Había una vez una mujer muy altanera que tenía dos hijas vanidosas. Ella se había casado en segundas nupcias con el padre de una niña dulce y bondadosa, y ellas la odiaban. La encargaban de las tareas más onerosas y cuando terminaba se sentaba junto al fuego, entre las cenizas. Por eso sus hermanastras la llamaban Cenicienta. Pero ella era más hermosa que sus hermanastras, a pesar de vestir pobremente.
Sucedió que el hijo del rey dio un baile e invitó a las hermanas de Cenicienta. Mientras ella las peinaba y vestía, ellas se burlaban. Las hermanastras se fueron y Cenicienta se quedó en casa llorando, pero en eso apareció el hada madrina y le dijo que podría ir a la fiesta.
Con un golpe de su varita transformó una calabaza en una carroza dorada. Tocó una ratonera donde había seis ratones y estos se convirtieron en hermosos corceles. Había también una rata de grandes bigotes que fue transformada en cochero. A seis lagartijas las convirtió en lacayos para que la acompañaran. Después tocó con la varita a Cenicienta y sus vestidos se convirtieron en ropajes riquísimos y sus zapatillas en zapatos de vidrio.
Cuando llegó con su carroza al palacio, el príncipe, creyendo que era una princesa desconocida, corrió a darle la mano y conducirla a la sala. A su entrada todos quedaron maravillados. El príncipe la llenó de atenciones, y ella bailaba con tanta gracia que él no hacía otra cosa que admirarla. Ella se sentó con sus hermanastras y les regaló los bombones que el príncipe le había dado y ellas se sintieron muy honradas, porque no la reconocieron.
La madrina le había prevenido de quedarse pasada la medianoche, pero ella se distrajo y cuando empezaron a dar las doce, salió corriendo, perdiendo uno de sus zapatos. El príncipe corrió tras ella, pero solo pudo encontrar el zapato de vidrio. Ella llegó a su casa y de toda su magnificencia solo conservó el otro zapato.
El hijo del rey, enamorado, la buscó por todas partes; al no encontrarla anunció que se casaría con la mujer que calzara el zapato de vidrio. Se lo probaron a las princesas y duquesas, pero no les cabía el pie. También las hermanas se lo probaron infructuosamente. Como quien no quiere la cosa, Cenicienta también se lo probó entre las burlas de sus hermanastras, que quedaron asombradas cuando vieron que le quedaba perfectamente bien.
Entonces llegó su hada madrina y a un toque de su varita apareció con los suntuosos vestidos que había llevado al baile. Sus hermanastras se arrojaron a sus pies a pedirle perdón y ella, como era buena, las abrazó.
Se casó con el príncipe, invitó a sus hermanastras a la corte y las casó con dos grandes señores.
Este cuento tradicional, catalogado como ATU 510, ha sido uno de los más estudiados por eruditos desde finales del siglo XIX. Algunos de sus elementos narrativos de una venerable antigüedad se encuentran en antiguos papiros egipcios, y ya existe una versión china del siglo X. Basile, en su Pentamerone (1634-1636), le dio forma literaria por primera vez en la tradición occidental.