LA RELIGIOSIDAD POPULAR

Piedas del rayo



el origen celeste de las piedras del rayo estaría relacionado con antiguos mitos que describían los astros o el propio cielo construido por piedras, las cuales podrían desprenderse aisladamente durante las lluvias o tormentas, gozando de la sacralidad de lo alto y estando ungidas de una cierta fuerza mágica esotérica. De esta forma, dentro de las creencias populares de varias regiones europeas se considera que las tormentas son producidas por grandes piedras o carros llenos de ellas que ruedan por los cielos y de sus choques salta el relámpago, mientras se desprenden trozos de piedra que caen a los campos, donde se encuentran al día siguiente de las tormentas, considerándolas «piedras del rayo» de singular poder.


Los símbolos

En cuanto al origen material de estos objetos, muchos autores han apuntado que dichas piedras serían hachas pulimentadas, empleadas en el Neolítico, que más adelante perdieron su función y ya desde la Edad del Bronce se convirtieron en muestras de culto en varias zonas de la Tierra. En el mundo grecolatino, Plinio habla de dos tipos de ceraunias, una negra y otra roja, con forma de hacha, junto con otra piedra más rara que se encuentra sólo en los lugares donde han caído los rayos. Un autor del siglo IV, Claudiano, relata que entre los dones ofrecidos a la emperatriz Serena se encontraban unas ceraunias que se extraían de las grutas de los Pirineos. Sidonio Apolinar en el siglo v cuenta que la piedra del rayo está formada por sílex y se produce en Hispania, mientras que el poeta latino Prudencio, en el mismo siglo, comenta cómo los guerreros germanos decoraban con estas hachas sus cascos. San Isidoro de Sevilla, en sus Etimologías habla de que las ceraunias se producen en Hispania, tienen el color del piropo rojo y, según las creencias, poseen virtudes contra el fuego, protegiendo contra la fuerza del rayo y encontrándose donde ha caído una centella.
Francisco Javier Rua Aller / María Jesús García Armesto





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