Había una vez un poderoso señor llamado Barba Azul. Era tan feo y tan terrible que aterrorizaba a las mujeres.
Una de sus vecinas, que era muy hermosa, lo aceptó como marido.
Al cabo de un mes, Barba Azul le entregó las llaves de la casa a su mujer, pues se iba de viaje. Le prohibió que abriera un cuartito que había en la casa.
En su ausencia, la mujer invitó a sus amigas y les mostró sus riquezas y los hermosos aposentos.
Llevada por la curiosidad, abrió la puerta del cuartito y entonces vio los cadáveres de siete mujeres con las que Barba Azul se había casado antes.
Dejó caer la llave en la sangre y trató en vano de limpiar las manchas.
De regreso del viaje, Barba Azul vio la llave manchada y amenazó de muerte a su mujer.
La pobre mujer corrió a avisar a su hermana para que hiciera señales a sus hermanos.
La hermana subió a la torre, miró a lo lejos, pero no vio más que una nube de polvo que formaba un rebaño.
Con un gran machete, Barba Azul gritaba a su mujer “O bajas tú o subo yo”.
“Hermana, ¿ves algo?” “A dos caballeros, pero están muy lejos”.
Barba Azul gritaba tan fuerte que hacía temblar toda la casa.
La pobre mujer bajó y se tiró a los pies de su marido desconsolada y desmelenada.
“Tienes que morir”. La cogió por el pelo y levantó el brazo bien alto para cortarle la cabeza.
La puerta cae rota en pedazos, los dos hermanos se precipitan sobre Barba Azul y lo atraviesan con sus espadas.
Barba Azul no tenía herederos; su esposa lo heredó todo. Casó a su hermana con un joven que la amaba desde hacía mucho tiempo.
El cuento de Barba Azul es tradicional, se cataloga como ATU 312. La primera versión documentada de este cuento es la de Charles Perrault. Los hermanos Grimm lo incluyeron en la primera edición de su famosa colección, pero después lo suprimieron por no ser de origen alemán. Se extendió por toda Europa y América, también por partes de África.