Había una vez una princesa tan hermosa, que su padre, cuando enviudó, como había prometido a su esposa casarse solo con una princesa más hermosa que ella, decidió esposarla. Aconsejada por su hada madrina, la princesa puso condiciones extravagantes, como vestidos color del tiempo, de la luna, del sol, pero su padre satisfacía todos sus caprichos. El rey era muy rico pues poseía un burro que cagaba oro (en su cama de paja se podían encontrar al despertar escudos y luises de oro), y el rey hacía que sus criados recogieran cada mañana el tesoro. La princesa, queriendo desanimar a su padre le exigió la piel del asno que tanto lo enriquecía, pero el rey que no escuchaba otra cosa que su corazón le concedió este deseo. La princesa, al no poder ofrecer más excusas, se ensució la cara y las manos, se puso la piel del asno y escapó del palacio. Corrió y corrió hasta que estuvo muy, muy lejos. Llegó a una finca. La granjera le propuso que cuidara los pavos y las ovejas y que limpiara la cuadra de los cerdos. La princesa aceptó. Se le asignó un rincón de la cocina y con su piel de asno era el hazmerreír de todos los criados, pero ella hacía su trabajo tan bien que los animales estaban sanos y lustrosos. Ella a menudo lloraba su suerte y cuando se miraba en el agua con su piel de asno se veía muy fea.
Los días de fiesta se lavaba en su rincón de la cocina y se ponía el vestido color de sol y las joyas que su madrina le había hecho llegar en una cajita. Un día el hijo del rey, que venía de visitar una granja suya, se acercó a la casa y vio por una rendija a Piel de Asno vestida con todas sus joyas.
El príncipe se retiró y preguntó quién era la joven, le dijeron que era Piel de Asno y que había sido recogida por piedad para cuidar los pavos y las ovejas. El príncipe pensó que debía haber algún misterio, pero se enamoró tanto que enfermó gravemente. Los médicos que le mandaron no podían curarlo, decidieron que padecía una pena mortal. La reina hizo que su hijo confesara su pena, y este le dijo que quería que Piel de Asno le preparara un pastel. Ella le preparó el pastel y metió su anillo en medio de la masa. Cuando el príncipe comía el pastel encontró el anillo de diamantes, que lo besó mil veces, pero esto hizo que enfermara aún más. Le dijo a su madre que moriría a menos de que encontraran a la mujer que pudiera meter su dedo en el anillo. Los reyes anunciaron esto con flautas y tambores.
Ni princesas, ni duquesas, ni marquesas, ni baronesas, ni burguesas, ni pueblerinas podían meter el dedo en el anillo. A petición del príncipe, hicieron que Piel de Asno fuera a la corte. El príncipe no podía creer que esa chica vestida de ese modo pudiera ser la mujer que había visto. Pero el anillo entró sin dificultad. Entonces ella se quitó la piel de asno y apareció con su vestido de sol. En ese momento llegó el hada madrina y contó su historia. Piel de Asno se casó con el príncipe y fueron felices por más de cien años.
El cuento tradicional de Piel de Asno está catalogado como ATU 510B; apareció escrito por primera vez en las Nouvelles récréations et joyeux devis de Bonaventure des Périers (1510-1544), ayuda de cámara de Margarita de Navarra. La versión de Perrault, de estilo barroco, está escrita en elegantes versos. El motivo del incesto entre el rey y su hija ya había aparecido de forma independiente desde el siglo XII en relatos tradicionales.