Había una vez una niña que tenía unos cabellos rubios que le llegaban hasta el suelo. La llamaban Rubita, pero en la cabeza tenía más caprichos y fantasías que pelo.
Un día recibe la visita de una gran dama. “Soy el Hada Capricho. Te presto mi varita con una condición: cada vez que satisfagas una fantasía te quitaré un cabello, porque soy calva y llevo peluca”.
Rubita hace aparecer con la varita un gran palacio con muchos criados.
Tiene lienzos de seda, terciopelos, tocados de perlas y una mesa llena de manjares.
Tuvo tantas fantasías que al cabo de dos años no se podía quitar el velo porque estaba calva.
A fuerza de diversiones se convirtió en una chica aburrida e infeliz. Así que llamó al hada y le pidió que la hiciera feliz.
“Lo serás cuando hayas recobrado todos tus cabellos”.
Como era una chica buena y caritativa se dio cuenta de que cada vez que ayudaba a un pobre le salía un cabello.
Lo mismo cuando hacía una buena acción. Entonces con su varita destruyó el palacio.
Distribuyó entre los pobres todo lo que le era inútil y regresó a su casita.
Allí cuidaba de sus hermanos, ayudaba a su madre en el trabajo de la casa y se hizo amable.
Un día que se quitó el gorro que cubría su cabeza, descubrió que sus rubios cabellos ya llegaban hasta el suelo.
La bella rubita se casó y fue la más hermosa novia, con sus cabellos que llegaban hasta el suelo, más que las novias ricas.
Rubita enseñó a sus hijos que se es más feliz siendo bueno que caprichoso y que no se debe desear lo que no se puede obtener de forma honrada.