El gran poeta Poschius salió una mañana de su casa con su ropa mala.
Pero nadie en las calles ni en el mercado lo saludaba.
El señor Poschius volvió a casa, se puso su levita más hermosa y volvió a salir al mercado.
Todo el mundo se quitaba el sombrero, lo saludaba y le hablaba con mucha educación: «Buenos días, honorable señor». «Buenas, admiradísimo señor». «Tengo el honor de saludarlo desde mi humilde posición».
Inmediatamente el señor Poschius corrió a su casa y se quitó la levita con muy mal humor.
Cogió la levita y le dijo «¿Eres tú el doctor Poschius o soy yo?»
Como la levita no respondía, el señor Poschius le demostró a palos que el hábito no hace al monje.