Había tres ladrones. Un día, mientras uno de ellos robaba los huevos del nido de una urraca sin que esta se diera cuenta, otro le quitó los pantalones sin que se enterara. El tercero, que no podía competir con tanta maña, decidió salirse de la banda, pues era honrado, y estaba casado.
Cuando se acercaba la Navidad mató un cerdo. Sus compañeros lo visitaron y vieron el cerdo colgado dela pared de la cámara; cuando se fueron, el marido le dijo a su mujer que tenían que llevar al cerdo a la cocina y esconderlo; si no, lo perderían. Cuando llegó la noche, los dos ladrones, que querían robar el cerdo, fueron a la casa. Uno de ellos se asomó a la ventana donde dormía la mujer e imitando la voz de su marido le dice: “El cerdo no está en la cámara”. ”Pero si tú mismo lo escondiste en la cocina” respondió la mujer. Y así se llevó el cerdo al bosque donde lo esperaba su compañero. Pero el marido se dio cuenta y lo siguió, en lo más oscuro del bosque le dijo al que llevaba el cerdo, imitando la voz de su compañero: “hermano, deja, que ya lo cargo yo”. Como no veía, el otro dejó que se lo llevara. Cuando se reunieron los dos ladrones, se dieron cuenta de que habían sido burlados por el marido.
Mientras se cocinaba la carne, el marido se fue a descansar en lo que la mujer hacía sus tareas. Los dos ladrones se subieron al techo de la casa y a través de la chimenea fueron robando la carne pedazo a pedazo con un palo largo acabado en un pincho. Pero fueron descubiertos y el marido, para evitar más problemas, los invitó a cenar. Los dos ladrones devolvieron toda la carne. Cuando todos estaban festejando, tres policías que los estaban siguiendo entraron en la casa y los llevaron a la cárcel.
Este es uno de los cuentos del predicador, escritor y pedagogo Johann Peter Hebel (1760-1826), que escribió los Schatzkästlein des rheinischen Hausfreundes (cofrecillo del renano amigo de la casa).