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La indumentaria es, sin duda, un medio de comunicación. A través de ella mostramos nuestro carácter, nuestro estatus, nuestro deseo de relacionarnos con lo demás y por tanto necesita de un lenguaje propio y especialmente expresivo. En la medida en que se sabe usar ese lenguaje, la transmisión es más nítida y certera. De los aspectos técnicos y de los diseños, por lo general, se ocuparon casi siempre especialistas -sastres y sastras, modistos y modistas y últimamente diseñadores- pero en la forma de vestir, en los complementos y particularmente en los colores, la última palabra la tenía el propio usuario, que relacionaba sensaciones estéticas con emociones. La literatura y la poesía sirvieron, habitualmente, para recordar esa relación, permitiendo a los creadores reforzar las formas de expresión gracias a lo sugestivas que se mostraban determinadas prendas, los tejidos, los materiales y los colores.

Los grabadores, desde el siglo XVI, se preocuparon del individuo (y, en consecuencia, de sus atuendos), ya apareciese como protagonista de la estampación ya como complemento (del paisaje, de la cartografía, de un monumento -para servir de medida-, de determinadas particularidades -físicas, étnicas, raciales-, de los oficios, de una situación...).

A veces, los comentarios al pie de las ilustraciones nos sirven para completar detalles o referir a un contexto lo que se ve. Los bocadillos de los comics son una herencia de esos pies de grabado o de esas filacterias que añadían una frase o un párrafo al dibujo. En un grabado de los que componen el libro Colección de Trajes de España, de Juan de la Cruz Cano (1777), se habla de la necesidad de "novedad" para dar gusto al público, se busca una referencia para comparar -en Suecia son más moderados en los atavíos- y se habla del sentido práctico de un atuendo en cuestión, "ya que se puede usar en diferentes circunstancias". Hablando de un modelo recién aparecido en España menciona los sombreros "a la chamberga" (del mariscal francés Schomberg -Frederic Armand- en la guerra franco española del siglo XVII y del regimiento creado en tiempo de la minoría de edad de Carlos II, que llevaba un sombrero blando y de ala ancha) y a la "maragata" y termina diciendo que las lugareñas, menestralas y serranas tienen sus vestidos propios que conservan "nuestra bella antigüedad". Cruz Cano decía, en otra parte del libro, que todas las estampas, sobre todo los nuevos peinados, se mostraban en el supuesto de que "la invención de la moda no es ajena de nuestro estilo propio, aunque lo sea de nuestra propia desconfianza". Se veía obligado, a pesar de su preferencia por lo tradicional, a hablar de las novedades impuestas por la moda. La palabra moda, en realidad significa "modo", "manera" -es decir lleva implícita la imitación-, pero con el sentido de lo que se vestía como novedad, se impuso desde Francia, donde la palabra "mode", por la ambigüedad de su terminación, se hizo femenina.

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Historia de la moda. En las colecciones de grabados españoles

En la sala de exposiciones del Teatro Calderón, de la Fundación Municipal de Cultura de Valladolid, se ha inaugurado la muestra “Historia de la moda. En las colecciones de grabados españoles”, que estará abierta entre el 28 de junio y el 26 de agosto.

La historia de la indumentaria, y más en concreto la del traje y el tejido, transcurre paralela a la del ser humano, su cultura y su pensamiento. No en vano se dice que cuando alguien está pensando o maquinando algo, está tramando o urdiendo, es decir, manejando la trama o la urdimbre para entrelazar ecuadores con meridianos, o sea perchadas con cárcolas.

El primer acto con el que un recién nacido entra a formar parte de la civilización a la que va a pertenecer es el de ser ataviado con gorro, ropones, faldones y mantillas. Y así seguirá hasta la muerte en que, antes de volver a la tierra, será amortajado para que al menos vaya cubierto con un sudario al encuentro con Atropos, la parca que va a cortar el hilo de su vida.

Esta exposición pretende ofrecer un rápido viaje por la moda -–inquieta y pasajera- y su correspondencia en las colecciones de trajes españoles, principalmente las aparecidas entre los siglos XVI y XX.

El cuerpo y la indumentaria

La obsesión de los cristianos por cubrir el cuerpo desnudo procede ya del Antiguo Testamento. En el libro del Génesis se observa la diferencia entre las actitudes de Adán y Eva antes del episodio de la serpiente tentadora y después de haber caído en la tentación. “Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro” (Génesis 2, 25). Cuando Adán sucumbe a sus propios deseos se percata de su estado y se expresa ante Dios de modo bien distinto: “Tuve miedo, porque estoy desnudo. Por eso me escondí” (Génesis 3, 10). Finalmente, el mismo Yavéh fabrica unas túnicas de piel para cubrir los cuerpos de nuestros primeros padres a quienes, teóricamente, debemos desde entonces el sentido de la vergüenza, el sentimiento del pudor y, por qué no decirlo, el origen de la moda. Por eso, en todas las ocasiones posteriores en que los libros sagrados pueden hacerlo, usan la idea de que la desnudez tal vez fuera el estado primigenio del individuo, pero después de la caída equivalía a una peligrosa desviación y “la sabiduría no habita en cuerpo sometido al pecado” (Sabiduría 1, 4). A partir de la Biblia, pues, el hombre ha hecho de su cuerpo desnudo un tabú pero también un motivo para combinar naturaleza y cultura siguiendo el ejemplo del propio Yavéh que quiso cubrir a Eva y Adán con pieles de animales. Desde entonces, el primer acto con el que un recién nacido entra a formar parte de la civilización a la que va a pertenecer es el de ser ataviado con gorro, ropones, faldones y mantillas. Y así seguirá hasta la muerte en que, antes de volver a la tierra, será amortajado para que al menos vaya cubierto con un sudario al encuentro con Atropos, la parca que va a cortar el hilo de su vida.

De la necesidad a la virtud

La historia de la indumentaria, y más en concreto la del traje y el tejido, transcurre paralela a la del ser humano, su cultura y su pensamiento. No en vano se dice que cuando alguien está pensando o maquinando algo, está tramando o urdiendo, es decir, manejando la trama o la urdimbre para entrelazar ecuadores con meridianos, o sea perchadas con cárcolas. La sociedad tradicional consideró necesario, en particular por seguir los consejos de los moralistas, cubrir el cuerpo para evitar las tentaciones que su visión pudiese generar. Sólo las manos y la cabeza podían estar desnudos -–y no siempre- pues, aparentemente, eran las partes más púdicas y representaban las ocupaciones más loables del individuo, es decir trabajar y pensar.

En cualquier caso, desde los tiempos más remotos, una de las actividades que relacionaron al ser humano con la naturaleza que le rodeaba, fue la de buscar elementos que le sirvieran para cubrirse. Primero, con pieles de los animales a los que mataba para alimentarse. Después con productos obtenidos de la tierra y elaborados con un proceso más o menos largo y costoso. De la necesidad hizo virtud y comenzó a mejorar el talle y los colores. Aprendió a coser y ensamblar las partes de los vestidos, así como a teñir y abatanar para mejorar el aspecto y la suavidad de los materiales empleados. Todo ello combinado con otros factores que le servían para personalizar sus gustos o para integrarle en sociedades gremiales.

El desarrollo de la moda y su incidencia política y social

En muchos aspectos, es el siglo XVI la cumbre de una escalada artística y estética en la que toman parte y se esfuerzan diversos reinos de la Europa de la época. Lo que sucedía en la arquitectura, la música o la literatura no podía por menos que ocurrir en la indumentaria, y así, las primeras décadas de la centuria pueden considerarse como las mejores en técnica, diseño y resultado final de las telas.

Ese apogeo de la industria textil se traduce en una abundancia de patrones pero también en un recargamiento de detalles superfluos que llega incluso a embrollar los dibujos y trazados. Como consecuencia de esa exuberancia, de ese gusto por lo recargado, se produce un uso exagerado del adorno por parte de oficiales y menestrales de costura, viéndose precisados los gobernantes a publicar pragmáticas que vendrían a actualizar otras ya dictadas antes. Se quería evitar gastos superfluos a quienes preferían vestir aparentemente bien antes incluso que comer, derivándose de esa actitud un desorden social y económico, pues era de todo punto descabellado que las gentes llanas quisieran engalanarse y usar el oro, la plata y los brocados con la misma prodigalidad que algunos nobles.

Las Cortes de Valladolid, con la excusa de que quienes se empobrecían de ese modo ya no podían contribuir a la Hacienda pública, suplicaron a su Majestad que acabase con esa nefasta costumbre. Las Cortes de 1523 ya habían sugerido el perjuicio que hacía a la economía del reino el hecho de que "lo que unos traen quieran traer los otros" sobre todo en materia de bordados, brocados, dorados, hilos tirados, telas de oro y plata y labrados. La prohibición se hacía, pues, teniendo en cuenta no sólo el alto precio que habían de pagar los españoles por su vicio de presumir vistiendo a la manera de los reyes, sino considerando además la inclinación de los naturales de los reinos de España a contravenir las leyes. La respuesta del rey a esta demanda, publicada en una Pragmática de 1537, fue de circunstancias. En tiempo de Felipe II se dictó otra Pragmática (Madrid,14 de diciembre de 1564) aunque levantando ya algunas de las sanciones en lo tocante al uso de pespuntes y pasamanos de oro y seda.

Las leyes de Valladolid del Emperador Carlos habían permitido a las mujeres traer mangas de aguja de oro, plata o seda. Sin embargo habían sido taxativas en cuanto a las sayas, donde no se permitían tiras o fajas más anchas de cuatro dedos y sin superar el número de ocho en cada saya. También en las cotas o jubones se podía poner una bordadura por debajo del medio ancho de la seda, y de esa anchura hacer la bordadura que quisieran.

Todas estas preocupaciones derivaban del hecho cierto, que se recoge en alguna de las muchas normativas que sobre la cuestión aparecen dadas por los monarcas, del empobrecimiento de muchas familias por el afán de ostentación y lujo superfluo, pero también del hecho de que con su pobreza dejaban de pagar los impuestos a la Corona. Se trataba por otra parte de controlar el uso de determinadas sedas, telas, etc., que debían ser autóctonas y no importadas de otros reinos (en algún caso se llegó a prohibir la exportación de gusanos de seda, por ejemplo). Finalmente, se pretendía vigilar el abuso de bordadores y sastres en la ejecución de las ropas o en la restauración y venta de ropas de viejo, costumbre que llegó a causar un verdadero caos, casi tanto como la de bordar en oro en las ropas el nombre conocido y apreciado de algún maestro tejedor o bordador con el fin de dar categoría fraudulentamente al vestido aunque no hubiese salido de las manos o el taller de aquél. Como se ve, la picaresca hispana es heredada y en este período se acrecienta pese a las normas dictadas para atajarla.

Sobre la seda usada en mantillas hay una curiosa prohibición, gravemente sancionada, en 1772: “El rey Nuestro Señor, y en su Real nombre los Alcaldes de su casa y corte: por cuanto ha acaecido que algunas personas indiscretas han sonrojado en el Paseo público Mugeres, que se han presentado con Mantillas de seda, subrogadas a las de muselina, prohibidas por Real Pragmática que obligará el día cinco de julio de este año, con pretexto de la novedad del trage, de que se han seguido y pueden resultar otros inconvenientes, a fin de evitarlos se prohibe que persona alguna haga demostracion sobre el trage con que se presente, por particular o sobresaliente que sea, de modo que se le sonroge, injurie o se siga desorden alguno, bajo la pena que se impondrá, al Noble de seis años de presidio y al plebeyo de doscientos azotes y seis años de arsenales.

Las partes del cuerpo

Ni todas las partes del cuerpo eran iguales ni tenían la misma significación para las miradas, por eso decía el refrán “las mangas en holgura y el culo en apretura”, para evidenciar las diferencias. Cuántas veces los mozos se alimentaban de la imaginación y suponían que la amada se estaría poniendo o quitando prendas íntimas de esas que hacían subir la sangre a la cabeza. Y cuántas veces ellas soñaban con un mozo bueno que las vestiría bien y las desvestiría mejor hasta que la muerte los separase. . .
Y qué hubiese sido del género humano sin imaginación y sin los sueños. . .

No todos los adornos se llevaban por presunción, sin embargo. Muchas joyas tenían un significado mágico y vestir o llevar determinadas piedras o metales daba suerte o protegía de enfermedades, dolencias o del mal de ojo. Las piedras, en ocasiones, recibían calificativos, como las de Santa Lucía (que en el País Vasco se usaba para colocarla sobre los ojos enfermos y que era en realidad un fósil de erizo de mar), las de Santiago o las de Santa Casilda, un aragonito o carbonato de cal, que se consideraba eficaz contra los flujos. La piedra del águila o de San Juan, que era un nódulo de limonita, evitaba los abortos y favorecía el parto. La piedra del rayo libraba de las exhalaciones y por eso la llevaban los pastores en sus zurrones; la creencia era que el rayo, al caer en la tierra, se sepultaba profundamente y tardaba siete años en aflorar en forma de piedra con propiedades extraordinarias. La piedra de leche, por ejemplo, solía ser una piedra de creta blanca o un pequeño hacha de sílex de aquellos usados en períodos prehistóricos, a los que se les aplicó después alguna virtud que perpetuara su valor; su principal cualidad era proporcionar una lactancia sin problema a madres y recién nacidos. En todos estos casos, las piedras se engarzaban en metal noble para servir como joyas.

Pero el adorno, en cualquier caso, era intrínseco al vestido. Algunas de las colecciones de estampas o grabados emprendidas por artistas y viajeros desde el siglo XVI nos muestran la afición a aderezar la indumentaria con galas y atavíos que se fueron convirtiendo con el tiempo en carta de naturaleza y acabaron derivando hacia el mal llamado “traje regional”, reflejo tardío de las modas cortesanas y espejo de gustos personales.


LA MODA EN EL MEDIO RURAL

La valoración de la moda se hizo en cualquier comunidad desde dos puntos de vista muy claros, el del propietario que lucía la prenda y el de aquel otro que veía en el nuevo hábito un atentado a las normas y conductas establecidas en la tradición del pueblo. En todo colectivo amplio existe un grupo económicamente superior y con deseo de diferenciación -en el sentido de poder adquirir producciones fuera del entorno o las que llegaban a él procedentes del lugares remotos- que ha querido destacar por encima del común por el uso de galas y lujos nada apropiados para el terreno que pisaban. La voz en copla del pueblo se encargó de segar la cabeza de todos aquellos que despuntaban, aunque con el paso del tiempo y el desarrollo pleno de la moda acabarían cayendo todos en el mismo cesto, valorando más lo de fuera que lo de dentro, lo foráneo que lo propio. El uso moderno de volantes, enaguas, galones, puntillas en los refajos y la ropa interior entre las clases rurales cuyas mujeres separaban la larga camisa de lino en una corta chambra y una faldilla del algodón, y los hombres comenzaban a usar de forma habitual los calzoncillos, cerraron la puerta a una estética artesana que alcanzó una cotas elevadísimas de diseño y elaboración.

Los mocitos de hoy en día todos usan calzoncillos,
y las mozas pa ganarles, delantal y dos bolsillos.
Los mocitos de Robleda gastan pantalones largos
y no gastan calzoncillos porque el lienzo está muy caro.

El mundo rural reaccionó en principio valorando la propia identidad nacional, en un intento de reforzar la tradición que se veía acosada por estos lujos de ciudad, procurando ensalzar lo autóctono en un intento de remediar lo que resultó imparable.

Vale más un valdaviés con la chaquetilla corta,
que doscientos de la Vega, aunque gasten buena ropa.
Vale más una pasiega con cuévano y delantal,
que unas cuantas señoritas vestidas de tafetán.
Vale más una serrana con dos vueltas de coral,
que todas las madrileñas vestidas de faralás.

Aquellos que se lanzaron sobre las prendas nuevas pronto anduvieron de boca en boca, sirviendo como motivo de burla y ridículo, aunque cada vez menos mozos seguían llevando la gala del país. El empeño duraría poco al generalizarse las nuevas prendas rápidamente, la corbata o la boina entre los hombres, la bata entre las mujeres, cuyo desarrollo ya había comenzado en el XVIII -en esos tejidos de seda valenciana, floreados de espolín multicolor- que dieron al traste en el XX con cualquier tipificación local. El vestido -la referida bata-, hoy mandil de cuerpo entero abotonado por la delantera o abrigo de guatiné, fue lujo en los años veinte y puesto en murgas y puyas a la par que los peinados a lo garçón, las pinturas en la cara y los tacones.

Mi amante es alto y buen mozo y no gasta corbatín,
porque no lo necesita para enamorarme a mí.
Ese de la blusa larga y a la orilla los botones
chavales como esos los tengo yo a puntillones.

Al final, la moda antigua iba quedando arrinconada en las arcas del sobrado, avergonzándose los portadores de sus propios vestidos y queriendo todos ir a la moda. El resultado fue un remedo casero de lo urbano las más de las veces, pues la justa economía apenas daba para lucir alguna novedad comercial y tendríamos que esperar a la llegada masiva de los tejidos de algodón floreado industriales, encajes mecánicos y paños fabriles estampados, panas y tartanes para entretelarnos insulsamente. Menos mal que aquella fresca artesanía aguantó hasta la segunda mitad del XX dejando un rastro testimonial rico como pocos ajuares etnográficos.

Como quieres que cante
la polvorera,
si ha estrenado mi novia
enaguas nuevas,
y enaguas con puntillas
y guarniciones
y yo con hebillas
y mis zajones.

El desarrollo de las fibras y de las tendencias en el vestir y en la moda repercute en una aparente renovación de estilos y formas novedosas, diseños únicos, aunque en realidad no hacen sino urdir una y otra vez sobre un mismo bastidor repitiendo modos y maneras incesantemente. Se observa en nuestra tradición reciente la utilización de las pieles animales apenas curtidas -monteras de conejo, cordero, nutria o zorro, polainas, jostras o engorras de borrega, albarcas de piel de burro o buey, zamarras y zahones pastoriles de oveja o cabra- y el uso de diferentes fibras vegetales como el centeno, que entretejía las capas y corozas de gallegos y bercianos, o las gorras de abulenses, charras o segovianas de una media España que calzaba de esparto o madera. Mientras, la otra media vestía de “estezao”, que no era otro material que el cuero del animal limpio de pelo y curtido en leche tras un continuado proceso de “zurrado” entre piedras o rollos de madera. Una lenta dinámica acababa por volverlo en suave y aterciopelada badana, utilizándose para la confección de chalecos, alforjas, esqueros, faltriqueras y calzones en muchas zonas serranas y pastoriles. Otras prácticas primitivas las observamos en tiempos bien recientes entre las montañesas palentinas que cosían con agujas de hueso sus capotes o manteos de sayal con duras hebras hiladas de las crines de sus yeguadas o de sus propios cabellos, mientras los tejedores sayagueses las empleaban como urdimbre para sus capas y para la afamada mantilla, amén de fabricar indomables sogas desbaratadas tan sólo cuando la polilla lograba entrar entre los trenzados.

DE LA CABEZA A LOS PIES

Prendas de cabeza

Mostrar los cabellos al aire, desde épocas remotas venía a distinguir a las mujeres jóvenes de las mayores, a las vírgenes y solteras -que andaban con la cabeza descubierta e incluso rapada- de las casadas, que recogían sus cabelleras en trenzas y tocados. Aparecer en público con los cabellos entrelazados, la cabeza y los hombros bajo toca se ha considerado un acto de respeto hacia los demás, obligado en algunas salidas a la calle, actos públicos y religiosos, máxime si tenemos en cuenta que la moda de todo tiempo fue traer el cabello largo -–también en el hombre- desde la Edad Media hasta las primeras décadas del siglo XX. La variedad de tocados conocidos en los dos últimos siglos es inmensa. El más frecuente fue la montera de paño, piel de cordero, nutria, garduña o conejo que coronaba, con orejas laterales que se bajaban en caso de frío o aire, la cabeza de hombres y mujeres y que con el tiempo se estilizó y adornó de lentejuelas, talcos y oropeles. Prenda de pardo, de trabajo y de diario, se enriqueció de terciopelo hasta convertirse en seña de identidad festiva representativa del vestir popular en algunas comarcas españolas, como Segovia o algunas comarcas zamoranas y abulenses.

Yo me puse a monterera por ganar algunos cuartos
y en aquel tiempo nacían sin cabeza los muchachos.

El adorno es indicativo de fiesta, de juventud y señala los momentos claves en los ritos de paso de las comunidades. Los quintos del año, en Valladolid, Palencia o la sierra de Avila orlaban de flores, escarapelas con espejuelos encintados por la novia o por la madre o hermanas, los sombreros que lucirían los días siguientes al sorteo, durante la corrida del gallo y las cuestaciones y bailes de carnaval. Del mismo modo las borlas de los sombreros “de pico limón” y “pararrayos” o los encarrujados coloristas de paja en los sombreros de centeno de las serranas advertían de la juventud y de la disposición para entablar relaciones.

Este año mi morena, me borda la escarapela,
para que pueda lucirla cantando en la corredera.

La colocación de los tocados variaba en las zonas y en cada persona adquiría un lenguaje diferente dependiendo de su estado de ánimo. El sombrero echado hacia adelante, hacia atrás o a “la media fortuna” pintaba al hombre un semblante temerario, orgulloso o chulesco.

El sombrero alicaído nunca lo he podido ver,
ahora lo lleva mi amante y me parece un clavel.

La misma lucha que tuvieron calzones y pantalones, sayas y faldas, zapatos y abarcas, lo viejo y lo nuevo, se repite entre los aristocráticos sombreros y los tocados labriegos a lo largo del XIX y XX. La popular boina, desarrollada exageradamente desde la mitad del XIX se popularizó enormemente logrando asentarse como tocado durante más de cien años entre el campesinado hasta su actual transformación, arrumbando a la puntiaguda montera. Generalizadas en las provincias vascongadas como parte del uniforme carlista, se comercializaron masivamente en fábricas en Azcoitia y Tolosa desde 1842 y acabaron calando de manera notable entre las demás regiones españolas. Tan sólo los portugueses cercanos mantuvieron vivo el uso del sombrero, mientras que en la Península iban cayendo barretinas, monteras, cachuchas, sombreros y pañuelos anudados con mil gracias a la cabeza. La baratura de la prenda industrial, como siempre, favoreció la fácil venta del producto en las zonas cercanas a las fábricas. Así en Andalucía o la Mancha, a pesar del uso, guardan buen recuerdo del sombrero y la gorra en sus diferentes variedades (de catite, calañés, de ala ancha, etc) y se mantiene en la memoria gallega, extremeña o castellana la montera de pelo o paño, el pañuelo anudado a la cabeza o los sombreros de centeno que hábiles tejían las mujeres de Avila, Segovia, Cáceres, Toledo o Salamanca.

Del vuelo de la boina me he enamorado yo,
del vuelo de la boina, del que la lleva no.

Los grandes sombreros con un palmo de ala sujeta con bridas a lo cimero para evitar que cayera hacia la cara -cosidas a la copa formando un tricornio durante el XVIII- a pesar de intentar recortarse tras la francesada se mantenía todavía en las primeras décadas del XX entre algunos charros del Rebollar.

Las ligas y medias

Amén del uso y utilidad de las ligas, ataderos, sereniles o cenojiles, que sujetan la media por las corvas, iluminan como vivos el bajo del calzón y colorean entre las sayas en las revueltas del baile.

Cada vez que te veo los senojiles
se me ponen los ojos como candiles.
Portalito de la iglesia ¡cuántas ligas habrás visto!
¡cuántos pecados mortales habrás cometido a Cristo!

Regalo de novios, las ordinarias se tejían en sencillos telares manuales aunque el lujo era traerlas de seda, compradas a buhoneros y feriantes. En estas, muchas veces se leían letreros bordados con las leyendas siguientes:

Me hallo enamorado
de tu corazón amado.
El que estas ligas recibe
dentro de mi pecho vive
Hermosa si rey yo fuera
corona y cetro te diera.

Hasta la llegada a principios del XX de las largas medias de Tolosa (“que llegan hasta la cosa”), en punto inglés -el colmo de la modernidad-, las mujeres se revestían hasta media pierna de lana, seda o algodón según climas y economías y en diferentes modelos: de estribo, de mampié, medio pié, tobilleras y de peal. Junto a otras prendas, telas y colores funcionaban como señales de advertencia sobre las diferentes situaciones personales de sus portadoras. Estos códigos establecidos por los hombres, respetados en sociedad y asumidos por la colectividad mostraban, sin necesidad de mediar palabra, los estados civiles y las condiciones socio-éconómicas de manera clara. Los cantares recuerdan esta función y nos vuelven a hablar de su uso y colocación, el color y el detalle de la situación de moza o casada, o del tipo de trabajo del hombre. Las medias blancas evidenciaban un estado de libertad del que ya no gozaban la casadas, enmediadas de colorao, ni la viuda, de media oscura. Tales apreciaciones, no obstante, han variado en el tiempo y en el lugar, y si las alistanas guardaban luto con medias blancas, las casadas palentinas de la Tierra de Campos se dejaban la media negra y el moño en el día de la tornaboda mientras que las grijotanas las teñían de morado. A su vez el alcalde entrante en Turégano había de calzar medias azules frente a las blancas del saliente. El adorno labrado de gorullo o garbanzos -en justa proporción-, de calados y bordados, en mil puntos, engordaba además la imagen de rosca femenina y alimentaba y deleitaba la visión del hombre.

Para rondar de noche
la media negra,
que la blanca reluce
de legua y media.

El calzado

El calzado distinguía económicamente a quien lo llevaba, al pobre descalzo del rico calzado de hebilla de plata. Las sociedades antiguas han avanzado y desarrollado su cultura la mitad de su vida sobre unos desnudos pies, envueltos la otra media en pellejas de diversos animales, plataformas de corcho, madera y duros trenzados de fibra vegetal. Muchas veces la celebración de la comunión, la entrada a mozo o la boda eran los momentos de estrenar los zapatos, que incluso se habían guardado desde el servicio militar para el enlace. Los menos mortificaban los piececitos del infante con unas diminutas cholas o madreñas en su primera carrera camino de la iglesia, parar dar sus primeros pasos en tierra sagrada. Esta pobreza del común, rica en otros muchos aspectos que no necesitan de superfluas calzaduras artificiales para mantenerse en pie, se vuelve nexo de unión del grupo social definido en un territorio, pueblo o comarca salvaguarda frente a lo urbano, lo extranjero.

Zapatillas de paño bordado “de angelito”, zapatos de baqueta, ternera, cordobán forrados de terciopelo brocado, repicoteados de charol o pespunteados a la aguja y trabados con lazos de color o hebillas entarabilladas a la puntera o empeine, completan, en un pulido andar, el muestrario de alamares del vestir tradicional. En mucha estima se tenían estas hebillas de plata afiligranada, peltre u otros metales que ocasionalmente se quitaban o ponían para los días grandes de fiesta a falta de otro calzar.

Dame de tu pie el andar, de tu zapato la hebilla,
de tu meneo la sal y de tu media la liga.

Este préstamo culto de hebillas de los siglos XVI y XVII pasó lentamente al mundo popular hasta asentarse plenamente en el XIX, quedando arrinconadas en los trajes de honda raigambre popular al morir el siglo. La llegada de los botines de media caña atacados con gancho al tobillo y las botas altas andaluzas que se incorporaron ocasionalmente al vestir popular, en substitución de las polainas y leguis repujados, indicaban ya el inicio de una decadencia en los modos locales de vestir.

El acartonamiento de la piel y su incomodidad hacía calzar a los paisanos con un mullido de paja, de helechos que amortiguaban en medias y calcetines los baches del camino. Los peales o piales, unos trozos de lienzo de forma triangular que envolvían el pie ajustándose mediante correas al tobillo y a la media pierna, almohadillaban aún más el conjunto. Las albarcas más modernas, de neumático, se empezaron a comercializar y trabajar con la llegada de los automóviles, utilizándose también las ruedas de caucho de las motocicletas cuya anchura encajaba a la perfección en la horma.

El clima, la flora y la fauna definen en principio las materias sobre las que tejedores, sastres y zapateros trabajan. Generalizado el uso del calzado de empeine y suela de madera, las madreñas gallegas y asturianas, choclos palentinos, las cholas zamoranas, galochas leonesas, abarcas masoveras aragonesas, zuecos abarqueros pirenaicos o esclops catalanes, han embarcado al pié utilizándose como único calzado para el diario del año en buena parte de nuestra geografía. Los diseños y formas de las albarcas o madreñas son muy variados, decoradas con incisiones de mil geometrías sobre un fondo ocre tiznado con el calostro de las vacas tostado en la lumbre baja. La poca flexibilidad de la materia obligaba a utilizarlas con un escarpín -posteriormente zapatilla- de sayal o estameña que asentara un poco más la rígida armadura al pie.

El roce con el terreno terminaba por abrirlas en su mitad hasta el calcañar, intentando remediar la herida, mediante abrazaderas metálicas y chapas claveteadas y teniendo que substituirse cada cierto tiempo las empeaduras, tarucos o machorras a medida que se desgastaban. En ocasiones, se herraban con clavos.

Otro calzado de común uso en la Península han sido los chanclos o cholas, a modo de botas bajas o borceguíes acordonados o trabillados, con suela alta de madera, y empeine y bota de material, no dejando de ser un calzado basto y ordinario. Las versiones invernizas añadían tres o cuatro tarugos de madera al piso incrementando más si cabe la altura e inestabilidad de la persona, que sin embargo, a fuerza de su uso corría con ellas como si de las más cómodas zapatillas se tratasen.

LOS MANTONES

El mantón de manila

Un sobretodo que pasó a formar parte del vestir habitual y que subsiste actualmente como prenda viva tradicional es el mantón de Manila. Originario de China donde servía de decoración de las estancias imperiales fue comercializado desde los puertos de Cantón y Manila, regalo muy lujoso y codiciado entre las clases más acomodadas, popularizándose su uso entre el resto de la población a partir del abaratamiento de los costes de fábrica. “La Manila” y sus imitaciones en lana -los pañuelo del ramo- acabaron sustituyendo a los demás tocados de hombros de lienzo, lana o algodón -sayos, cazacas, sayínes, dengues, etc- y era tal su estima que las mujeres se retrataban echando las puntas hacia la espalda y dejando todo el pico sobre sus delanteras, para que se pudiera apreciar el detalle del bordado .Las segovianas, que acostumbraban a colocarse estos pañuelos de muy diferentes formas y maneras, dejaban caer las puntas desde los hombros sin entallarlos a la cintura y recogían el enrejado y los largos flecos o barbas que caían a la espalda en un nudo, para que los mozos no las cantaran:

Anda, mandilona, recógete ese pañuelo
mira que es de seda y lo arrastras por el suelo.

Prendas atractivas y seductoras, fueron cantadas por flamencas, tonadilleras y cupletistas tan aficionadas a estos lujos de seda, brillos y bordados en sus espectáculos.

Este mantón de Manila en brazos de una mujer
es encargao de llevarle para los hombres a ver.
Con sus flecos y sus flores, es tan grato y tan genial
que a los toros y verbenas no puede faltar jamás.
Es la prenda más castiza y es la que se luce más
vuelve loquitos a los hombres y a mi me vuelve también
por eso mi amor exclama, ¡viva mi gracia y olé!

El mantón de ocho puntas o de mil colores

Uno de los casos más claros y recientes del uso y acomodación de prendas modernas y de rápida asimilación en todo el territorio nacional ha sido el de los pañuelos de la cabeza y del talle, que han sustituido a una amplia tipología de tocados arcaicos de cabeza y sobretodos de cuerpo. Los pañuelos de cien o mil colores, alfombrados en fino estambre de merino de diseños orientales, cachemires y arabescos realizados en técnica de tapiz o estampados se desarrollaron a partir de la importación inglesa de los saris o velos tradicionales hindúes, del mismo corte y estilo, que las mujeres de alto rango lucían como chales o tocas caídos por hombros y espaldas. Desarrollados pues, en fábricas inglesas se hicieron muy populares entre todas las clases sociales ya en el XIX, exportándose a Francia -–donde se fabricarían después- y tejiéndose en telares industriales para toda Europa desarrollándose notablemente en España pasada la segunda mita del XIX. La forma más conocida de estos pañuelos llamados también de ocho puntas o estrellados por la decoración de una gran estrella central, era rectangular y de grandes dimensiones (3,20 x 1,65) y hacía necesario que se doblaran varias veces en cuadro o a pico quedando sus puntas desmentidas, echándose a veces, una de ellas sobre la cabeza, de ahí la denominación también de “pañuelos de capucha”. El colorido de estambres amarillos, rojos, ocres, verdes y de formas adamascadas llamó la atención en toda la sociedad y al generalizarse su fabricación y abaratarse el precio pasaron masivamente al arcón rural junto a muy variados tipos de pañuelos de algodón, de lana merina o de seda.

CALZAS Y CALZONES, BRAGAS Y PANTALONES (cuadrado)

Con la llegada de Carlos V se produjo en España un gran cambio en muchos aspectos sociales, entre ellos el relativo al traje. En su reinado quedó establecido un nuevo orden de los usos y costumbres de las vestimentas. Las prendas de cuerpo entero, briales y sayos fueron sustituidas por un conjunto de prendas que dividían el cuerpo de la persona en dos. Jubonas, coletos, ropillas para el torso y las calzas para las piernas, que distinguían las perneras y cuyos muslos se envolvían en unos cortos y ampulosos gregüescos o valones. Décadas después ambas prendas -calzas y valones- empezarían a ser desterrados por una prenda que duraría hasta las postrimerías del siglo XX: el calzón o braga. A pesar de ello, maragatos y mallorquines siguieron gastando los valones tres siglos después, del mismo modo que ibicencas y ansotanas no se han desprendido de sus briales medievales de cuerpo entero hasta la fecha. Las pragmáticas del Conde Duque de Olivares de 1622 prohibiendo el uso de calzas cortesanas, valones y gregüescos en tejidos costosos volcó al medio civil más ordinario estas prendas, acomodándose en las altas clases la moda nueva de los calzones.

Los calzones, hasta media pierna y ajustados a ella, fueron adoptados oficialmente durante el reinado de Felipe IV cuando el rey y algunos nobles los vistieron con ocasión de una boda de la nobleza celebrada en Madrid el 25 de septiembre de 1622. Las prendas anteriores que cubrían completamente las piernas de los hombres eran las calzas; con la adopción de los calzones aquéllas redujeron su tamaño, que desde entonces solo llegó hasta la rodilla, pasando a llamarse medias calzas y de ahí el nombre de medias o calcetas, es decir, pequeñas calzas, que se da a las prendas de punto que, con pie o sin él, cubren las pantorrillas.

A mediados del XIX comienza en el medio rural español la lenta acomodación de la moda francesa del pantalón en un uso cotidiano, tan lenta, que al Tío Pata de Berlanga de Duero (Soria) le corresponde el honor de haber sido el último castellano en gastar el calzón corto hasta su fallecimiento en 1978.

Sastres

Como cualquier gremio, el de los sastres estaba regido y regulado por ley. En estos oficios, como en el de los tejedores, zapateros o molineros se entregaba una materia prima (los ovillos, la pieza de tela o el cuero) a expensas del resultado quedando siempre la duda de si emplearía correctamente el material para lograr el máximo beneficio. Pero no cabe duda de que su función en la sociedad rural era fundamental, aunque solamente fuera para el lustro de los paisanos, en el replanteamiento de la tela y los cortes, que la mujer apañaba cosiendo. Y especialmente el traje de los hombres que, complicados en cruces y espaldillas, tiras y sisas en calzones, chalecos, chupas y casacas, habían de pasar por manos especializadas, mientras ellas, costureras, laboreaban sus prendas de casa, sayas, dengues y justillos.

El abaratamiento de los costes, relacionado con la llegada masiva de los algodones americanos en el XIX, la explotación de la mano de obra y la rapidez en la fabricación con la invención de las máquinas de vapor inundó los mercados, las ferias y los comercio de tejidos fantasiosos y prendas ya confeccionadas que se difundieron rápidamente. El sastre, que había replanteado la tela durante siglos, fue relegando su trabajo para militares y paisanos de boda y entierro. En el XIX aparece la mujer incorporada a la moda y a la confección, especialmente en Francia. Poco después las modistillas empezaban su agosto.

La Corte y la nobleza

Christoph Weiditz, platero y grabador de Estrasburgo y uno de los primeros dibujantes de nuestros trajes y costumbres, llega a España en 1529 acompañando a Johannes Dantiscus, embajador del rey de Polonia y posteriormente obispo de Clelmno y de Warmia. Dantiscus, protector de Weiditz, intervino ante el Emperador Carlos para favorecer con sendos privilegios al joyero y grabador a quien comenzaban a incomodar las acusaciones de sus colegas, maestros plateros que le achacaban no haber justificado suficientemente su magisterio o incluso haber usado plata de calidad ínfima en sus medallas. La juventud de Weiditz en el momento del viaje a España con el séquito del embajador polaco que acompañaba al Emperador, no le impide realizar un trabajo extraordinario que constituye un documento único conservado en el Museo Nacional Germánico de Nuremberg desde 1868, fecha en la que el médico alemán Johannes Egger lo donó a la institución. De Dantiscus se ha escrito mucho no sólo por su relación con Copérnico sino por sus aficiones –la poesía y las mujeres -que pudo desarrollar a su gusto en España donde parece que, además de recibir tierras de Carlos I, tuvo una hija –la Dantisca- con una tal Isabel Delgada o Delgado, de Toledo.

El manuscrito consta de 77 hojas dobladas, que se convierten en 154 hojas en papel de hilo y algodón.

José Luis Casado Soto, en el estudio que acompañaba la edición facsímil que publicó hace años la editorial Grial, comentaba la posibilidad de que el ejemplar hubiera perdido algunas hojas más, hoy desconocidas, en la larga peripecia seguida hasta descansar en el museo alemán. La influencia de esta colección sobre otros tratados y libros posteriores ha sido puesta de manifiesto en numerosas ocasiones, y bastará un ejemplo, el del aldeano de Vizcaya armado con una ballesta –-reproducido después por Jost Amann y Hans Weigel-, para demostrar que fue así.

De hecho, colecciones de estampas sueltas sobre trajes españoles algo posteriores, como la de Enea Vico, demuestran que las imágenes se copiaban (como puede comprobarse en estas dos láminas pertenecientes a Vico y a Vecellio, por ejemplo).


La llamada de los lugares sagrados

Las estampas de Vico y otras similares se enmarcan en una época en que el interés por los viajes y por los conocimientos va parejo con la curiosidad por la indumentaria y el desarrollo de una cartografía cada vez más precisa. No es extraño, por todo ello, que algunos de los libros de ese período reflejen el resultado de un viaje -–en textos e ilustraciones- a lugares obligados (centros de peregrinación, puertos de largas singladuras) o a lugares exóticos (países de oriente o de la recién descubierta América).

Tres colecciones similares de trajes del siglo XVI no impresas (una en la Biblioteca Nacional de Francia en París, otra en el Museo de Chantilly y otra más, vendida recientemente en España) ofrecen un muestrario peculiar de indumentarias femeninas captadas durante el trayecto hasta uno de esos enclaves especiales. Las leves diferencias y algunos otros datos nos inclinan a pensar que, como siempre, alguna de las tres sería la original y que en ella estarían presentes todas las estampas de mujeres que representarían esa obsesión por “pintar lo distinto”, en este caso lo “distinto” visto por un viajero en el camino de Santiago. La doble numeración de algunas de las ilustraciones del librito en octavo vendido hace poco en España indica, sin duda, que existieron dos criterios a la hora de ordenar las ilustraciones bajo dos encuadernaciones diferentes y en dos fechas distintas.

El criterio que ha prevalecido en su paginación actual no refleja el orden del itinerario jacobeo pero bien pudiera suponerse que el peregrino/artista entró en España por el camino francés y salió por el camino del norte siendo su recorrido más probable el siguiente: San Juan de Luz, Pamplona, Logroño, Villanueva de las Carretas (Burgos), Aguilar (de Campó, en Palencia), Ponferrada (León), Santiago de Compostela, Oviedo (San Salvador), San Vicente de la Barquera, Santander, Laredo, San Sebastián y Fuenterrabía. A esos lugares habría que añadir, en su lugar correspondiente, aquellos que están presentes en las otras colecciones y que completarían un itinerario más o menos ajustado al habitual en el siglo XVI que ya recorrieron otros viajeros peregrinos.
Respecto a las influencias, se podría suponer que la primera colección es la de la Biblioteca Nacional de Paris a la que seguirían la de Chantilly y la última aparecida, aunque todas tuviesen el recuerdo inevitable de Enea Vico, el grabador y numismático parmesano cuyas ilustraciones de trajes serían principalmente de mujeres y a quien copiarían después grabadores tan importantes como Boissier (en su Habitus variarum orbis gentium, de 1581), Vecellio (en su De gli Habiti antichi et moderni de Diverse Parti del Mondo, 1589) y otros de menor entidad. En cualquier caso las tres colecciones citadas estarían cronológicamente entre las de Christoph Weiditz (1529) y la de Braun y Hogenberg, cuyo sexto tomo se publicará ya en la segunda década del siglo XVII.

La moda y el paisaje

La obra titulada Civitates orbis terrarum, que se comenzó a publicar en Colonia en 1572, se debió en buena parte, no sólo al interés de su editor, el sacerdote católico Georg Braun, sino a la insistencia de Abraham Ortelius, geógrafo que ya había publicado en 1570 un atlas similar titulado Theatrum orbis terrarum cuya primera edición quiso mejorar con permanentes solicitudes de datos y nueva cartografía que, en el caso de España, le llegó gracias a su amistad con Benito Arias Montano. Aunque tampoco era original en el aspecto que nos interesa, Georg Braun quiso incluir en algunas de las introducciones a los reinos o a los continentes a ciertos personajes cuya indumentaria podría considerarse como del país al que representaban.

Franz Hogenberg fue, hasta su muerte en 1590, el principal grabador de las planchas del Civitates como lo había sido de las vistas de Ortelius anteriormente y fue sustituido en los dos últimos tomos por Simon van der Neuwel.

Pero lo curioso es que el siglo XVII, exceptuando estos libros derivados de un claro interés cartográfico, apenas nos dejó trabajos dedicados especialmente a la indumentaria o a los tipos, salvo si los situaba en un paisaje o como justificación de que un mapa era una obra de humanos para humanos. Entre los atlas, eso sí, destacaremos, por su importancia y belleza, el Atlas Maior de Joan Blaeu (iniciado en 1645), quien en la introducción al primer tomo confesaba abiertamente: “Si los lectores buscaran y no encontraran en esta obra su patria o su lugar de nacimiento, al que siempre nos sentimos tan apegados, o desearan la reproducción del mismo de manera más detallada o más completa, les rogamos que, si disponen de sus propios mapas específicos, observaciones o descripciones, sean tan amables de enviárnoslos, contribuyendo así a la finalización de la geografía”. El atlas de Blaeu, en efecto, mostraba un verosímil mapa de Europa, por ejemplo, enmarcado por unas parejas de personajes ataviados al estilo de los franceses, húngaros, bohemios, polacos o griegos y, cómo no, los castellanos.




GRABADOS

1.Vegel
Grabado, Georg Hoefnagel
Georg Braun: Civitates Orbis Terrarum. Colonia, Peter von Brachel, 1572-1618. Corresponde al libro VI de la obra, titulado Theatri Precipuarum Totius Mundi Urbium.
El propósito de Georg Braun de mostrar cómo era el mundo a fines del siglo XVI, incluyendo a algunos de sus habitantes, queda reflejado en esta estampa de Vejer -–grabada por el topógrafo y artista flamenco Hoefnagel-, donde, en primer término se puede contemplar a dos personas, un pastor y un viajero, charlando. A lo lejos, el cabo de plata y el estrecho de Gibraltar.

Marchena
Grabado, Georg Hoefnagel
Georg Braun: Civitates Orbis Terrarum. Colonia, 1572-1617
En este grabado, Hoefnagel muestra en primer término a una familia de herreros ambulantes, preparando el fuego para arreglar alguna herramienta. La mujer, con un niño pequeño en brazos, sólo se distingue por su sombrero de paja y por la cabeza del pequeño.


2.Trages de Italia
Dibujo Cesare Vecellio (1590). Grabado, José Camarón (1794).
Cesare Vecellio: De gli Habiti antichi et moderni di Diverse Parti del Mondo, Venecia, 1589-90. Tomo II de los trajes del Tiziano de todas las naciones conocidas, asta el siglo XVI Aumentadas con varias mui importantes que no trae este Autor, 1794.
La colección de trajes del mundo comenzada en Venecia por César Vecellio -–primo o hermano de Tiziano- tuvo, casi hasta el siglo XIX, una gran difusión. En España se volvió a grabar, en más de 70 planchas (con 226 figuras de trajes de Italia y 48 de España), por José Camarón a partir de 1794. Es la primera vez que se describen prácticas cosméticas de las mujeres, se descubren secretos sobre las pócimas que usaban para teñirse el cabello, por ejemplo, o se describen las prendas externas e internas.


3.Habits of the Spaniards
Grabado, John van der Gucht
Londres, 1744

Libros
-Die Trachtenbuch. Facsímil. Editorial Grial, 2001
-Raccolta de figure croiche militari ed ecclesiastiche, padiglioni, paviglioni, enblemmi e disegni. Venezia
-El Atlas Maior de Joan Blaeu. Amsterdam, 1662-1665. Facsimil de Taschen

La primera colección de trajes de España

La misma preocupación y humildad que Blaeu, la manifiesta un siglo después, curiosamente, otro cartógrafo, Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, artista y grabador español cuya estancia parisina para perfeccionar el arte calcográfico con Jean Baptiste Bourguignon d`Anville se ha estudiado sobradamente, pues suele aparecer ligada a la de Tomás López y Salvador Carmona, compañeros y también becados por la Academia de San Fernando como Cruz Cano. Es probable que la estancia en Francia le permitiera conocer colecciones de estampas populares como la dedicada por Edmé Bouchardon a los vendedores de Paris, Les Cris de Paris, que marcaría y orientaría una parte de la producción y del trabajo de Cano al regresar a España. Y decimos una parte porque el quehacer principal, a partir del año 1760 en que vuelve a Madrid, estuvo centrado en la realización de un mapa de América del Sur, encargado por Jerónimo Grimaldi, ministro de Estado y finalmente marqués de Grimaldi gracias a las gestiones de su sucesor, José Moñino, Conde de Floridablanca. Fue precisamente Floridablanca quien impidió que el mapa se imprimiera porque trataba desfavorablemente el reparto de algunos territorios coloniales que aún estaban en litigio y que quedarían fijados años más tarde en 1777 en el tratado de San Ildefonso entre España y Portugal. Para compensar a Cruz Cano por la censura de un trabajo de diez años en el que había arriesgado todo su peculio, Floridablanca le asignó 750 reales, a todas luces insuficientes, además de los 18.000 que se le habían pagado por el ingente trabajo, que a su compañero Tomás López le parecieron casi indignos. Dicho mapa, acabado en 1775 y repartido en ocho planchas calcográficas, fue considerado inadecuado en España pero no así en Francia donde lo conoció quien luego sería Presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson a quien le pareció una joya. Jefferson lo mandó a Londres y allí, en 1799, lo grabó en 16 planchas y lo imprimió William Faden antes de que, ya en 1802, el mariscal de campo e ingeniero militar Francisco Requena lo volviera a encontrar totalmente válido y se autorizara su impresión en nuestro país.

Se puede sospechar que la primera colección de trajes de España, por tanto, es producto de la mala economía circunstancial de su autor, padre de familia numerosa y desprestigiado como cartógrafo por el propio gobierno español. Su curiosidad hacia los tipos populares, hacia los vendedores ambulantes y hacia la indumentaria característica, heredada probablemente de las colecciones de tipos franceses e italianos, le impulsó a hacer (tanto como la necesidad económica) la Colección de trajes de España, el primer ejemplo de catálogo de modas en el que caben, desde pregoneros de la calle -–como el ciego y la gacetera madrileños- hasta actores y toreros, pasando por criadas, pescaderas, aguadores, modistas y, cómo no, arrieros maragatos, siempre presentes en las colecciones por lo diferencial y curioso de su atuendo.

Consciente de la variedad del material y de su propia ignorancia, Cano ofreció ciertas ventajas en la suscripción a quien le remitiera dibujos de trajes curiosos o raros, aunque parece que tal proposición no tuvo demasiado éxito; casi todos los modelos fueron dibujados por su hermano Manuel y por él mismo, quien se encargó de grabar sobre cobre toda la serie. En la advertencia que aparecía al pie del cuaderno de presentación Cano especificaba que cualquier persona “de fuera o de dentro de la Corte que gustase comunicar algún dibujo de vestuario poco conocido y existente en algún pueblo, valle o serranía de la Península” sería recompensado con tantos cuadernos como figuras remitiesen al autor de la obra, que confesaba vivir en la calle de la Cruz.

En el estudio de Valeriano Bozal que acompaña a la edición facsímil publicada por Turner en 1988 se plantean varios problemas, como el de los ejemplares de la colección que se hallan en la Biblioteca Nacional, que no coinciden en el número de láminas, o el de las copias e imitaciones que el trabajo suscitó fuera de España, principalmente en Francia y Alemania, contra las que clamó el propio Cano en uno de los cuadernos: “En Francia y Alemania están copiando esta colección sin gracia alguna. Esperamos para poder continuarla que la Península que la ha protegido no preferirá las contrahechas”. Hay que reconocer que algunas de las copias no eran mejores y se diferenciaban en mínimos retoques no siempre fidedignos como puede apreciarse en este grabado francés de la aldeana charra.

No siempre fue así, sin embargo. Algunos de los grabados, en particular determinados tipos publicados en Venecia en 1783 por Teodoro Viero dentro de una obra general (Raccolta di 126 stampe, che rappresentano figure ed Abiti di varie Nazioni, secondo gli Originali e le Descrizioni di piu celebri recenti viaggiatori, e degli scopritori di paesi nuovi) superaban técnicamente a los de Cano, aunque al haber sido “embellecidos” y sacados de su contexto han provocado a veces el rechazo de los estudiosos de la indumentaria. Nunca llueve a gusto de todos. . .


4.Peluquero Dibujo, Manuel de la Cruz. Grabado, Juan de la Cruz
Juan de la Cruz Cano: Colección de Trajes de España tanto antiguos como modernos que comprehende todos los de sus dominios. Madrid, Casa de M. Copin, 1777
Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, hermano del célebre sainetero Ramón de la Cruz, tras un dilatado aprendizaje en París junto al también geógrafo Tomás López gracias a una ayuda del mecenas de la Academia de Bellas Artes Juan de Carvajal y Láncaster, emprendió la tarea de preparar una colección que reuniera los trajes de muchas zonas España. Casi todos los modelos fueron dibujados por su hermano Manuel y por él mismo quien se encargó de grabar sobre cobre toda la serie.

5.Ya está madura pero no la comerás. Labradora de tierra de Burgos Dibujo, Antonio Rodríguez. Grabado, Martí
Antonio Rodríguez: Colección General de los Trages que en la actualidad se usan en España. Principiada en el año 1801.
Madrid: Librería de Castillo, 1801
A comienzos del siglo XIX, el valenciano Antonio Rodríguez, dibujante y grabador, prepara una colección de grabados con la ayuda de otros tres calcógrafos -–Martí y Mora, Vázquez y Albuerne-, adobada además con unos comentarios que van al pie de las figuras y que hacen mención a alguna de sus características o ironizan levemente sobre ellas. Dicha colección se publica a partir de 1801.


6.Muchacho, ese borrico: Arriero de Tierra de Segovia
Dibujo y grabado, Antonio Rodríguez
Antonio Rodríguez: Colección General de los Trages que en la actualidad se usan en España. Principiada en el año 1801.
Madrid: Librería de Castillo, 1801


7.Miranda del Ebro
Dibujo, Swinburne. Grabado, Thomas Medland.
Henry Swinburne:
Picturesque Tour Through Spain, 1775-1776.
London, John Scott, 1808.
Aunque la obra de Swinburne sale a la luz por primera vez en 1779, se completa después con numerosos grabados que, sobre sus dibujos calcografían diferentes grabadores ingleses como Thomas Medland. El viajero y arqueólogo inglés Swinburne recorrió buena parte de nuestro país tras haber heredado una importante suma de dinero y mostró la España del último cuarto del siglo XVIII a muchos ingleses gracias a sus dibujos de paisajes y personas.

El siglo XIX: guerras, moda y costumbrismo

Las palabras de Marcel Proust, “Sólo los románticos saben leer las obras clásicas, porque las leen como fueron escritas, es decir románticamente”, se podrían aplicar también al gusto por el Arte Clásico en el Romanticismo, pero, cómo no, al propio Arte romántico. El período de influencia del Romanticismo, que abarca casi un siglo –-del último cuarto del XVIII al último cuarto del XIX- es testigo de muchas tendencias que van desde el Sturm und Drang (tempestad y empuje) -alemán –personal y juvenil- hasta el costumbrismo realista, pasando por revoluciones industriales y científicas que hacen del siglo XIX, época en la que el movimiento romántico tiene su auge y decadencia, una centuria inquieta y apasionante. Predominan sin embargo, a lo largo de todo ese tiempo y fundamentalmente en Europa, el gusto por la Edad Media (oscura, legendaria, heroica), el interés por los viajes (aventura, libertad y exotismo) y una tendencia algo morbosa hacia la autocontemplación desde la duda y el pesimismo debido a las guerras.

Precisamente por esa inquietud, el siglo XIX fue tan abundante en colecciones y ediciones que seríamos injustos si nos fijásemos sólo en algunas.

En los albores del siglo nos encontramos con una nueva colección de figuras diversas dibujada por el valenciano Antonio Rodríguez (1765-1823) y titulada Coleccion General de los Trages que en la actualidad se usan en España, principiada en 1801. Para la ejecución de los grabados, Rodríguez contó con tres excelentes artistas: Joseph Vázquez, Manuel Albuerne y Francisco de Paula Martí Mora, aunque él mismo tomó el buril en ocasiones para grabar algunos de sus propios dibujos. Cabe destacar, por su interés y por su sentido irónico, las frases que acompañan al grabado y que tienen mucho que ver con el personaje al que sirven de pie: alguna alusión, con frecuencia mordaz, a su oficio o a las características que le dan notoriedad. En cualquier caso, majos, bandoleros, toreros y mendigos aparecen como personajes pseudonacionales, aunque muchos de ellos tengan su génesis o su desarrollo particular en diferentes tierras y vayan a imponer, poco a poco, sus atuendos, convirtiéndolos en estereotipos, como es el caso de algunos tipos andaluces.

José Ribelles y Helip (1778-1835), valenciano como Rodríguez, es el autor de la Coleccion de Trages de España, que fue por primera vez al tórculo en 1825 y de la que todavía conserva las planchas la Calcografía Nacional. Ribelles es bastante original en sus modelos aunque continúa la línea coleccionista, variada y surtida, marcada por Rodríguez una década antes. Aparecen en su trabajo personajes rurales junto a otros de ámbito ciudadano. Figuras correspondientes a determinadas provincias al lado de otras cuya adscripción geográfica resulta más complicada. Graba la Colección Juan Carrafa (1787-1869), conserje de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, quien combina las técnicas de aguafuerte y buril para llevar a cabo las 112 láminas que se presentaron en dos series.

Probablemente la obra más bella de todo el siglo XIX es la colección titulada Galerie Royale de Costumes, que se publicó en París entre 1842 y 1848 en el establecimiento de Aubert y hoy día es prácticamente inalcanzable como obra completa. Ya cuando René Colas publica su Bibliographie Generale du Costume et de la Mode en 1933 advierte que nunca había visto los seis tomos enteros. Pharamond Blanchard, que es quien va a dibujar los trajes españoles que luego serán litografiados por Janet Lange, llegó a España con su colega Dauzats comisionado por Luis Felipe de Orleans para seleccionar cuadros de firmas importantes que una parte de la nobleza española se estaba viendo obligada a vender para remediar su penuria económica. Además Blanchard, que había estudiado en la escuela de Bellas Artes de París, era uno de los ilustradores de la obra del Barón Taylor Voyage pittoresque en Espagne, en Portugal et sur la côte d'Afrique, de Tánger a Tetouan, para lo cual viajó por España entre los años 1835 y 1837.


8.Spanish Courier
Dibujo, Bradford. Grabado, Clark
William Bradford: Sketches of the Country, character, and Costume, in Portugal and Spain, made during the campaign, and on the route of the British Army, in 1808 and 1809. London, John Booth, 1810
En la época en que Bradford viaja por España acompañando como capellán al ejército inglés, los correos y la transmisión de noticias son importantísimos. En la descripción del traje del jinete dice: “El traje del correo está compuesto por un pequeño sombrero, atado bajo la barbilla con un pañuelo, una chaqueta con coderas de paño de diferente color y rodilleras de cuero”.


9.Guerrillas
Litografía
Dibujo, Hippolyte Lecomte. Litografía : C. Last(eyrie)
Hippolyte Lecomte:
Costumes de differentes nations.
Paris, Delpech et C Lasteyrie, 1817-20
Lecomte realizó 90 figuras de diferentes países del mundo, destinando varias a tipos españoles (21-30). De entre ellas, como no podría ser de otro modo dado el año en que se dibujaron, dedicó alguna a los trajes de los guerrilleros españoles.


10.1ª vista del Castillo de Coca.
Dibujo, Robert Daudet. Grabado, Vivant Denon y Jean Baptiste Reville
Alexandre Laborde: Voyage pittoresque et historique de l'Espagne, Paris, Imp. De Pierre Didot, 1806-1820
Laborde, aristócrata francés e hijo de un español nacionalizado en el país vecino, visita por primera vez España en 1800 acompañando a Lucien Bonaparte y se queda varios años, publicando a su regreso a Paris todos los dibujos realizados por él mismo y otros artistas que le acompañaron en dicho viaje, en cuatro volúmenes.


11.Modo de viajar en España
Dibujo, Laborde
Alexandre Laborde: Voyage pittoresque et historique de l'Espagne, Paris, Imp. De Pierre Didot, 1806-1820


12.Ruines aux environs de Lodares (Servant de retraite a des Arrieros)
Dibujo, Louis Albert Bacler d´Albe. Litografía G. Engelmann
Louis Albert Bacler d´Albe: Souvenirs pittoresques de la campagne d´ Espagne, Paris, 1820
Bacler d´Albe fue, además de amigo de Napoleón, uno de sus consejeros más importantes por sus conocimientos de cartografía. Fue director del Dépot de Guerre y un extraordinario dibujante. En este grabado, muestra un refugio de unos arrieros en un pueblo de la provincia de Soria.


13.Cortesano
Litografía
Giscard: Delineations of the most remarkable costumes of the different provinces of Spain, and also of the military uniforms, bull fights, national dances, etc. of the spaniards. London, Henry Stokes, 1822
Giscard, además de este curioso libro de trajes de diferentes estratos de la sociedad española, es autor de otro curioso trabajo sobre el heroísmo del ejército inglés en la Guerra de la Independencia. Los mostrados aquí son trajes de protocolo.

Diputado a Cortes
Litografía
Giscard: Delineations of the most remarkable costumes of the different provinces of Spain, and also of the military uniforms, bull fights, national dances, etc. of the spaniards. London, Henry Stokes, 1822

-William Bradford: Sketches of the Country, Character and Costume in Portugal and Spain Made during the campaign an on the route of the British Army in 1808 and 1809. London, 1809.

Maja (Ce costume commence a se perdre)
Litografía
Pharamond Blanchard Galerie Royale de Costumes. Paris, 1842

La estadística y la moda

1845 parece ser el año por excelencia de los libros estadísticos. Pascual Madoz publica su célebre Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, y Francisco de Paula y Mellado, editor de Madrid saca a la luz un volumen titulado España Geográfica, Histórica, Estadística y Pintoresca. Se combinan en tan largo enunciado los puntos fundamentales que atraían el interés del lector (¿o habría que decir mejor del editor?) español de mediados del siglo XIX. En cualquier caso, Mellado sazona los datos económicos o históricos con una serie de xilografías dibujadas por Carlos Múgica y grabadas por Calixto Ortega, que tienen una frescura especial por tratarse de tipos originales y ataviados al uso del país.

Algo similar hace Francisco Boronat y Satorre en 1874 con su España Geográfica e Histórica Ilustrada, donde se pueden contemplar, aparte de datos, una litografía del plano de la provincia, una vista de la capital y unas figuras ataviadas con trajes clásicos del país. En un sentido parecido, aunque más satírico, están las descripciones literarias e iconográficas de Los españoles pintados por sí mismos, que aparecen en 1843 y 1851 en distintos establecimientos tipográficos. Dentro de la tendencia costumbrista, Serafín Estébanez Calderón, "El solitario", publica en 1847 sus Escenas andaluzas y para ilustrarlas cuenta con la colaboración de Francisco Lameyer y Berenguer (1825-1877) pintor y dibujante andaluz, quien, en plena juventud, elaboró unos espléndidos bocetos que fueron luego grabados por diferentes artistas.


14.Trage de España
Grabado Calcográfico
Dibujo, José Ribelles. Grabado, Juan Carrafa
Trajes de España, Madrid,1825
El pintor y dibujante valenciano José Ribelles y Helip es, tras Cruz Cano y Rodríguez, el siguiente en emprender una colección de trajes de las provincias y oficios tradicionales españoles. Su colección es una de las más conocidas y la Calcografía Nacional aún conserva sus planchas.


15.Inn of Gor
Prueba de grabado, E. Goodall
Isidore Justin Taylor: Voyage pittoresque en Espagne, en Portugal et sur la Cote d`Afrique, de Tanger a Tétouan, Volumen III, plancha 99, Paris, Gide Fils, 1826
El Barón Taylor fue un personaje destacado en la compra de obra pictórica para el gabinete o museo español que ordenó crear Luis Felipe de Orleans en 1838. Su viaje pintoresco incluyó algunos paisajes y vistas de ciudades pero no olvidó a los personajes típicos. Aquí se puede observar cómo era una posada (la de Gor, en Granada) con su ambiente particular.


16.Plaza Real and procession of Corpus Christi
Dibujo, David Roberts. Grabado al acero, Edward Goodall
Thomas Roscoe: The Tourist in Spain. London, 1837


17.Gabia la Grande and Vega de Granada
Litografía
George  Vivian: Spanish Scenery. Londres, 1838

          
18.Valladolid, plaza de Antigua
Litografía
Nicolas Chapuy: L'Espagne. Vues des principales Villes de ce Royaume. Paris, 1844

Los libros de Arte, de viajes y las Revistas ilustradas

En 1808 el reverendo inglés William Bradford, capellán del ejército inglés durante la Guerra de la Independencia, pasa por España acompañando a un regimiento británico en su itinerario bélico. Producto del viaje es un libro ilustrado por él mismo, en el que narra con personal estilo lo que observó en su periplo por tierras lusitanas e hispánicas. Bradford retrata lugares y personas de diferentes latitudes aunque se detiene especialmente en algunos lugares de donde nos ofrece figuras de personajes y paisajes, principalmente.

Genaro Pérez Villaamil fue un pintor ferrolano que llegó a ser Director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid aunque su primera vocación fuese la militar. Además de su España artística y monumental que publicó en Francia en tres volúmenes (Paris, Hauser 1842-1844), pintó más de 8.000 cuadros y 18.000 bocetos y dibujos.

Respecto al tipo de información que estos grabados ofrecen, convendría recordar que, quitando artistas como Pérez Villaamil o Domínguez Bécquer, los demás tenían escaso interés en que sus representaciones fuesen “verídicas” y por tanto fuente fiable para el estudio de la indumentaria.

Entre los libros de viajes, podrían mencionarse los de Begin y Davillier. Auguste Emile Begin escribió su Voyage pittoresque en Espagne et en Portugal, que fue publicado por Belin-Leprieur et Morizon en París en 1852. Begin, que recorrió España de norte a sur, visitó muchas ciudades y encargó la ejecución de las ilustraciones a los hermanos Rouargue, Adolphe y Emile, grabador y dibujante respectivamente.

El barón Charles Davillier comienza a publicar en 1862 en la revista francesa Le Tour du Monde una serie de impresiones acerca de su viaje por nuestro país; tales escritos aparecen ilustrados por su acompañante durante el viaje, el genial dibujante Gustave Doré (1832-1883). Davillier titula genéricamente sus artículos "Voyage en Espagne" y sus colaboraciones duran hasta 1873. Un año más tarde la editorial Hachette reúne en un solo libro todos estos escritos bajo el nombre de L'Espagne; se incluyen, naturalmente, los 309 dibujos, realizados por Doré y grabados por distintos artistas de la época (Pisan, Bertrand, Hildibrand, Dumont, Sotain, etc). Muchos de esos grabados ilustrarán posteriormente revistas del tipo de la titulada El mundo en la mano, publicada en Barcelona por Montaner y Simón.

Miguel Guijarro, impresor madrileño, emprende en 1872 una aventura editorial que va a marcar un hito y va a quedar como paradigma de espléndida obra colectiva sobre trajes y tipos populares (en este caso haciendo un recorrido por la geografía ibérica y americana); se trata de Las mujeres españolas, portuguesas y americanas tales como son en el hogar doméstico, en los campos, en las ciudades, en el templo, en los espectáculos, en el taller y en los salones, aparecida en tres volúmenes con magníficas cromolitografías realizadas en Cataluña y Andalucía por diferentes establecimientos litográficos.

Guijarro encarga el texto a conocidos escritores y las pinturas a famosos artistas, encomendándoles que exalten no sólo la belleza femenina sino sus virtudes, prendas y características más destacadas.


19.Plaza de los Momos en Zamora
Dibujo, Genaro Pérez de Villaamil. Estampación, Louis Jules Arnout
Patricio de la Escosura: España artística y monumental, París, Hauser, 1842-44
Villaamil fue un extraordinario pintor que realizó una obra todavía admirada. Sus dibujos de monumentos españoles suelen incluir la figura de personajes que sirven para mostrar las modas del momento.


20.Palacio del conde de Monterrey en Salamanca
Dibujo, Genaro Pérez de Villaamil. Estampación, Louis Julien Jacottet
Patricio de la Escosura: España artística y monumental, París, Hauser, 1842-44
En 1842, el pintor y litógrafo gallego Genaro Pérez Villaamil comienza a publicar en la imprenta de Alberto Hauser en París la ingente obra España artística y monumental. Vistas y descripción de los sitios y monumentos más notables de España. Contaba para ello con la colaboración de Patricio de la Escosura que firmaba el texto. Villaamil, trabajador infatigable y pulquérrimo artista realizó la mayor parte de los dibujos desplazándose personalmente a tomar apuntes del natural. Utiliza las figuras como elemento comparativo –-como lo haría Parcerisa en sus Recuerdos y Bellezas de España- para las dimensiones, en su caso siempre impresionantes, de la iglesia o el palacio representados que obedecen casi siempre a perspectivas similares. En algunos casos, no muchos, confió en otros artistas para que fuesen ellos quienes diesen la visión local e inevitablemente romántica del tema. Así sucedió en algunas escenas y monumentos andaluces dibujados por José Domínguez Bécquer y litografiados por Adolphe Bayot. Ambos artistas realizaron varios trabajos en conjunto para la obra de Villaamil.


21.Burgos Salamanque Santander
Grabado
Rouargue Frères
Auguste Emile Begin: Voyage pittoresque en Espagne et en Portugal. París, Belin-Leprieur et Morizon, 1852


22.Mules of the plaza de toros
Litografía, William Lake Price
William Frederick Lake Price: Bull Fights of Spain.
London, 1852
Lake Price fue, además de un excelente pintor costumbrista, uno de los primeros artistas ingleses que creyeron en la fotografía como medio estético y artístico. Poco después de esta litografía sobre las corridas de toros en España, publicó en Londres un manual de fotografía. Es muy conocido por su célebre instantánea “Don Quixote en su estudio”.


23.Paysanne des environs de Madrid
Cromolitografía
Dibujo, A. Valentin. Grabado, J-B. Lallemand
Musée de Costumes, Paris, 1860


24.Universidad de Valladolid
Dibujo: Francisco Javier Parcerisa y Boada
Estampación: S. Ysla
José María Quadrado: Recuerdos y bellezas de España. Madrid, Repullés, 1855-1865 (1861)


25.El sastre de aldea
Valeriano Domínguez Bécquer
La Ilustración de Madrid, 1871


26.Valladolid
Joaquín Magistris
Estampación: Francisco Boronat (litografía)
Francisco Boronat y Satorre: Reseña Geográfica e Histórica, Madrid, 1874
Dentro de las publicaciones geográficas y estadísticas pero con un innegable valor artístico añadido, Francisco Boronat y Satorre publicó en 1874 una serie de preciosas litografías con reseñas de cada provincia que incluían mapa y trajes característicos, amén de escudo y nombres de varones famosos, bajo el título genérico de España Geográfica e Histórica Ilustrada. Cada lámina estaba numerada y apareció también como libro bajo el título Atlas de España Geográfica (Madrid, 1879). El dibujante catalán Magistris, conocido también por sus colecciones de soldados y por algunas escenas taurinas, cumplió con relativo aseo el trabajo difícil que se le venía encima tomando los distintos modelos de fotografías, grabados y litografías ya existentes. El dibujante catalán recogió la postura y algunos elementos más de las figuras creadas por Calixto Ortega, transformándolos en imagen especular y añadiendo algunos detalles más de Rodríguez y Bradford.


Libros

-Francisco de Paula Mellado: España Geográfica, Histórica, estadística y Pintoresca. Madrid, Mellado, 1845
-Varios autores: Los españoles pintados por sí mismos. Madrid, Gaspar y Roig, 1851
-José María Quadrado: España, sus monumentos y artes. Su naturaleza e Historia. Valladolid, Palencia y Zamora. Barcelona, Daniel Cortezo, 1885
En 1884 Daniel Cortezo inicia la publicación de España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia, que venía a ser en cierto modo una continuación de los Recuerdos y Bellezas de España ya que contaba en ciertas provincias con los mismos autores, como podría ser el caso de José María Quadrado. Entre los ilustradores destaca Xumetra, que es quien realizó la mayor parte de las cromolitografías y que contó también con modelos de fotografías originales para la ejecución de sus trabajos dejando, de esa forma, poco espacio a la imaginación. De una instantánea, probablemente, procede ese "Hombre de Valladolid" del pintor catalán Fernando Xumetra y Ragull, así como las acuarelas de Manuel Moreno Rodríguez y los tipos de campesinas de Salamanca del pintor albaceteño Manuel Alcázar y Ruiz. La corriente realista acaba dominando por completo en el arte del grabado.
-Victor Adam
Curioso libro que perteneció a la biblioteca del Conde Revedin. El autor de las cromolitografías es Albert Adam, hijo del también litógrafo Victor Adam y especialista en modas y acontecimientos de sociedad que retrató para numerosas revistas y periódicos de la época. Se trata de una serie de estampas de 147 x 95 mms. unidas en forma de leporello y plegadas en zig zag probablemente por el propio Conde Pedro Revedin en la época en que las adquirió. Adam tomó los ejemplos de diferentes revistas y libros de la época entre 1850 y 1860, y algunos de los modelos creados por él fueron usados después por Charles Pinot para formar una galería de tipos españoles que se difundió largamente dentro de la estampería popular de Epinal.


Libros

-José de Castro y Serrano: España en Paris. Revista de la Exposición Universal de 1867. Madrid, Librería de Durán, 1867
-La moda elegante. Periódico de las familias. Madrid, 1867
-El Mundo en la mano. Viaje pintoresco a las cinco partes del mundo. Tomo IV. Barcelona, Montaner y Simón, 1878
-Tipos Españoles. Acuarelas de Manuel Moreno. Madrid, Romo y Füsell, s.a.
-Auguste Racinet: Le costume historique. Paris, Firmin Didot, 1888
En Le Costume Historique de Auguste Racinet, editada en seis volúmenes entre los años 1876 y 1888, la parte dedicada a España está integrada por las acuarelas de Bastinos y García, utilizándose ya para su ejecución modelos tomados de fotografías hechas a personajes rurales, amén de las correspondientes estampas y grabados de autores precedentes. Esta nueva costumbre de basar grabados en imágenes fotográficas va a ser una constante en los treinta años finales del siglo XIX; ilustradores de diarios y revistas, a la hora de realizar las xilografías en tacos de madera de boj, pegaban sobre éstos las fotografías a reproducir.


27.Taurero avant la course
Cromolitografía
Dibujo: Pharamond Blanchard.
Grabado: Ferdinand
Pailleres: Costumes historiques, mithologiques et nationeaux des differentes nations modernes, Paris, Aubert, 1875


28.Contrastes
El loro 18 de sept.1880


29.La fiesta nacional
Daniel Perea
La Ilustración Española y Americana XXV, 1881

Los grabados de trajes en el siglo XX

Entre los años 1924 y 1928 Muirhead Bone y su esposa Gertrude hicieron varios viajes a España. La obra que resultó de esas visitas, aparecida en 1936 en Londres bajo el título Old Spain, tuvo una extraordinaria acogida por sus textos y por sus ilustraciones. Su visión de nuestro país se produce en la época que media entre la Dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil, pero su mirada penetra hasta esa “vieja España” que anuncia el título y que, en algunos casos, ha sobrevivido hasta hoy porque es parte y sustrato de una identidad genética. La lectura que hacen los Bone del ambiente con el que se encuentran y de las gentes a las que entrevistan no es precisamente la de unos admiradores convencidos del engañoso progreso de las primeras décadas del siglo XX, sino la de unos románticos enamorados de la historia y de las profundas raíces de un pueblo que, en muchas épocas de su dilatada andadura, no supo lo que era ni lo que tenía y se esforzó en parecer lo que ni era ni parecía. En cualquier caso, los dibujos de Muirhead Bone, realistas y esquemáticos, se complementan con el texto imaginativo, culto y delicado de Gertrude, cuya sensibilidad y educación nos conducen por las sendas amenas de una literatura de viajes ya extinguida. Muchas cosas han cambiado, evidentemente, desde la época en que este libro fue escrito. Ahora no sería posible viajar sin prisa por España y, precisamente por eso, los textos de la escritora escocesa, al estilo de los publicados por Richard Ford y dirigidos a los “lectores en casa”, poseen esa descansada emoción, esa sutil delicadeza, habitualmente ausente de las guías de viaje al uso que podemos encontrar hoy.

Emile Gallois, acuarelista francés, hace, en su colección de trajes españoles, uso de una imaginación desbordada y confía más en el resultado estético que en el servicio que podría prestar a un estudioso del traje en España. Su obra, publicada en 1939, ofrece una vertiente artística casi desprovista de elementos etnográficos o históricos. Por otro lado, es bien sabido que algunos de estos documentos, aunque tenían un origen cercano al natural, se iban apartando de la fuente en la medida que se producían copias o plagios. Así, los dibujos de D`Ivori (seudónimo de Joan Vila i Pujol, ilustrador catalán) introducen elementos y colores nuevos a trajes y tipos de los siglos XVIII y XIX creando una de las últimas series de indumentaria popular.

Finalmente, el libro sobre los Trajes españoles que el Estado regaló a Eva Perón en 1947, es el último intento de hacer vivir no sólo un tipo de indumentaria ya en desuso en aquel momento, sino unos valores que estaban más en la historia que en la realidad cotidiana del país.

Ceferino Araujo: Recuerdos. . .

Ceferino Araujo escribió a fines del siglo XIX un curioso manuscrito que se conserva en la Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, en el que se hacía un recorrido por algunas estampas populares españolas decimonónicas deteniéndose en las más curiosas o destacadas. Las ilustraciones 86 y 87 muestran dos dibujos de época en los que se critica la moda femenina de ponerse nalgas postizas o la costumbre de llevar corsé los hombres.

“Las que os preciáis de las modas / que os envían los franceses
en esta tienda hay enveses / para proveeros a todas.
Vieja o flaca, aquí hallarás / nalgas de lata flamantes
Y así tendrás mil amantes / que te alaben por detrás”.
          
-Agustín de Foxá: Trajes de España. Colección de M. Eva Duarte de Perón. Buenos Aires, Museo de Arte Decorativo, 1948
-Emile Gallois: Costumes Espagnols. Paris, Reuson Fils, 1939

Piezas

-Traje de novia y botines
-Capa negra
-Pañuelo “de ramo”
-Traje infantil de bautismo
-Camisa femenina, Jubón de seda, Faltriquera, Delantal, Rodao verde con apliques de azabache
-Camisa masculina
-Falda roja con apliques mecánicos
-Ligas de seda rosa


Colecciones:
Juan Hormaechea
Jaime Armero (Frame)
Fundación Joaquín Díaz
Museo Etnográfico de Castilla y León (Zamora)

Textos:
Ruth Domínguez Viñas
Carlos A. Porro
Joaquín Díaz

Maquetación gráfica:
Luis Vincent


Cancionero de Romances

La discográfica Warner Music Spain ha reeditado un trabajo ya clásico de Joaquín Díaz que salió en los años 70 bajo el título "Cancionero de Romances". Los cinco discos analógicos se han reunido en una caja con 3 CDs a los que se une un DVD con videos inéditos de TVE en los que se pueden ver actuaciones de Joaquín Díaz en programas como "Luces en la noche" o "3 programa 3". La caja se presentó en Madrid en La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en la FNAC de Callao, contando en el primer caso con la presencia de Ismael Fernández de la Cuesta y Luis Díaz Viana y en el segundo con José Ramón Pardo y Francisco Gamarra.


Presentación en la Real Academia
Presentación
Presentación


MEDIOS

http://tiendas.fnac.es/callao/una-de-romances-de-la-mano-de-joaquin-diaz-en-fnac-callao/
http://www.abc.es/agencias/noticia.asp?noticia=1174189
http://actualidad.orange.es/cultura/joaquin-diaz-sostiene-que-romance-es-historia-espana-contada-en-octosilabos.html
http://www.que.es/cultura/201205231518-joaquin-diaz-sostiene-romance-historia-efe.html
http://www.europapress.es/castilla-y-leon/noticia-joaquin-diaz-compila-52-romances-recorren-historia-espana-traves-defectos-virtudes-mitos-leyendas-20120523140516.html
http://www.cancioneros.com/co/3955/2/despues-de-40-anos-se-reedita-el-mitico-cancionero-de-romances-de-joaquin-diaz-por-xavier-pintanel
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/23/valladolid/1337768662.html
http://www.lavanguardia.com/local/20120523/54297991109/joaquin-diaz-compila-52-romances-que-recorren-la-historia-de-espana-traves-de-sus-defectos.html
http://www.elnortedecastilla.es/20120523/mas-actualidad/cultura/saber-popular-octosilabos-201205231228.html
http://www.que.es/valladolid/201205231405-joaquin-diaz-compila-romances-recorren-epi.html
http://noticias.terra.es/2012/gente-y-cultura/0523/actualidad/joaquin-diaz-el-romance-es-la-historia-de-espana-contada-en-octosilabos.aspx
http://www.warnermusic.es/noticias/ficha.aspx?nIdNoticia=2055
http://noticias.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/musica-clasica/joaquin-diaz-compila-52-romances-que-recorren-la-historia-de-espana-traves-de-sus-defectos-virtudes-mitos-y-leyendas_qCnFu64KQO3ysQChucpym2/
http://www.leonoticias.com/frontend/leonoticias/Romances-Con-La-Esencia-De-Un-Genero-Qu-vn98715-vst240

TIENDAS

http://es.7digital.com/artist/joaquin-diaz/release/cancionero-de-romances
http://itunes.apple.com/es/album/cancionero-de-romances/id525314513
http://www.zonadecompras.com/Cancionero-de-romances-Joaquin-Diaz/p/259320
http://musica.fnac.es/a723935/Joaquin-Diaz-Cancionero-de-romances-CD-s-sin-especificar
http://tiendas.fnac.es/callao/una-de-romances-de-la-mano-de-joaquin-diaz-en-fnac-callao/
http://www.clubcultura.com/uploads/stores/6/callaomayo-1335531532.pdf
http://www.cduniverse.com/productinfo.asp?pid=8759213
https://www.elkar.com/es/ficha_del_disco/cancionero-de-romances-3-cd%20dvd/joaquin-diaz/f000000157900
http://www.disc-order.com/es/detail.php?NUMERO=GEN051684
http://www.etnomusic.com/cast/cantidad.php?stock=80688


Visita de la Academia de Bellas Artes

La Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción realizó el día 19 de mayo una visita a Urueña y a la Fundación. La Academia se reunió en Junta en el Centro e-Lea y posteriormente la profesora Julia Ara pronunció una conferencia titulada "La Anunciada de Urueña. Historia incompleta de una iglesia solitaria".

Real Academia de la Purísima Concepción


Exposición en la Universidad de Valladolid

En la sala de Exposiciones de la UVA en el edificio Rector Tejerina se expuso una muestra sobre los 25 años de la Tuna de Derecho que fue comisariada por el Director de la Fundación e inaugurada el día 16 de mayo.

Exposición
Don Jesús Urrea, Director del MUVA,
en la inauguración de la exposición






Sumario de Parpalacios:


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