigan vivas para inspirarnos a todos el amor al común acervo cultural que expresaron al unísono, cristianos, judíos y musulmanes en nuestra España. Préstales algo de tu tiempo y tu memoria pues estas melodías ancestrales, aún hoy frescas y lozanas, han salvado gallardamente montañas de indiferencia y cruzado valientemente los mares azarosos de las modas cambiantes, para llegar hasta ti de la mano de quien mucho las ama, mi admirado amigo Joaquín Díaz.
Gracias, Joaquín
Baruj Garzón, un viejo rabino tetuaní, embelezado por ese misterioso eco de eternidad que suena entre las notas de la música sefardí, es decir española, que aquí vuelve a surgir de tu alma de artista.
UN AFECTO MUY ESPECIAL
A menudo pude comprobar en el pasado, el entusiasmo de los sefardíes por su cultura, tan judía y tan española al mismo tiempo. Ya fuese cuando preparaba algún disco sobre sus canticas –para lo cual solía recurrir a la memoria de las madres de mis amigos judíos, las inefables abuelas preservadoras del espíritu de Sefarad-, ya fuese cuando comprobaba en las propias comunidades dispersas por América que el pecado de la modernidad todavía no había hecho mella en exceso en el repertorio familiar, ese entusiasmo me confortó y fue mi guía. Es probable incluso que haya contribuido grandemente a engrosar el número de trabajos que publiqué, a lo largo de muchos años de actividad discográfica, sobre el legado sefardí. Cuando comencé a interesarme por la música judeo-española, allá por el lejano año de 1965, apenas se encontraban en el mercado fonográfico grabaciones, tanto de las llamadas “de campo” como de las denominadas comerciales, de modo que tuve que recurrir a unos cuantos amigos y a otros pocos cancioneros para reunir un número suficiente de temas con el que completar un disco monográfico. Muchos años después –casi 50, si quisiéramos redondear las cifras- es tan rico y tan variado el cultivo académico y estético de tan espléndido legado que sería insensato no reconocer el valor de lo estudiado y recuperado en este medio siglo. Me queda, en lo personal, el orgullo de haber conocido a muchos sefardíes irrepetibles y entrañables, cuyos consejos y conocimientos me ayudaron a ser mejor persona y más versátil cantante. A todos ellos y a quienes contribuyeron desde diferentes campos al enriquecimiento del patrimonio judeo-español vaya desde aquí un reconocimiento sincero y devoto.
A lo largo de estos años, muchos cancioneros fueron revelando las joyas que atesoraba el legado particular de los judíos de Marruecos. Desde 1896 en que Salomon Levy envía tres romances de Orán a Menéndez Pidal o Baruch Bentata anota el romance de “Victorioso vuelve el Cid” en un cuaderno personal, han pasado muchas cosas. Cantores y cantoras han colaborado con anotadores y anotadoras para que la tradición, al menos la oral y la escrita, no desapareciese. No hubiese venido mal, sin embargo, una tercera vía, la del reconocimiento del imaginario poético y fantástico de los judíos españoles, a la hora de explicar por qué personajes como el Cid sobrevivieron entre ellos hasta nuestros días gracias a esos “cantares” o romances en los que se hablaba de lugares tan lejanos (Toro, Burgos, Cardeña) y de hazañas “retocadas” pero indefectiblemente heroicas. ¿Qué extraña connivencia con el ámbito del mito llevaba a una mujer sefardí de Tetuán, por ejemplo, a recordar la leyenda de Belissent, la hija de Carlomagno, y retenerla en la memoria? ¿Y qué atractivo podía tener para la comunidad judeo-española la historia de Bernardo del Carpio cuando ya estaba olvidada en su lugar de origen? Algo de eso explica Baruj Garzón, desde el lenguaje del afecto y la emoción, al hablar en las líneas precedentes del “embeleso” que producían estos temas.
Al esfuerzo realizado por Menéndez Pidal, Manrique de Lara, Manuel Ortega, Juan Martínez Ruiz, Paul Benichou, o, más recientemente, Samuel Armistead o Susana Weich-Shahak para difundir el cancionero sefardí del norte de Africa tendríamos que añadir algunos trabajos que, por diversas razones, han ido quedando olvidados o sencillamente se han obviado por diferentes razones. Uno de ellos, el Cancionero judío del norte de Marruecos (1952-1954) debido a Arcadio de Larrea, no alcanzó nunca precisamente buenas críticas. Es cierto que su autor, a quien llegué a conocer y tratar ligeramente a partir del año 1968, no se caracterizó por sus dotes para cultivar amistades y siempre fue considerado como un personaje “difícil” con toda la carga semántica que la palabra pudiese acarrear. Algunas biografías recientes que tratan de recuperar su trabajo y su personalidad hablan de su “aguda inteligencia y enorme capacidad intuitiva” a la hora de valorar sus méritos, con independencia de su concepto de la amistad (1). Mi experiencia se reduce a varios encuentros en los que siempre compartí su presencia con otras personas, de modo que no puedo hablar de entrevistas cercanas en las que tuviera oportunidad de charlar de temas particulares o de conocerle más en profundidad. Sí que puedo decir que coincidí con él y con Manuel García Matos en Madrid en 1969, siendo jurados los tres de un concurso que había convocado la librería Cultart en uno de esos períodos en que no se encontraba cerrada por orden gubernativa. Allí pude comprobar que lo que sentía Larrea por García Matos no era precisamente veneración y tuve que aguantar todas las invectivas que lanzaba contra él en cuanto se ausentaba, lo que me dejaba tan sorprendido como desasosegado pues no he comprendido jamás la envidia. En fin, para evitar más rodeos volveré al tema de su Cancionero que volvió a ponérseme de actualidad con motivo de una conversación tenida con José Manuel Fraile y con Antonio Lorenzo Vélez hará unos 20 años. Revisé el texto y las melodías y comprobé también la poca simpatía que despertaba la obra en estudiosos como Daniel Devoto o Samuel Armistead. Cuando hace un par de años decidimos el Quarteto Medieval de Urueña y yo que tendríamos que grabar algo juntos aunque no fuese más que para demostrar que vivíamos en el mismo sitio y teníamos gustos musicales comunes, volvió a salir el tema de Larrea y su Cancionero. César Carazo uno de los miembros fundadores del Quarteto había hecho algunas transcripciones y adaptaciones de una docena de romances –cantares como los llamaban en Tetuán- del libro, y a Luis Delgado y a mí nos pareció la ocasión perfecta para recordar al autor y a su trabajo casi seis décadas después de la aparición del Cancionero en el Instituto de Estudios Africanos. Éste es el resultado y esperamos que lo disfruten.
Joaquín Díaz
(1) Javier Lacasta, Carlos G. Sanz, Alvaro de la Torre: “Arcadio de Larrea: In memoriam”, Antropología Aragonesa, 1995
VENERABLES EMBAJADORES
Hace ya algunos años que, al hilo de un interés generacional, comencé a acercarme al repertorio sefardí, y todo fue, como en otras muchas cosas referentes a la música tradicional, a través de la escucha de los discos de Joaquín. Hacia 1984, Miguel Sánchez y Albina Cuadrado, en los albores de lo que sería posteriormente el grupo “Alia Música”, nos invitó a Begoña Olavide, a Carlos Paniagua y a mí a acompañarles en unos conciertos que tenían programados en la Sala “La Fídula” de Madrid. Se trataba de un bar situado en la zona de la Calle Huertas, donde en esos momentos comenzaban a proliferar los locales con música en directo. “La Fídula” fue el primero, y creo que también el único de ellos dedicado a la música clásica. El carácter aperturista del programador y el buen hacer de Miguel y Albina permitieron que el escenario acogiera un repertorio ajeno a lo que se pudiera entender por música clásica. En estos conciertos, por primera vez tuve la suerte de tocar las melodías que Miguel y Albina habían seleccionado del inabarcable repertorio sefardí.
Hoy, casi tres décadas después, y tras haber realizado numerosos conciertos y grabaciones sobre el tema, intento encontrar las razones que provocaron y aún mantienen nuestro interés en este repertorio. La historia de los sefardíes se mostraba como algo increíble y apasionante a nuestros oídos veinteañeros, y la anécdota ferroviaria, tantas veces repetida, en la que el Doctor Ángel Pulido se ponía en 1882 sobre la pista de las comunidades sefardíes en Europa, parecía surgida de un relato de aventuras de Emilio Salgari. La música nos acercó a un tiempo de nuestra historia y a través de ella aprendimos a valorarlo y a querer al pueblo que lo protagonizó. Hay que anotar que entre los numerosos intérpretes que en todo el mundo se dedican a la música sefardí, y concretamente en España, son muy pocos los que tienen raíces familiares judías, y aún menos los descendientes directos de sefardíes. Siendo así, hemos de admitir que el acercamiento a estas melodías se debe sin duda a una ansiedad por asomarnos a un sugerente pasado, que parece configurarse ante nosotros solo con leer los títulos de muchas de estas baladas, y a un deseo de establecer puentes de comunicación con aquellos que comparten nuestra historia.
Preparando un trabajo sobre instrumentos del barroco, encontraba hace unos días el texto de presentación de la “Orpheus Foundation Collection”, en el que presentan sus maravillosas violas renacentistas y barrocas como “venerables embajadoras de un pasado distante”. Así es; cuando uno toma entre las manos un instrumentos histórico, tiene la sensación de viajar de alguna forma en el tiempo, y su resonancia parece venir de otro lugar, tan cierto como intangible.
Creo que la música sefardí nos transmite una sensación similar. Estas canciones, cada vez que resucitan en las manos de algún intérprete, sea cual sea su origen, nos hablan de la nobleza de una sociedad intensamente vivida, que creó y cuidó este patrimonio sonoro y que aún hoy sigue emocionándonos con sus textos históricos, sus historias cotidianas y sus melodías.
Luis Delgado
Presentación del CD "Esperando al estéreo"
En Valladolid y Madrid (sala Manuel de Falla de la Sociedad General de Autores) se presentó el CD de Joaquín Díaz que contiene su primera grabación, realizada el año 1965. El acto de Valladolid fue presentado por José Ramón Pardo, director de Ramalama Music editora del CD y José María de Juana, periodista.
El Diario ABC publicó:
Hace años, bastantes, para qué engañarnos, el músico, folclorista, escritor y etnógrafo Joaquín Díaz aún no había cumplido los veinte. Viejos tiempos los de aquel 1965 en los que Joaquín grababa hasta cincuenta canciones (la mayoría clásicos del folk internacional) para Radio Valladolid y en su propia casa con un magnetófono de los de antes. Con estas cintas se presentó en Hispavox, la discográfica española que más pitaba entonces. Pero le hicieron el famoso caso omiso. Y se fue con la música a otra parte, a su casa. Y allí quedaron las tonadillas durante cuatro décadas.
Hasta hoy. En que remasterizadas se publican bajo el título «Esperando al estéreo (1965)». En total, 38 piezas. Vale la pena resaltar algunas bastante populares del folclore norteamericano como «Skip to my lou», «Down in the valley», «Hush little baby», aunque también hay clásicos del folk de los 60 como «Kisses sweeter than wine» y «Blowin in the wind», y de otras zonas del mundo como Goa, Chile, Francia, Israel, y algunos títulos imperecederos de José Alfredo Jiménez, Féliz Pérez Cardoso, Cholo Aguirre. . .
Este miércoles, el álbum se presenta en la SGAE (12.30 h.) en un acto en el que estará el propio músico acompañado por José Ramón Pardo, periodista y productor musical, responsable de Rama Lama, editora del disco, y Nacho Sáenz de Tejada, músico y periodista.
A lo largo de los últimos cuarenta y pico años, la labor musical de Joaquín Díaz ha sido hercúlea. No hay campo de la música popular y tradicional que no haya investigado, recuperado, y recopilado. «Esperando al estéreo» nos da una magnífica idea de sus primeros y ya acertados pasos por el mundo de la música, en un tiempo en el que las cosas tampoco estaban fáciles, pero en el que, como apunta nuestro compañero Manuel de la Fuente en el libreto, «con aquellas canciones, aunque fuese apenas por dos o tres minutos, nos sentíamos libres. Con aquellas canciones soñamos un mundo distinto y, sobre todo, mejor. Un mundo donde los cantores como Joaquín solo tuviesen que levantar acta de amores y desamores, de arboledas y ríos, de noches de verano, y besos junto al fuego. Con aquellas canciones, aprendimos a vivir. Y a bebernos la esperanza a grandes tragos.
Edición digital
La Revista de Folklore recupera su periodicidad mensual y está disponible en formato digital en la dirección:
VII Simposio sobre Patrimonio inmaterial "La Voz y el Mensaje"
Durante los días 11 y 12 de abril tuvo lugar en el Complejo de Turismo Rural de Tiedra, el VII Simposio sobre Patrimonio inmaterial dedicado a “La Voz y el mensaje”. Los ponentes analizaron, con el apoyo de una entrevista personal, las técnicas y modos de comunicación de su propia obra. El segundo día del Simposio, Paco Ibáñez hizo entrega a la Fundación de un par de castañuelas de ébano hechas por él mismo para que se exhiban en el Museo.
Las conversaciones se subirán íntegras en alta definición a la página de la Fundación.
Paco Ibáñez con Joaquín Díaz en el museo de la Fundación
De izquierda a derecha Fietta Jarque, Joaquín Díaz, Carlos Blanco, José Ramón Pardo, Amancio Prada, María del Mar Bonet, Vitorino, Luis Delgado, Martirio, Marina Rossell, Paco Ibáñez y Angélica Tanarro
En un descanso del Simposio: Vitorino, Paco Ibáñez, Marina Rossell, Pablo Guerrero, Martirio, María del Mar Bonet y Amancio Prada
Peridis entrevista a Ismael Fernández de la Cuesta
Están ya disponibles los vídeos del VII Simposio de Patrimonio Inmaterial celebrado por la FUNDACIÓN JOAQUÍN DÍAZ en Tiedra (Valladolid) entre los días 9 y 11 de abril de 2011, con la colaboración de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Puede accederse a través del Portal de la Fundación en la propia Biblioteca Virtual: