El Dr. Espíritu leyó un día en el periódico: Los astrónomos de París han descubierto que la Luna se acerca a la Tierra. El Dr. Espíritu horrorizado regresa a su casa. Por la noche la luna amenaza con hacerse cada vez mayor.
Sus miedos se incrementan la noche siguiente cuando observa la luna desde una torre. Le vienen pensamientos oscuros.
Piensa, por ejemplo, que la luna puede descender a la Tierra y apretarnos a nosotros y a nuestras familais contra el suelo.
O, debido a la atracción que la tierra ejerce, pueden caer de la Luna fetos de vaca, piedras, tejas, etc.
La Luna puede atraer en un lado de la tierra las aguas de ríos y corrientes, mientras que en el otro lado los pozos se secarán.
Bien podría ser que se desprendiera la torre de una iglesia de la Luna y que su chapitel entrara en mi casa y se me clavara en el corazón.
O que la Tierra se partiera en dos bajo mis pies.
A lo mejor la Luna se queda clavada en una montaña y sus habitantes, que se supone que son gigantes feroces, empiezan a cometer crímenes.
O todo pordría acabar cuando la Luna y la Tierra choquen y que el Sol las reduzca a cenizas con su fuego eterno.
Con estos pensamientos se entretenía el Dr Espíritu hasta que llegó el eclipse solar de 1851 y fue perdiendo el miedo. Pero aún todavía odia a la Luna, y mira su sonrisa insidiosa a través de la ventana, o siente que lo sigue cuando camina en la carretera por la noche a grandes pasos. Incluso cuando duerme, el Dr. Espíritu no descansa y mira hacia otro lado cuando la gran masa de la Luna se ríe y se burla de su miedo. Últimamente nunca se ve al Dr. Espíritu en la calle en una noche de luna.