LA RELIGIOSIDAD POPULAR

El signum contra el rayo



Plauto, en el acto IV de su obra Trinumus, escribe: «Nunca suena la campana fortuitamente»; la idea de que la campana o signum era algo más que un metal que podía sonar y convocar, está presente desde los primeros siglos en la Iglesia. La relación de su sonido con la voz de un Dios comunicador, es inmemorial, e incluso la ampliación de esa idea a la voz de los ministros de Dios, tanto los que le representaban en la tierra en la época de Jesús, como los que luego y también ahora mismo son su imagen entre nosotros. Por esa razón, cuando llega la Semana Santa enmudecen las campanas; porque Cristo muere, sus discípulos le abandonan y todos los que podían hablar por Él callan estupefactos ante la injusticia de su muerte repetida cíclicamente.

En las primeras fórmulas que se utilizaban para bautizar las campanas estaba implícita la finalidad: que el objeto tuviese las mismas virtudes que la persona a la que representaba. Por eso Santa Bárbara aparece representada tan frecuentemente en los vasos de bronce y protege a los pueblos que la veneran de las exhalaciones: porque se la encerró en una torre y ahí quedó protegida del rayo que sin embargo abrasó a su impío padre. Algunos pintores, llevados de la imaginación y de la fantasía, representaron a la mártir con una torre redonda entre sus brazos (véase Boticelli, por ejemplo) lo cual pudo confundir a más de uno y, dada la relación entre los fabricantes de campanas y los de cañones por el uso del mismo material, animar a declararla patrona de los artilleros. Los pocos libros y manuscritos que se escriben sobre la fabricación de los bronces emparejan siempre ambos oficios, el de campanero y el de fabricante de cañones, lo cual, según se ha escrito muchas veces, es como la cara y la cruz de una moneda; la guerra y la paz alternándose para escribir la historia.


La protección del cuerpo





Exposición