Guillermo era un muchacho travieso que robaba nidos en el bosque y a quien su padre castigaba constantemente. Había un gran lobo que atacaba los rebaños e incluso a los ciervos más grandes. Los cazadores de Baviera no lograban cazar este monstruo y regresaban con las manos vacías.
Un día que Guillermo se subía a un árbol para robar nidos, el gran lobo lo agarró de una pierna. Cuando el lobo lo arrastraba a su cueva como si fuera una pelota, llegó el padre y mató al animal de un tiro. El padre agarró con un brazo al niño desmayado y con la otra arrastró el lobo muerto y se fue a casa. En esos días se celebraba la fiesta de Octubre, cuando los campesinos van a Múnich con su ganado, el padre de Guillermo envió el lobo a esta ciudad, donde aún lo podemos contemplar disecado.