Federico de Austria y Luis de Baviera eran buenos amigos. Al morir el rey Enrique VII, hubo una guerra entre los dos compañeros, pues ambos ambicionaban la corona. En una sangrienta batalla, Federico cayó prisionero y fue llevado a una torre bien guardada.
Su hermano Leopoldo, al enterarse de la triste noticia, llamó a un mago y le prometió quinientos florines, seis botellas de vino y un abrigo nuevo si liberaba a su hermano. El mago contestó que sería un gran honor si su hermano hacía lo que él le indicara.
Sentado en la torre, Federico meditaba sobre su infortunio. Cuando todos dormían oyó que llamaban a su puerta. Al preguntar quién era, apareció el mago: “Vengo a sacaros de aquí y a llevaros con vuestra gente”, y le dijo que se asomara a la ventana, y que abajo vería a un caballo negro mágico que le esperaba impaciente como un torbellino para liberarlo y llevarlo por los aires. Federico le contestó que no sería honorable escapar por ese método y que confiaba en que Dios le ayudaría. A la mañana siguiente, bien temprano, llegó un mensajero llevando la noticia de que Luis liberaba a Federico en honor a la amistad que unía a ambos.