LA RELIGIOSIDAD POPULAR

N.S. de Guadalupe, el Señor de Chalma y el Santísimo Sacramento



Este exvoto es otro ejemplo de los que honran varias imágenes milagrosas a la vez. Probablemente representan un triple seguro en un problema que no se puede resolver con medios humanos.

La composición de la pintura se divide en dos partes: la exterior con las dos ovejas en cuestión y una interior con las imágenes y los suplicantes.

El acabado artístico del Crucificado es de lo más delicado y encantador. La cruz en color verde, símbolo de la esperanza a la nueva vida que Cristo ha logrado con su muerte atroz, tiene la forma redonda de un tronco; las aplicaciones plateadas en los dos extremos y la palabra INRI en forma de óvalo en la tercera son de la mano de un pintor excelente. Con la delicadeza de la nube blanca se completa la estética de esta miniatura. También el corpus encaja en esta composición colorida: los clavos, la corona de espinas y la decoración de la falda se encuentran acentuados en color blanco. La llaga del pecho está a la derecha pero ese fallo anatómico aumenta el encanto. El cuerpo es muy naturalista pero al mismo tiempo de una expresión suave y agradable. La Virgen de Guadalupe aparece dentro de su iconografía tradicional, aparte de la corona que no se encuentra en la imagen original de la tilma del indio. La custodia flota sobre la nube blanca, mensajero de lo sobrenatural.

María Alvina, la suplicante femenina, es de apariencia india: la falda azul con volantillo, como la blusa blanca cerrada con botoncitos, el típico conjunto de la campesina india. Su peinado muestra un pelo abundante y oscuro, el pendiente de estilo oaxaqueño le da un toque de coquetería humana; se ha arreglado cuidadosamente para esta visita a la Virgen. Y no viene con las manos vacías: lleva un cirio largo y un ramo de rosas. Al otro lado de las imágenes milagrosas se encuentra el hijo de rodillas como su madre. Es muy hombre con barba y bigote y vestido con el traje tradicional del campesino: camisa y pantalón blancos. Al igual que su madre trae como regalo un cirio y un ramo de rosas, ella como recompensa por el feliz hallazgo de las ovejas robadas; él por haber salvado su vida. Como ambos milagros ocurrieron en poco menos que dos días ofrecen juntos un solo retablo.

La apariencia de los dos es la de hacer una visita a unas altas personalidades, a las que veneran profundamente. Para ellas se han arreglado cuidadosamente y para ellas se han metido en gastos. Velas de este tamaño eran siempre muy caras por la materia prima que debía tener cierto grado de pureza de cera a fin de ser útiles para su destino, ser velas ceremoniales. Y flores naturales eran un lujo excepcional, y más todavía las rosas, que por mucho tiempo representaban la flor de más valor, siendo su especie importada del viejo mundo.

La parte izquierda tiene las dos ovejas robadas en un paisaje bastante desierto con piedras y vegetación muy modesta, apta solamente para estos animales. Todo esto se documenta con el amarillo/marrón, colores del desierto, de la tierra árida. Todos estos detalles nos cuentan indirectamente que sus propietarios eran pobres y dos ovejas tenían para ellos un gran valor.


Votos y promesas

La leyenda dice así: «El 25 de Sebre. de 1890 le rovaron á Ma. Alvina Reyes dos ovejas á media noche, pero invocó a N. S. de Guadalupe y las ayó aotro día. En el siguiente día , como a las diez de la noche fueron seis hombres y se sacaron a su hijo y se lo llevaron asta champasquillo (donde?), y allí le dispararon dos tiros, pero se encomendó al Señor de Chalina (donde?) y al Santísimo Sacramento y no le paso nada. Y en gratitud ofrecen su retablo.





Exposición