Una niña muy buena recibió de su madre una muñeca que caminaba y que también sabía hablar. Su amita la quería mucho. Todas las mañanas la muñeca la despertaba y le daba los buenos días. Después le daba las zapatillas y la ayudaba a vestirse. También se ocupaba de arreglar la habitación y de otras tareas domésticas. Montada sobre una silla le hacía a su amita los más hermosos peinados y la ayudaba a estudiar y a hacer los deberes. Luego salían al jardín a recoger flores para hacer bonitos ramos.
Al salir la amita para la escuela la despedía con muchos besos. Mientras estaba el ama en la escuela, la muñeca arreglaba las cosas, tejía, bordaba manguitos, cuellos y un montón de cosas más. A veces la muñeca cantaba a dúo con el ruiseñor y todos los vecinos acudían a escucharla. Enseñó al loro a cantar “Mambrú se fue a la guerra” y el "Claro de luna" y a contar el cuento de Pulgarcito, el de Barba Azul y otros más. Cuando regresaba, su amita la recibía con abrazos.
Su amita ha invitado a sus amigas a cenar; la muñeca prepara tartas, cremas y un montón de dulces. La muñeca sirve a las amigas una cena tan buena y tan rica que acaban chupándose los dedos. El gato goloso se enferma por haber lamido los platos, la muñeca le toma el pulso. Después le da una buena medicina. La medicina produce mucho efecto.
Todos los días la muñeca juega a las cartas con el abuelo de su amita y se dejaba ganar por educación. En el cumpleaños de la amita, el loro recita una felicitación que le ha enseñado la muñeca. La Muñeca no cabe en sí de alegría: a su amita le han dado todos los premios del colegio.