Roma, Sala de Exposiciones del Instituto Cervantes. Pza. Navona
16 de diciembre de 2014 al 16 de enero de 2015
Comisario: D. José Luis Alonso Ponga (Universidad de Valladolid)
Coordinadores:
D. Pedro García González (Gredos San Diego Buitrago)
D. Gabriel Meléndez (New México University. Albuquerque)
Montaje: Julio Grande Ibarra (Director de Sepinum, Logroño)
Gracias a:
Universidad de Valladolid
Centro Internacional de Estudios de Religiosidad Popular: LA SEMANA SANTA
Estudio Teológico Agustiniano
Instituto Cervantes ROMA
Gobierno de La Rioja
Ayuntamiento de Bercianos
ADRA (Asociación para el Desarrollo de La Rioja Alta)
Fotografías cedidas altruistamente por:
10 Fotos de Félix Marban de Bercianos de Aliste (Zamora)
12 Fotos de Miguel Gandert de Pueblos del Valle de Mora (Nuevo México)
14 Fotos de Rafael López-Monné de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja)
El Centro continúa con la tarea de estudiar y difundir la Semana Santa como un fenómeno universal. Esta vez Plenilunio se ha centrado exclusivamente en semanas santas del ámbito rural:
Plenilunio de Primavera: la Semana Santa Rural
Esta exposición muestra los valores de la Semana Santa rural a través de tres modelos: Bercianos de Aliste (Zamora) San Vicente de la Sonsierra (La Rioja) y Pueblos del Valle de Mora (New Mexico).
Las tres tienen en común su antigüedad siglo XVI, Bercianos y San Vicente de la Sonsierra y siglo XVII Nuevo México y su fidelidad al rito, siendo el pueblo el que ha conservado las tradiciones religiosas y culturales que hoy son referentes identitarios indiscutibles en su patrimonio, porque todos han mantenido los ritos religiosos y la lengua de la época hasta el punto de que un estudio comparativo entre ellos nos ayuda a comprender la religiosidad popular del mundo hispano en estos dos siglos.
Hoy día constituyen un patrimonio cultural inmaterial de primer orden fruto de la amalgama entre los textos literarios, la música, las indumentarias y la apropiación simbólica del espacio y tiempo ritual en los días centrales de la pasión. Ello además constituye un atractivo turístico en las diferentes comarcas que traspasan las fronteras de lo rural para crear un crecente interés internacional.
La exposición, al confrontar tres modelos semanasanteros en contextos geográficos, culturales y patrimoniales diferentes, ayuda a la comprensión global de un patrimonio hispano que, teniendo raíces comunes, sin embargo ha sabido personalizarse hasta crear una gran riqueza de matices apreciables a través de las fotografías, documentales, objetos rituales y manuscritos que aparecen en esta muestra.
La Semana Santa Rural: Una celebración universal
La Semana Santa es el periodo de mayor densidad antropológica porque hunde sus raíces en la relación del hombre con la naturaleza. Viejos mitos de muerte y resurrección sobre los que el cristianismo injertó la misión salvífica del Redentor. El mensaje del altruismo supremo con la celebración del sacrificio del Justo, del triunfo de la vida sobre la muerte en la Resurrección, caló desde el primer momento en las diferentes sociedades.
Pero cada una lo interiorizó a su manera y la insertó dentro de su propia cultura. Nos encontramos así ante un único mensaje con múltiples expresiones, de manera que hoy contamos con una riqueza religiosa, cultural y patrimonial tan variada que da lugar a innumerables eventos turísticos que desde todas las partes del mundo reclaman la atención del viajero.
La religiosidad profunda que algunos grupos muestran en sus procesiones, se contrapone al comensalismo de otros. La estética de las tallas se complementa con las exhibiciones de fuerza y destreza de otros grupos. La recuperación de cánticos, escenas de antiguo teatro religioso, o espacios simbólicos, completan el abigarrado panorama semanasantero en los diferentes países.
Bercianos. Un pueblo con un sentimiento comunal
Bercianos es un pueblo zamorano del oeste de Castilla y León, enclavado en la frontera con Portugal en la comarca de Aliste de donde toma su nombre. Por su entorno, su arquitectura, el dinamismo de sus gentes mirando siempre al futuro y por su gastronomía constituye un lugar importante dentro del patrimonio cultural y turístico de esta zona.
Bercianos posee varias tradiciones sociales y festivas de base comunal como las fiestas patronales San Cosme y San Damián y El Antruejo. Este último se celebra con una facendera, trabajo comunal en el que se implican todos los vecinos, y posterior comensalismo, en el que se degustan los productos más típicos de la comarca, entre ellos el hornazo, pero en el que no puede faltar el escabeche como mandan las antiguas ordenanzas del concejo. De gran importancia es la asistencia a los entierros y acompañamiento en los duelos que aún se practica. Todo ello constituye un patrimonio inmaterial que merece la pena cuidarlo y conservarlo.
El fundamento de este patrimonio está en un modelo tradicional de economía, basado en aprovechamientos comunales de tierras y pastos, y en la religiosidad popular, que mantiene la Cofradía de La Vera Cruz, actualmente denominada del Santo Entierro. La cofradía es la encargada de la celebración de la Semana Santa de Bercianos, la primera y única en su género declarada BIEN DE INTERES CULTURAL INMATERIAL en Castilla y León.
Los actos más importantes se celebran el Jueves Santo con la Procesión del Vía Crucis en la que el pueblo sube hasta el calvario (junto al cementerio) señalado por tres cruces. Los hombres visten la capa de honras, también denominada capa alistana, de paño pardo y bellos adornos, con motivos del arte popular, sobrepuestos en negro. Era la antigua prenda de los pastores y agricultores de la zona que se usaba obligatoriamente en las reuniones del concejo y de la cofradía y en el entierro de los hermanos difuntos. Hoy se puede ver también en la Procesión del Santo Cristo del Amparo en la Semana Santa de Zamora. La capa está siendo revalorizada por la Asociación para estudio de la capa alistana.
El Viernes Santo después de los oficios se celebra el Rito del Desenclavo en la plaza que está detrás de la iglesia. Unos hermanos, a petición del predicador, quitan el letrero de la cruz, la corona de espinas, los clavos y descuelgan de la cruz al cristo articulado, depositándolo en la urna. A continuación comienza la procesión con el mismo recorrido del día anterior. Ahora los cofrades visten la denominada “vestimenta”, túnica y “gorro” (capuchón) que recuerda la indumentaria de los antiguos disciplinantes, y que por lo general les servirá de mortaja.
La cofradía goza de indulgencias plenarias por una Bula, Vivae Vocis Oraculo, dada por Paulo III en 1536, que fue reconocida en Zamora y predicada en Bercianos en 1622.
Conservan un Miserere que cantan los dos días centrales de la Semana Santa, compuesto a finales del s. XVIII por Manuel Azamor y Rodríguez Arzobispo de Buenos Aires, muy popular en otro tiempo en toda la zona dependiente del Marquesado de Alcañices, localidad clave en el desarrollo de esta comarca.
San Vicente de la Sonsierra. La supervivencia de una tradición
No podemos precisar el origen de los disciplinantes de San Vicente de la Sonsierra. En 1551 se presentan los estatutos de la Cofradía de la Santa Vera Cruz para su aprobación, aunque lo que presentan es una recopilación de lo que venía practicándose de forma habitual. Los disciplinantes de San Vicente son los únicos que sobreviven en la actualidad en España, a pesar de la prohibición que en el siglo XVIII puso fin a esta práctica en el esto del país.
Picaos, es el nombre coloquial que reciben los disciplinantes. Las procesiones de disciplinantes fueron habituales en España y en otros puntos de Europa y América. En Semana Santa, la Cruz de Mayo y la Cruz de Septiembre, los disciplinantes salen en procesión ataviados con un hábito blanco que permite dejar descubierta la espalda, siempre acompañados por un hermano de la Cofradía.
Durante el recorrido de la misma los disciplinantes se flagelan con una disciplina de algodón con la que se golpean fuertemente la espalda. La disciplina se maneja con las dos manos y se dirige a la parte descubierta de la espalda por encima del hombro, golpeándose alternativamente por la derecha y por la izquierda.
No hay un tiempo establecido para la disciplina. Es el cofrade acompañante el que decide cuando debe parar. En ese momento se procede a pincharle; un miembro de la cofradía, el “práctico” acude y le pincha la espalda con la “esponja”, una bola de cera con puntas de cristal). El objetivo es permitir salir a la sangre acumulada en los hematomas que se producen durante la disciplina.
Finalizada la operación, el disciplinante, ya cubierto con su capa, y el acompañante se dirigen a la remita de la cofradía donde se lavará la espalda con agua de romero.
En la actualidad puede ser disciplinante cualquier persona que voluntariamente lo desee, siempre que sea católico, mayor de edad y tenga un sentimiento cristiano por lo que, si no es de la cofradía, debe presentar un certificado de su parroquia que lo corrobore. La mayoría de los disciplinantes tienen relación con el pueblo.
Las razones para disciplinarse son diversas: promesas, devoción, peticiones,… La participación en la procesión como disciplinante se mantiene en el más estricto anonimato.
Las Moradas de Nuevo México
Las Moradas o casas de oración relacionadas con la Hermandad Piadosa de Nuestro Padre Jesús Nazareno alcanzaron su mayor expansión geográfica durante la década de 1920 cuando llegaron a existir en varios pueblos de Colorado, Utah, Arizona, Texas y Nuevo México, territorios que llegaron a formar parte de los Estados Unidos después de 1848. Han disminuido desde entonces, pero aun así es notable que hoy día sigan en pie un número considerable de ellas en el norte de Nuevo México y el sur de Colorado.
Las Moradas son el lugar de reunión, retiro y oración de los hermanos cofrades de la antedicha cofradía. El nombre mismo de estos recintos se relaciona al hecho de morar por una temporada dentro de sus confines en acción de comunidad. Puede también haber en el término un lejano referente en la mística española, si se quiere, un eco remoto de las famosas moradas del alma de Santa Teresa de Ávila. Como edificios las Moradas no difieren del aspecto de la arquitectura vernácula de los pueblos en que se encuentran, salvo en que se distinguen por tener un calvario mayor hecho de toscos maderos a su entrada y otras siglas religiosas que la señalan como un lugar sagrado. Por lo general una Morada cuenta con un zaguán, un oratorio, un recinto propiamente conocido como “morada”, una sala de vivienda común y una cocina que puedo o no ser parte del mismo edificio.
El origen de la Cofradía Piadosa de Nuestro Padre Jesús, una congregación laica conocida también como hermandad de penitentes, es un tanto impreciso. Los investigadores más dedicados coinciden en el hecho que llegó a Nuevo México a finales del siglo XVIII y con el cierre de la época colonial de la Nueva España. Lo más probable es que se trasladó de Durango, México, cuando aún se administraba Nuevo México desde la arquidiócesis de Durango. Esta hipótesis cobra peso ya que se ha documentado la existencia de un alto número de cofradías en la Nueva España virreinal cuyo planteamiento histórico se da a la par de la fundación de un gran número de poblados en el norte de México.
En la época actual las Moradas son el lugar donde se reúnen los cofrades cada año para observar la Cuaresma. Acuden allí el Miércoles de Ceniza y en los siete restantes viernes de la cuaresma que denominan: Viernes de la Cuerda, Viernes del Buen Samaritano, Viernes de Panes y Peces, Viernes de la Luz, Viernes de Lázaro, Viernes de Dolores y Viernes Santo. A lo largo de la Cuaresma los cofrades reúnen a la gente de sus respectivas comunidades para rezar el vía crucis y rosarios o para participar en otros ejercicios espirituales. Durante este tiempo están pendiente de visitas de otros hermanos o de familiares que hoy en día muchas veces provienen de estados circunvecinos. Estas visitas sirven para re-establecer lazos comunitarios.
En estas ocasiones los cofrades atienden a las peticiones y rogativas de los visitantes. En especial se hacen plegarias por familiares difuntos o tal vez por un antepasado que fue miembro de la Cofradía. Por su parte, los hermanos tienen como obligación dedicarse a la contemplación, evitar pasatiempos nocivos y atender a las llamadas de su Hermanos Mayor. Durante la Cuaresma practican ayunos y abstinencias, hacen velorios o velaciones en sus Moradas, se ofrecen para visitar a los enfermos o necesitados en sus comunidades. A lo largo del año se ofrecen para ver de las necesidades de sus comunidades y dirigir rosarios para los que fallecen. Estas prácticas se intensifican durante la Semana Santa ya que estos hermanos tienen por costumbre internarse en sus Moradas durante los tres principales días de Semana Santa. Durante este tiempo se incrementan las privaciones y sacrificios que cada cofrade se impone. También crece el número de procesiones que pueden darse a petición de gente de la comunidad. Es común que en estos días se pida sacar la imagen de un santo que con canto y oración se lleve a un punto señalado como puede ser un calvario, una ermita o una capilla cercana.
París, 12 de febrero a 20 de marzo de 2015
La Madelleine
Comisario: D. José Luis Alonso Ponga (Universidad de Valladolid)
Inauguración: 12 de febrero de 2015, 16:30 horas
Organizan:
Universidad de Valladolid. Centro Internacional de Estudios de Religiosidad Popular: LA SEMANA SANTA
Excmo. Ayuntamiento de Valladolid
Excmo. Ayuntamiento de Medina de Rioseco
Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid
Colaboran:
Embajada de España en París
Oficina Española de Turismo en París
Asociación Madelleine 2000
Junta de Cofradías de Semana Santa de Valladolid
Renault
Objetivos:
Esta actividad es uno de los actos programados desde el Centro Internacional de Estudios de Religiosidad Popular: LA SEMANA SANTA. La principal aspiración de dicho Centro, como se recoge en los convenios firmados entre la Universidad de Valladolid y el Estudio Teológico Agustiniano con el Ayuntamiento de Valladolid, primero, y con el de Medina de Rioseco, después, es hacer estudios fundamentados y rigurosos sobre este importante fenómeno cultural y religioso que se vive, sobre todo, en buena parte de Europa y América. Con la exposición, al igual que en las ediciones anteriores de Roma en 2011, Oporto en 2012 y Nuevo México en 2013 aspira a:
1. Mostrar la polisemia de la Semana Santa en dos ciudades cercanas con un pasado histórico diferente, con un presente particular en cada una de ellas pues Valladolid es una ciudad de más de 300.000 habitantes y la capital de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, mientras que Medina de Rioseco cuenta con poco más de 5.000 habitantes y es la cabecera de una comarca con grandes valores de patrimonio cultural.
2. Destacar la fuerza del paisaje urbano invadido “por las maravillas escultóricas”, por los hábitos de los penitentes, por los guiones e insignias de las cofradías, por el sonido de las músicas compuestas para la ocasión o recuperadas en clave cofradiera, etc.
3. Exponer el ambiente religioso y profano que convive a la vez en las calles, el trasiego de gente en las iglesias, los comensalismos de las cofradías, los sabores y coloridos de las rúas en unos momentos en los que la convivencia entre hermanos, familiares y forasteros se hace más acendrada.
4. Poner de manifiesto los ritos iniciáticos a través de los cuales los niños se incardinan en las tradiciones de sus padres y los ancianos rememoran toda una vida y en ella la microhistoria del grupo.
5. En esta edición a diferencia de las anteriores, además de fotografías, se han expuesto objetos representativos.
Recursos:
1. 83 fotografías de diversos autores, que ceden su material de forma altruista, pero con una línea coherente dictada por el comisario de la exposición.
Los fotógrafos que aportan fotos de Valladolid son: Chema Concellón, Luis Laforga, Pedro J. Muñoz Rojo, Juan Carlos Urueña Paredes y Francisco Javier Ruiz Ramos.
Los fotógrafos que aportan fotos de Medina de Rioseco son: Fernando Fradejas de Castro José Ángel Gallego y Teresa Castilviejo, Carlos González Ximénez, Luis Laforga, Eduardo Margareto y Jesús Ubal Martín.
2. Proyecciones audiovisuales de poderoso lenguaje fílmico, en las que a través de la imagen y de la música (sin palabras ni comentarios) todos los visitantes entiendan la profundidad de los rituales: SEMANA SANTA DE VALLADOLID. PATRIMONIO CULTURAL UNIVERSAL
Coordinación general: José Luis Alonso Ponga.
Guión y realización: Jesús Mª Caramanzana. Producciones Carrera. 2014
PASAN LOS PASOS. SEMANA SANTA MEDINA DE RIOSECO
Guión: Miguel García Marbán, Ángel Gallego Rubio, Ramón Pérez de Castro y José Ángel Gallego Vázquez
Realización: Planetazul Producciones. 2011
3. Objetos:
De Valladolid:
Hábito cofrade Vera Cruz (sotana, capa, muceta, capirote, cíngulo, medalla y guantes) / Particular
Farol / Particular
Estandarte con peana / Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros
Hachón de cofrade / Junta de Cofradías de Semana Santa de Valladolid
Funda de libro de regla / Cofradía de la Vera Cruz
Farol con varal /Cofradía de la Vera Cruz
Libro de regla / Real y Venerable Cofradía de la Preciosísima Sangre de Ntro. Sr. Jesucristo
Maqueta del Camino del Calvario / Cofr. Pen. Stmo. Cristo Despojado, Cristo Camino Calvario y N. S. Amargura
Maqueta de la Preparación para la Crucifixión / Cofr. Pen. Stmo. Cristo Despojado, Cristo Camino Calvario y N. S. Amargura
Carracón hexagonal de madera / Cofradía de la Orden Franciscana Seglar
De Medina de Rioseco:
Maqueta de La Flagelación / Museo de San Francisco / Ayuntamiento de Medina de Rioseco
Talla de La Piedad / Convento de Madres Clarisas de Medina de Rioseco
Talla de Cristo Crucificado / Convento de Madres Clarisas de Medina de Rioseco
Hábito cofrade / Ayuntamiento de Medina de Rioseco
4 medallas de cofrades / Ayuntamiento de Medina de Rioseco
Tapetán y corneta / Ayuntamiento de Medina de Rioseco
Estandarte cofradía / Ayuntamiento de Medina de Rioseco
Valladolid, Facultad de Filosofía y Letras, 26 de marzo de 2015
Roberto Cipriani es profesor titular de Sociología en la Universidad Roma Tre.
Ha realizado numerosas investigaciones teóricas y empíricas.
Su principal teoría sociológica, y mayormente conocida, es aquella de la “religión difusa”, basada en los procesos de educación, socialización y comunicación, aplicable ya sea al contexto italiano que a otros territorios en donde existe una particular religión dominante.
Ha realizado investigaciones empíricas comparativas en Italia en Orune (Cerdeña), en Grecia en Episkepsi (Corfù) y en México en Nahuatzen (Michoacán), sobre las relaciones entre solidaridad y comunidad.
Ha realizado películas de investigación sobre fiestas populares, en particular sobre la Semana Santa en Cerignola, Puglia (“Rossocontinuo”) y en España (“Semana Santa en Sevilla”), sobre la fiesta patronal de un pueblo mexicano (“Las fiestas de San Luís Rey”).
Ha sido Presidente de la Asociación Italiana de Sociología, Presidente del Comité de Investigación de Sociología de la Religión en el ámbito de la International Sociological Association, y Editor-in-Chief de la revista International Sociology.
La mesa redonda “Religión y sociedad-patrimonio y turismo” ilustró un audiovisual muy interesante porque es una visión externa muy acertada, contando la centralidad del cofrade y con una descripción de los ritos muy visual.
En primer lugar destacamos que un investigador extranjero y de reconocido prestigio internacional ha puesto su mirada en un fenómeno religioso y cultural tan importante de Valladolid. También que esta importancia existe por la gran cantidad de valores que ésta tiene y que hace que sea reconocida no sólo en el resto de España, sino también fuera.
El Prof. Cipriani ha hecho un trabajo similar al de Valladolid en Sevilla, porque son modelos distintos, pero que no se excluyen. La Semana Santa de Valladolid tiene un lugar destacado dentro de un fenómeno universal en todo el ámbito católico. Se trata de un fenómeno que se nutre de una realidad múltiple que se vive desde diversas perspectivas, pues, además del hecho religioso, es decir una Semana Santa vivida y practicada, es una realidad cultural, patrimonial y turística basada en la religión.
Hemos destacado los reconocimientos que tiene la Semana Santa de Valladolid no como títulos administrativos, sino refrendados por un fenómeno religioso, cultural y social vivo que surge con fuerza cuando se celebra, pero que es parte de la vida de la ciudad durante todo el año. A parte de los reconocimientos turísticos se puede afirmar que la Semana Santa de Valladolid tiene una proyección internacional como se ha demostrado con la aceptación que tiene fuera (Roma-Oporto-Nuevo México-París) cuando las personas tienen la oportunidad de conocerla.
Urueña 11 y 12 de abril de 2015
En colaboración con "El Museo de la Música" de Luis Delgado y la Asociación "Instrumenta"
Lugar: Centro e-lea "Miguel Delibes"
Ponencias, talleres y exposición
Urueña 8, 9 y 10 de mayo de 2015
El viñedo y la vid en la Edad Media
Lugar: Heredad de Urueña http://www.heredaduruena.com
Normativa jurídica, transporte, liturgia y monasterios, lagares y prensas, palabras y cosas (voces y palabras relacionadas con el viñedo y su producción desde la Edad Media)
Ismael Fernández de la Cuesta: Los monjes y el vino
Luis Alberto de Cuenca: Tabernas y Goliardos
Remedios Morán: Los Fueros y el viñedo
Luis Vicente Elías: El lagar místico
José Manuel Pérez Prendes: El viñedo en el Derecho territorial
Carlos Piñel: Envases, medidas y acarreo del vino
Concierto de Luis Delgado César Carazo y Jaime Muñoz
21 de junio de 2015
Ensayo de la obra 'Il dialogo del Ballo' (s.XVI)
El patio de la Casona de la Mayorazga, sede de la Fundación, abrió sus puertas para acoger el ensayo público de la nueva obra que preparaba la compañía Il Gentil Lauro. Se trataba de 'Il dialogo del Ballo', escrita en 1555 en Venecia por Rinaldo Corso. Este fue uno de los actos con los que se celebró el Día Europeo de la Música.
Urueña 10, 11 y 12 de julio de 2015
Expresiones populares en las que se menciona el vino (cuentos, leyendas, tratados, creencias, romances y canciones, brindis, etc.)
Día 11
10,30 horas
Manuel Garrido Palacios: Beber para ver. Algo de lo que se dice o se canta sobre el vino
12,00 horas
Arturo Martín Criado: Palabras y cosas de la viticultura en Castilla y León
16,30 horas
Juan José Prat: Cuentos sobre el vino en la tradición popular
17,30 horas
Salvador García Castañeda: Las Aleluyas y el vino
Día 12
10,30 horas
Ignacio Sanz: El humor en los brindis de vino
12,00 horas
Luis Resines: Vino sagrado y consagrado
Urueña 11 y 12 de septiembre de 2015
17 y 18 de octubre de 2015
EL GRUPO DE URUEÑA, FORO DE ARQUITECTURA POPULAR
El sábado día 18 de noviembre de 2002 se reunieron en Urueña cerca de veinte profesionales –arquitectos, etnólogos, directores de museos, patrimonialistas, paisajistas- para analizar el tema de la arquitectura popular y el paisaje en el medio rural. Pese a la diversidad de opiniones acerca de la cuestión se alcanzaron los siguientes acuerdos:
1. Publicar un manifiesto o declaración con 10 o 15 puntos básicos (que se difundiera en los medios de comunicación y que se hiciera llegar a responsables en los ámbitos de la política y la administración), que contendría lo que se debía y no se debía hacer en la defensa del patrimonio popular.
2. Hacer un trabajo colectivo sobre la arquitectura popular al día de hoy.
3. Crear un foro de debate en Internet acerca de los temas relacionados con patrimonio rural y arquitectura popular.
4. Formar el llamado “Grupo de Urueña”, cuyos componentes defenderán, con criterios profesionales e independientes, la protección de lo peculiar en entornos, paisajes, lugares y construcciones que lo demanden.
Los firmantes fueron: Carlos Flores, José Luis García Grinda, Juan Báez Mezquita, Luis Alberto Mingo, Félix Benito, Concha Casado, Antonio Sánchez del Barrio, José Luis Alonso Ponga, Jesús San José, Juana Font, Juan José Fernández Martín, Jorge Soler, José Luis Puerto, Patxi García de la Torre, Alcázar Rus, Santiago Bellido, Carlos Piñel, Joaquín Díaz, Juan Antonio Moreno, Fernando Manero y Miguel Sobrino. Salvo la ausencia que todos lamentamos de Félix Benito, quien falleció en 2013, todos los demás componentes del grupo han manifestado en alguna ocasión su deseo de recuperar los debates y la actividad de un colectivo tan necesario como plural.
21 de octubre de 2015
Jacobo Grimm, famoso mitólogo alemán, fundador de la gramática histórica y conocido recopilador de cuentos, fue una persona preocupada entre otras cosas por la etimología, obsesión que podemos apreciar en una de sus obras más conocidas, el Deutsche Wörterbuch. Grimm quiso atribuir al significado de cada término un sentido que se enriquecía con el contexto: "La lingüística que cultivo y de la que parto no ha podido nunca llenarme plenamente -escribió Grimm-, y por eso me he sentido más satisfecho siempre que he podido llegar de las palabras a las cosas". Esta frase, utilizada luego por el filólogo Hugo Schuchardt para combatir a los neogramáticos alemanes que pretendían edificar la vida entera sobre unas inmutables leyes fonéticas, sirvió de base para crear el método denominado "Sachen und Wörter", en el que, siguiendo la opinión del sabio alemán, "cada palabra tenía su propio ambiente". Aquel empeño se convirtió en ley, creó seguidores y bien pronto la dialectología y la etnografía tuvieron defensores comunes que, a pesar de las diferencias de matiz, lucharon por dar conjuntamente una explicación del mundo y de su evolución. La riqueza patrimonial y la consideración que ésta despierte en la sociedad, deben estar siempre ligados al individuo que los genera y a la relación de éste con su entorno -es decir con el territorio en el que vive- y con la educación que recibe.
Desde hace cientos de años se vienen utilizando las expresiones populares como vehículo a través del cual difundir, especialmente en la escuela, ideas y creencias. Lo que sucede es que, tanto en el caso de que se quiera proponer una instrucción basada en ese tipo de sabiduría como si se utilizan las expresiones en apoyo de otra clase de educación menos reglada, la tradición siempre está presente. Es raro el sistema educativo que no ha usado la poesía popular para reafirmar la hermosura de lo sencillo o que no ha tomado prestados refranes de la paremiología tradicional para demostrar que siempre sucede lo que la vieja sabiduría recoge y convierte en repertorio (entre otras razones porque había adagios para afirmar y negar todo).
¿Qué tipo de repertorio era ese y de dónde procedía? ¿Hasta qué punto el repertorio acumulado a lo largo de la vida por una persona era el reflejo de su mentalidad y por tanto el resumen de su personalidad, así como la respuesta a las preguntas que se planteaban en el entorno físico y cultural en que vivía? He repetido en muchas ocasiones que la temática de ese repertorio, diversa y vital, solía ser la preferida por cada uno de sus propietarios, que iban seleccionando los asuntos y motivos de canciones y romances en la línea de los deseos y aspiraciones que se iban fraguando desde la infancia. Pero inmediatamente nos asalta una duda de género: ¿a cargo de quién estaba la educación familiar -la primera base de nuestra mentalidad-? Y si concluimos que generalmente estaba a cargo de las mujeres de la casa ¿podían ser las mismas las motivaciones por las que una madre, una abuela, un aya, una maestra o una profesora construían su propio repertorio -ese que luego iban a transmitir a los niños entregados a su cuidado- a la luz de diversos estímulos y emociones? La importancia del papel jugado por las mujeres en la transmisión de expresiones populares, pero más aún en la propuesta del criterio para usarlas, es antiquísima. La realidad es que habitualmente eran las mujeres las encargadas de seleccionar y transmitir los conocimientos, al menos aquellos que se referían a la mentalidad y al comportamiento. Tal vez la relación de lo femenino con la palabra “repertorio” proceda justamente de su etimología, ya que viene del verbo latino reperire (encontrar) y en su raíz tiene mucho que ver con el hecho de dar a luz algo. Luego, una vez que se ha hecho entrega del material, vendrá la capacidad de ese mismo repertorio para superar los límites de lo doméstico, de lo etnográfico, de lo étnico, para convertirse en paradigma universal hermoso y rotundo. Una de las razones de la universalidad de todos esos temas es precisamente la posibilidad de pensarlos y usarlos en común, de aquí la importancia de que nosotros no los disgreguemos al estudiarlos. Otra, podría ser el peso de la tradición y lo bruñido de sus contornos: las posibilidades de diversas miradas, estéticas y emocionales, sobre un repertorio antiguo y nuevo que está escrito en un lenguaje humano pero ilimitado porque se transmite a la imaginación. Tales miradas arrojan una luz distinta sobre ese repertorium que por su belleza y cualidades, al final nos pertenece un poco a todos, hombres y mujeres.
Pero volvamos a la cuestión planteada: ¿por qué la sociedad patriarcal encarga a la mujer el papel esencial y primario en la transmisión de aquellos criterios que comenzarán a formar la mentalidad de los niños? ¿Se trata sólo de un ejercicio de comodidad del varón, entretenido en otras cuestiones aparentemente más perentorias y prácticas, como la de conseguir el sustento diario? Es evidente que, dentro del ámbito privado o familiar, la madre pasaba mucho más tiempo con los hijos que el padre, casi siempre ausente. Esa tradición, sobre todo en las casas en que vivían al menos tres generaciones, extendía la responsabilidad de la enseñanza no reglada a la figura de las abuelas pues el aula doméstica solía estar en la cocina. Esta solía ser, con excepciones lógicas, la consuetudo.
En lo que respecta a la norma escrita, sabemos que el Derecho Romano contemplaba la triple potestas del padre de familia (dominica -sobre la casa y esclavos-, maritalis -sobre la esposa- y patria -que se daba para los descendientes-) de modo que, sobre el papel, adjudicaba todas las decisiones (al menos aquellas que podían situarse en el terreno de la jurisprudencia), al varón. Las Partidas, siguiendo un poco la tradición germánica que daba el poder de las llaves en el interior de la casa a la mujer, reconocen el derecho de ambos cónyuges de educar a sus hijos ("los padres e las madres son tenudos de criar a sus fijos") (2), y sitúa a los pequeños en dependencia directa de la madre hasta los tres años siendo, a partir de esa edad, tomadas las decisiones sobre la educación conjuntamente.
La ruptura con el Antiguo Régimen que impuso la Revolución Francesa trajo aparejado un concepto del "hombre nuevo" que trataba de soslayar la educación tradicional y sentaba las bases de una regeneración social a través de la educación pública y de un buen sistema de instrucción, que quedaban a cargo del Estado. Cuando Antoine de Caritat, marqués de Condorcet, escribe en 1791 su primera memoria sobre la instrucción pública para ser presentada a los miembros del Comité, no puede sino reconocer esa costumbre centenaria que, separando la educación de la instrucción, adjudicaba la primera a las mujeres y parecía dejar la segunda para los hombres, y escribe:
"Es necesario que las mujeres compartan la instrucción dada a los hombres para que puedan vigilar la de sus hijos: Quizá -escribe- hasta serían más aptas que los hombres para dar método y claridad a los libros elementales y estarían más dispuestas por su amable flexibilidad a adecuarse al espíritu de los niños, que han observado en una edad más avanzada y cuyo desarrollo han seguido con un interés más afectuoso" (3).
Aunque en el ámbito de la instrucción en la escuela se veía como absolutamente necesaria la igualdad de géneros (al menos sobre el papel) ¿podría decirse lo mismo del ámbito doméstico en el que la influencia de la mentalidad femenina estaba por costumbre absolutamente asegurada? La labor constante de la mujer en la educación de los niños consistía básicamente en construir la mentalidad de éstos sobre dos criterios: respeto a lo establecido e inducción de un sentido práctico que les ayudara a solucionar los problemas planteados a partir de la primera infancia. ¿Y hasta qué punto el sentido común de la mujer aceptaba criterios que podrían considerarse exclusivamente masculinos en la búsqueda de soluciones para esos problemas? O por el contrario: ¿Hasta qué punto su sensibilidad -distinta de la del varón- prefería mostrar sólo la parte más emotiva y humana de las expresiones populares? En la respuesta a todas estas preguntas se manifiesta claramente no sólo la ambigüedad del tema sino la ausencia de certezas. Podríamos tener una clave en el ejemplo medieval, raro pero por eso mismo extraordinario en todos los sentidos, de una pionera: Hildegard von Bingen, la creadora del primer lenguaje artificial de la historia, llamado “Lingua ignota” (Lingua Ignota per simplicem hominem Hildegardem prolata). Hildegard, educada por una religiosa benedictina llamada Jutta von Sponheim, recibió de ella una serie de normas éticas y estéticas que la marcaron de por vida. Cuando finalmente entró en religión, no sólo enseñó a las monjas de su monasterio (como si fuesen hijas suyas) a valorar elementos esenciales en la vida y en el arte como el color y la luz, sino que también les enseñó a valorar el arte musical y su capacidad para emocionar. Muchos no entendían la importancia de la música en los ritos litúrgicos, entre ellos algunos prelados de Mainz que prohibieron usar la música en los monasterios. La prohibición provocó una respuesta escrita de Hildegard en la que exponía la relación entre la música y los estados místicos, justificando la función especulativa o práctica de las artes. Hildegard, que fue una gran compositora, se refiere a la creación musical como a una cosa extraordinaria, y escribe: "también compuse cantos y melodías en alabanza a Dios, y los salmos sin enseñanza ninguna, y los cantaba sin haber estudiado nunca los pneumas ni el canto» (4). Hildegard enseñó a cantar y a interpretar la música a muchas mujeres y monjas de su época para acompañar el lento transcurrir de la vida del claustro, con un resultado sorprendentemente positivo. Otro ejemplo, mucho más cercano y tal vez más conocido aunque asimismo extraordinario, nos lo da la vida de Cipriana Álvarez Durán, la madre de Antonio Machado y Álvarez y abuela de los poetas Antonio y Manuel cuando, dedicándose a recoger cuentos en Llerena pudo recopilar en menos de medio año 50 relatos populares que luego integraría en su propio repertorio junto con los romances escritos compilados por su tío Agustín Durán. Todo ese aluvión de leyendas, canciones y romances, en este caso relacionando hábilmente épica y lírica en un mismo y ensoñador repertorio, se volcaría finalmente en las mentes infantiles de Antonio y Manuel Machado para despertar y alentar una sensibilidad peculiar que dejó huella en la historia de la poesía hispana. Lo mismo podría decirse, fuera de nuestro ámbito cultural, de los hermanos Grimm.
La sabiduría no fue nunca una cuestión de género y sin embargo, aunque muchas mitologías reconocen la existencia legendaria de divinidades femeninas ligadas a la inteligencia y al conocimiento, la ausencia de la mujer en la cultura española forma parte de la historia negra de nuestro país. Tanto las razones de esa injusta situación como las consecuencias que se derivaron de un patriarcado machista y estéril, han sido estudiadas y lamentadas profunda y largamente. Sólo necesitaré recurrir a un ejemplo para denunciar los prejuicios que ni siquiera la razón o el análisis fueron capaces de moderar: cuando la escritora palentina Sofía Tartilán solicita un prólogo a Mesonero Romanos para su libro titulado Costumbres populares (estamos hablando de 1881), el madrileño le contesta con una carta prepotente e inadecuada que Tartilán, muy inteligentemente, utiliza para encabezar su obra, segura de que el tiempo, que todo lo cura, habría de servir no sólo para valorar su esfuerzo y para encomiar su capacidad e inteligencia, sino para arrojar sobre el misógino setentón de Mesonero toda la vergüenza que su escrito le debía haber procurado si lo hubiese revisado con un mínimo sentido crítico. De muestra servirán simplemente unas líneas:
"Siempre he creído -escribía Mesonero- que la índole especial del talento femenino se aviene más con la expresión de los afectos del corazón y con las galas de la poesía, que con aquellos asuntos que requieren una aptitud especial de observación y de estudio, un profundo juicio crítico, gran conocimiento del mundo, y variada y extensa instrucción" (5).
La actitud y los comentarios de Mesonero parecerían excepcionales y excesivos para el comportamiento que hoy predica la sociedad en que vivimos -aunque no siempre lo observe-, pero durante mucho tiempo fue moneda corriente, y más aún entre "intelectuales" que podrían haber intentado al menos corregir tendencias o manifestarse contrarios a costumbres poco aceptables. La frase tantas veces repetidas de Ortega y Gasset en la que un pensador como él se adhería sin condiciones a un comentario casi tabernario, es sintomática: "El hombre inteligente siente un poco de repugnancia por la mujer talentuda". Sin palabras...
Pero si hacemos excepción de una grande de España y miembro de honor de la Real Academia Española que fue María Isidra de Guzmán y de la Cerda, doctora por Alcalá en el siglo XVIII, la primera licenciada en medicina por la Universidad Central fue Martina Castells y Ballespí en 1881. El periodista que reseñaba en "La Ilustración Española y Americana" el evento, lo celebraba sin ambages y se preguntaba al mismo tiempo qué es lo que había pasado en la sociedad española durante los siglos XVIII y XIX que había alejado a las mujeres del ámbito académico, y recordaba como excepciones contrarias y anteriores a ese nefasto período los ilustres nombres de Beatriz Galindo -fundadora del hospital de la Latina-, de Francisca de Nebrija -hija de Antonio de Nebrija y catedrática de Retórica en Alcalá-, de María de Mendoza -bisnieta del Marqués de Santillana- y de tantas otras mujeres que hasta el siglo XVIII habían brillado en el mundo de la literatura y en otros campos del saber.
Sería interesante conocer qué tipo de educación recibieron en su infancia esas mujeres y cómo influyó en sus preferencias, en su dedicación, en su cultura, en su repertorio -en su patrimonio, en suma- el conocimiento y asimilación de determinados valores que se les fueron comunicando e inculcando al mismo tiempo que se les proporcionaba el vestido y el alimento.
Y es que desde los primeros años, las niñas y niños reciben una serie de informaciones que, aunque parezca que llegan aisladas a su percepción, se van agrupando y relacionando de forma ordenada y lógica. Todas esas informaciones -ese acervo cultural- complementan y enriquecen la personalidad de los pequeños dotándoles de unas referencias esenciales para conocer su propio entorno así como la historia e identidad de sus antepasados, de modo que tales datos vienen a ser como el líquido que rellena un recipiente previamente formado -el carácter, la naturaleza- a cuya terminación y perfeccionamiento contribuyen básicamente. Como es de suponer, esas informaciones son de signo tan diverso y alcanzan un espectro tan amplio como sea capaz de absorber o asimilar el talento y disposición de los niños que, por principio, tienen el don de la curiosidad abierto a todas las influencias. Una parte importante de esa educación y de ese aprendizaje va construyendo un patrimonio -literario, dramático, musical, gestual, lúdico, paisajístico- que la memoria del ser humano reúne desde sus primeros años y que queda de tal manera grabado en el subconsciente, que llega a constituir un pilar básico conservado incluso hasta en los momentos en que el recuerdo o las capacidades memorísticas comienzan a debilitarse. Ese patrimonio se comunica en muchas ocasiones oralmente y se apoya por tanto en la fuerza de la palabra emitida y en la intensidad del gesto. La oralidad es, por encima de todo, un sistema de comunicación, es decir un conjunto de principios que, relacionados entre sí, contribuyen a la mejor consecución de un fin propuesto que es la transmisión de conocimientos. Y de entre esos principios, gesto, sonido y memoria forman un eje esencial, coherente, para la comprensión de los conocimientos transmitidos, así como para su asimilación y cuidadosa guarda.
Pues bien, todo ese repertorio, y principalmente el aprendido de viva voz pese a la supremacía de lo escrito, se iba almacenando como tesoro encubierto hasta crear con la ayuda del tiempo y la contribución preciosa de la mentalidad –que iba seleccionando y relacionando con milagrosa oportunidad-, un repertorio vital. Y en esa expresión (repertorio vital) incluiría todos aquellos temas que a lo largo de nuestra vida nos han ido llegando a través de diferentes medios –la voz de nuestra madre, los primeros cánticos con los compañeros de colegio, la radio, la televisión, los espectáculos, internet, etc.- y, por diversas razones nos han causado un impacto estético o emocional. En consecuencia, ese repertorio oral ha pasado a formar parte de nuestra existencia y se ha grabado en nuestra memoria, condicionando o modificando en ocasiones nuestro propio comportamiento. Una canción, por ejemplo, puede entrar en ese repertorio porque su letra o su música nos agradan, porque el texto contiene algunos elementos que se corresponden o se ajustan a nuestra concepción de la vida, o bien porque despierta en nosotros antiguos recuerdos o suscita nuevas posibilidades de afrontar esa misma vida. El repertorio comienza a almacenarse desde edad temprana, la infancia, continúa nutriéndose en los años jóvenes y se completa en la madurez. Tan fuerte es su influencia en nuestro aprendizaje cultural –en el cultivo de nuestra personalidad- que es muy frecuente escuchar como ejemplo –hoy día que por desgracia está tan de moda el mal de Alzheimer-, que algunas personas que padecen tal enfermedad sólo reaccionan ante situaciones que incluyan una melodía o una cancioncilla de su niñez, restos de su memoria implícita ya que su memoria explícita ha ido sufriendo una grave degeneración. Quiere esto decir, probablemente, que esos recuerdos quedan grabados tan profundamente en nuestro inconsciente que no se borran ni se atenúan con el paso de los años o con la afectación de algunas de las funciones de nuestro cerebro. La memoria implícita, por tanto, es decir aquella que lleva asociado un aprendizaje por repetición o por habituación, es más eficaz que aquella otra que necesita de facultades que relacionen objetos con personas o con sitios. Después veremos que esta relación de la memoria con lo empírico ya la había utilizado Herman Ebbinghaus al proponer un aprendizaje con sílabas sin sentido en el que sólo se memorizaba el sonido descartándose aparentemente el significado de la palabra.
Lobatón
Desde los primeros siglos de nuestra era se produce, en ese hecho al que me estoy refiriendo de transmitir creencias y conocimientos, una relación permanente entre relato e historia, lo oral y lo escrito. No todo relato es historia y sin embargo toda historia procede de un relato que tiende a fijarse por medio de la escritura. ¿Por qué la historia escrita se convierte desde fines de la Edad Media en la única fuente fiable para la instrucción teniendo como tiene el relato oral una estructura identificable y con toda probabilidad más coherente? La propia historia de las primeras comunidades cristianas serviría de ejemplo ya que los Evangelios Canónicos están muy relacionados con la transformación de una multiformidad oral (existente entre las primeras comunidades judías cristianas), en una uniformidad escrita a partir de San Pablo y por influencia helénica.
Esa uniformidad, sin embargo, acabó minando un sistema que permitía relacionar los abundantes elementos que intervenían en la transmisión oral (palabra, sonido, ritmo, contenido, gesto, etc.) debilitando la firmeza de un entramado sólido y –vuelvo a repetir- coherente que basaba su eficacia en continente y contenido. Reparemos en el continente, es decir en cómo se transmiten los conocimientos, por ejemplo: para justificar el uso de determinados recursos en esa transmisión he recurrido muchas veces al ejemplo del jesuita francés Marcel Jousse, quien dedicó su vida a intentar explicarse el misterio de la muy eficaz transmisión evangélica y estudió los posibles recitados rítmicos de Jesús a sus discípulos en lengua aramea, modo de transmisión que, según él, se perpetuó en el aprendizaje memorístico de las escuelas rabínicas. La mecánica de ese aprendizaje se basaba en la atractiva combinación de la palabra y el movimiento: un balanceo del cuerpo y un ritmo insistente y pegadizo ayudaban a memorizar textos al estilo de lo que, por poner un ejemplo cercano, se hacía en las escuelas españolas al estudiar la tabla de multiplicar o el Padre Nuestro. El ritmo binario no sólo ayudaba a repetir y fijar en la memoria sino que, en ocasiones, podía facilitar al creador las primeras bases para el paralelismo poético. Ese paralelismo iba muy unido a la bilateralidad, presente, según muchos investigadores, en el cuerpo y la mente humanos. Las fórmulas que aplican el paralelismo y la bilateralidad, por tanto, parece que siempre tuvieron un innegable éxito en la transmisión de los conocimientos primarios, pero es evidente que se han seguido aplicando con fortuna también en otras circunstancias más complejas y avanzadas en las que una simple fórmula rítmica o una cantinela se pueden adornar con determinados elementos musicales. Parece que mientras aprendemos estamos adquiriendo unos conocimientos que luego la memoria se encargará de asimilar, codificar y guardar para ser recuperados posteriormente.
Ejemplo de partidos judiciales
Herman Ebbinghaus, ya lo he mencionado, quiso estudiar empíricamente los procesos mentales seguidos en el almacenamiento y transmisión de conocimientos y puso en práctica unas técnicas para comprender mejor el aprendizaje en relación con la memoria: empezó por experimentar sus intuiciones consigo mismo y se aisló en París para dedicarse a aprender listas de palabras que no significaran nada, compuestas por dos consonantes con una vocal en medio. Al ser sílabas que no podía asociar a algo previamente conocido pudo cuantificar de forma objetiva el tiempo que tardaba en aprenderlas y lo que invertía en volver a aprenderlas, que evidentemente era menos, tanto en tiempo como en esfuerzo. Independientemente de la cuantificación de sus observaciones, Ebbinghaus llegó a la conclusión de que la memoria era susceptible de un perfeccionamiento gradual si se practicaba con ella y que, a partir de un momento determinado, la misma memoria pasaba por dos fases para olvidar o recuperar lo aprendido. Algunos siguieron trabajando tras la prematura muerte de Ebbinghaus en el tema de la consolidación y estabilidad de los conocimientos a corto y largo plazo en la memoria, con resultados claramente interesantes para comprender por qué se fijan unos contenidos y otros no.
Detengámonos un momento en esta última aseveración: ¿por qué se fijan unos contenidos y otros no? ¿Cómo influye la mentalidad en la selección, a veces involuntaria, de los elementos que constituyen el propio patrimonio, especialmente el inmaterial?
La Convención de Paris de 2003 en la que se fijaron los límites para el estudio y preservación de ese tipo de Patrimonio lo definía así:
“Se entiende por “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”.
A pesar de que la definición quiere ser muy amplia y abarcar todos los elementos que integran un patrimonio, extraña un poco no encontrar las palabras imágenes o mentalidad en esta definición que, curiosamente, alude más a hechos materiales que a los motivos que los generan. La pintura, el grabado, la fotografía sirven para transmitir innumerables muestras pictóricas que influyen en la creación de nuestra mentalidad, pero ¿de qué depende que conservemos unas imágenes y otras las olvidemos? ¿Cómo podemos además "interpretar" esas instantáneas o traducir y explicar su contenido?
A Brueghel no se le recuerda tanto por ser uno de los últimos pintores flamencos como por haber sabido captar costumbres y vivencias de los campesinos de su tiempo. De Millet sólo recordamos probablemente el recogimiento de una pareja de labradores que escucha las campanadas del Angelus en actitud ensimismada y casi mística. De Sorolla, a quien se rindió recientemente tributo por toda España gracias a una oportuna exposición, se admira el conjunto de personajes retratados en sus cuadros de costumbres, que reflejan a través de hermosos trazos y colores una identidad y una forma de vivir. Mucho más que por haber sido el creador de los modernos y precisos mapas panorámicos, se recuerda a Heinrich Berann por cuadros dramáticos como “El recogedor de heno en la montaña”, que muestra el esfuerzo humano magnificado por una atmósfera romántica. A Cristina García Rodero, la excelente fotógrafa, se le deben aquellas escenas mejoradas de una realidad que acaso todos tuvimos que vivir y a veces padecer, pero cuyas peculiaridades estéticas y aun éticas sólo supo convertir en retrato –en ejemplo- su visión privilegiada. A muchos fotógrafos deberán agradecerle todas las generaciones venideras el haber sabido captar la naturalidad de la vida cuando nadie lo necesitaba todavía, es decir antes de que la cultura del individuo se alejara de su casa y volviera disfrazada y enjoyada, como dicen que volvían antiguamente a su tierra los indianos que fracasaban para engañar a sus paisanos y para cubrir su propia vergüenza.
Es pronto para reconocer el valor de la fotografía etnográfica, particularmente el valor de esa instantánea costumbrista en la que la persona y sus circunstancias superan con creces al interés por las cosas, por las herramientas, por la mecánica, por aquellos útiles con los que trabaja la tierra, que no serían nada sin el individuo que supo crearlos, usarlos y mejorarlos. En ese sentido el trabajo de los ilustradores y en particular de los fotógrafos ha abierto un camino y ha marcado un rumbo inmejorable durante los últimos años. Alguno hizo de la necesidad virtud y supo usar el blanco y negro de la fotografía para destacar los perfiles de los personajes a los que retrató, perfiles teñidos todos ellos de aquella tristeza que una insensata contienda civil dejó en los rostros de casi todos los españoles y que se acrecentó sobrecogedoramente en la gama de grises. Pese a que el color ya existía en la fotografía desde la década de los sesenta del siglo XIX, muchos fotógrafos prefirieron prescindir durante todo el siglo XX de tonalidades que hubiesen sido ficticias en un tiempo y un país que abandonaba los umbrales de la edad media para adentrarse por los vericuetos de un laberinto fabril tan falso como ingrato. Ellos convirtieron todas sus instantáneas aparentemente inocentes, todos sus testimonios aparentemente simples, en complicadas lecciones de antropología que, transcurrido ya un tiempo cómplice, claman por una interpretación necesaria pero sobre todo por un reconocimiento colectivo si no queremos incurrir en la ingratitud y consecuentemente en el error irreparable.
Distintos códigos, pero esenciales asimismo para la correcta interpretación del mensaje, eran los utilizados para el sonido. Durante los años en que realicé con más asiduidad trabajo de campo, entre 1965 y 1978, solía entrevistar a muchas personas que, a su condición de buenos cantores o de eficaces comunicadores, unían la facultad de haber dirigido “comedias” u obras de teatro, representadas, con todas las dificultades que uno pueda imaginarse, en los pequeños salones de baile o en las iglesias de las localidades en las que me aventuraba a preguntar. De ese modo supe cómo se ponían en escena autos populares de gran solera, como por ejemplo los autos de Reyes y los autos de pastores, cómo se obtenían los recursos para solucionar problemas técnicos de sastrería y escenografía o cómo aquel director se las arreglaba para que declamaran textos largos y complicados personas que ni siquiera sabían leer. Aprendí mucho sobre la representación popular, entendiendo por tal no sólo la que salía de las mentes de los especialistas sino aquella otra que, habiéndose concebido para un espacio escénico y una sala convencionales, venía a representarse finalmente en un escenario inadecuado y en unas condiciones frecuentemente adversas. A todo eso añadiré que, al charlar con mis interlocutores sobre los textos representados, comenzaban a salir de los cajones de sus cómodas o de los anaqueles desvencijados de sus estanterías una serie de polvorientos papeles –manuscritos algunos e impresos los más- que desvelaban tanto la existencia y uso de textos de autor en el medio rural como unas preferencias muy particulares hacia temas o títulos determinados. Durante los primeros años de recopilaciones copié esos textos a mano -y así conservo la danza del pueblo zamorano de Lobeznos, por ejemplo- pero poco a poco, gracias a los avances técnicos, pude fotografiarlos, escanearlos o, simplemente, llevármelos para coleccionarlos gracias a la generosidad de mis informantes. Comenzó de ese modo a tomar cuerpo una gran colección de pliegos, incrementada a lo largo de los años gracias a casuales adquisiciones y a la generosidad de los amigos, y que ya supera los seis mil, manifestándose tan heterogénea como las personas y lugares de donde procede, pero siendo representativa también de un período concreto de tiempo (casi todos los títulos son del siglo XIX), de un gusto peculiar y de un extenso ámbito que, indudablemente, abarcaba también el medio rural. Hay, hasta superar los 500 títulos, óperas, operetas, dramas, melodramas, zarzuelas, juguetes cómicos, comedias, estampas, églogas, farsas, entremeses, humoradas, guiñoles líricos, fantasías líricas, bocetos líricos, bailes fantásticos, pasatiempos, piezas, revistas, parodias, pasillos, sainetes, etc. Pero si hay algo, sin embargo, que predomine hasta el extremo de llamar la atención es la superioridad en número de las representaciones cantadas. Parece normal que en un tipo de papeles que se han impreso para mantener vivo el rescoldo de la memoria, destacase una afición popular -la de cantar siguiendo un guión- que además ha constituido a lo largo de los siglos una contrastada fórmula de transmisión de conocimientos. Por otro lado, ¿se habría arriesgado un editor a imprimir algo que no tuviese luego aceptación entre un público numeroso?: descartado. ¿Habría adquirido el público, con lo que se miraban las perras en las fechas de que estamos hablando, algo que no le gustase?: imposible. Luego habría que reconocer, matices aparte, una cierta tendencia a publicar asiduamente textos relativos a representaciones en las que se cantaba y además una predilección en los lectores hacia la adquisición de esos mismos temas, que luego pasarían a un mismo compartimento en la memoria de los individuos, perdiendo, por poco funcional, la adscripción a géneros o a tipos que pudiésemos haberles dado previamente los estudiosos. Los repertorios de los cantores populares, vuelvo a repetir, se basan más en la selección de temas que responden a su mentalidad o a la idiosincrasia del colectivo al que representan, que a las modas, pero está claro que en un repertorio tipo de un cantor se acumulan, junto a romances y canciones, temas litúrgicos y temas teatrales, de los que el intérprete ha tomado aquellos cantables que le resultan más atractivos porque coinciden con sus gustos o con sus sueños y que pasan a pertenecer a otro contexto, siquiera sea un contexto tan paradójico e incoherente como pueda serlo la vida de una persona.
Cabría decir que con la llegada del siglo XX y el aparente desinterés por las coplas que durante siglos llevaron y vendieron los ciegos termina una etapa en la difusión del teatro musical, pero justamente el año 1911 llega para el género español la época de mayor expansión. En un catálogo de la compañía francesa Gramophone, instalada en España en Barcelona en la calle Balmes, aparecen ya fragmentos y pasajes de más de 200 zarzuelas que seguirán manteniendo una afición -más individualizada, desde luego- hacia los cantables de mayor éxito del género. Entre esa fecha, 1911, en que todavía los discos de ebonita eran un producto bastante caro, y la llegada de la radio (en mayo de 1925 se retransmite por las ondas la primera zarzuela desde radio Madrid, en concreto la Bejarana) hay unos años en que se sigue editando música popular y de zarzuela (recuérdense los extraordinarios de la revista “El Cine”) y se prepara un público que, nacido en plena época de creación del género, transmitiría a sus descendientes una pasión por el mismo fuera de toda duda, dando origen además a esa otra generación que, a través de los primeros discos de pizarra y las emisiones de radio escuchadas en la infancia -acrecentadas por la contemplación en directo de alguna que otra función- haría pervivir la afición al género chico hasta nuestros días. Todas las zarzuelas, al menos las que mayor éxito alcanzaron, se manifiestan como un género de extracción popular y de resultados sorprendentes pero reales sobre el repertorio personal de varias generaciones de españoles que aprendieron a situarse, -a geolocalizarse diría yo- por medio de argumentos que hablaban de aldeas, de lugares, de entornos, de orígenes rústicos y de paisajes urbanos.
He repasado algunos de los códigos usados para interpretar la comunicación escrita y oral de un tipo de patrimonio porque mi afición hacia el papel impreso que luego se cantaba o se recitaba es bastante temprana. Las tediosas convalecencias de las enfermedades leves de la infancia las entretenía hojeando los libros de Bertoldo o los cuentos de Calleja que mi padre trasladaba ritualmente desde las estanterías de su despacho hasta la cama en la que me encontraba. Sin embargo no tuve plena consciencia de la importancia de esos trasvases hasta que me tocó soportar un largo postoperatorio tras una extirpación complicada de las amígdalas. Mi padre se sintió generoso entonces y me trajo el Viaje por España del Barón Charles Davillier con las ilustraciones inolvidables de Doré. En la edición familiar, las interesantes notas de Arturo del Hoyo incluían también diversos grabados entre los cuales me llamó la atención en especial una aleluya sobre Don Pedro I. “Contar hoy la vida quiero, de Don Pedro el justiciero / él hizo acatar la ley, desde el zapatero al rey”. Durante toda mi vida he recordado algunos de aquellos pareados y en mi memoria están frescas aún las líneas claras con las que Pérez despachaba en 48 viñetas encargadas por José María Marés (el impresor catalán afincado en Madrid) la vida de un monarca polémico pero siempre interesante. El descubrimiento reciente de un manga japonés debido a la extraordinaria dibujante Yasuko Aoike y titulado Alcázar –que por cierto ha alcanzado en Japón un éxito impresionante y que desarrolla en 13 volúmenes la azarosa vida del rey Don Pedro el Cruel- demuestra hasta qué punto los arquetipos siguen vivos y siguen importando en la transmisión de un patrimonio común.
El recuerdo permanente de aquellos versos y mi relación posterior con el universo de la tradición oral me permitió también entender mejor y contemplar con naturalidad el frecuente trasvase de canciones, romances o relatos desde el ingenio o la memoria hasta el papel impreso y viceversa.
Puede que alguno de los oficios que se encargó de mantener tradicionalmente esta industria –como el oficio de impresor- tuviese una mayor sensación de responsabilidad que otros al suponer que era depositario del mapa del tesoro y que la mera presión de los tipos sobre el papel ya daba al contenido una permanencia que lo fijaba y lo aseguraba contra el olvido. En cualquier caso, y del olvido sigo hablando, los últimos cincuenta años nos han proporcionado motivos más que sobrados para no creer en la permanencia de nada y para desconfiar de la indemnidad de todo aquello que parecía quedar atado y bien atado.
Algunos de esos pliegos especificaban en su última página las colecciones publicadas, sus títulos y los lugares de venta: por esas informaciones podemos deducir que los libreros, impresores o depositarios ofrecían con la misma naturalidad romances, jácaras, sainetes, aleluyas, ruedas de los enamorados, de los amantes y de la fortuna, libritos de cortejar, juegos de manos, recetarios de cocina, almanaques, horóscopos, libros de adivinar sueños y la influencia de los planetas. Anunciaban además variados surtidos en novelas históricas, folletines, revistas teatrales, argumentos reducidos de zarzuelas y óperas, folletos de cine, cancioneros, etc. etc. etc. Las colecciones más abundantes son del siglo XIX y corresponden a imprentas que hicieron su agosto con un público adicto y entregado. Ya he recordado muchas veces algún escrito de Antonio Trueba, o sea Antón el de los cantares, en el que manifiesta que llegó a reunir 20.000 papeles de este tipo (que luego quiso quemar por inadecuados e inmorales), aseveración que siempre me pareció exagerada pero que, según pasa el tiempo y voy conociendo más imprentas, me va pareciendo menos desmedida. Hubo establecimientos tipográficos que llegaron a publicar entre 200 y 500 títulos diferentes, colecciones de sainetes que fueron numerosísimas, romances que aparecieron en sucesivas versiones y ediciones, pliegos con canciones de moda constantemente cambiantes y todo tipo de remendería que sabemos se tiraba por miles de ejemplares y que, a mi modo de ver, hace cada vez más verosímil la opinión de Trueba.
Muchas veces he dicho que uno de los pecados de nuestra sociedad, en lo que se refiere a la adquisición de conocimientos, es la especialización, sobre todo si esa especialización conduce a un aislamiento del objeto de estudio. Y más aún si ese aislamiento supone la exclusión del entorno. Si uno no es capaz de relacionar los datos, si se obsesiona con un hecho y lo estudia aislado del contexto o a la luz de una sola disciplina, tendrá problemas a la hora de interpretarlo correctamente. Porque lo cierto es que el hecho de adquirir conocimientos, de construir el armazón formativo, es como levantar unas paredes cuya cimentación ayudará al ser humano a edificar y contemplar la estructura de su propia vida. Sin esa casa, es decir sin el verbo como medio de expresión o exteriorización anímica, el individuo estaría desnudo y disperso. Lo construido le ayuda a fabricar una imagen externa de sus sentimientos y a proyectar sobre esa imagen su mentalidad y su personalidad, con todos los elementos permanentes que las componen y los respectivos factores culturales que las originaron. Aunque lo construido tenga ya una forma fija –es decir, se escriba o se imprima-, quedará indeleble en su constitución buena parte del proceso intelectual previo. De ese modo, entre lo escrito (esto es, el soporte físico) y el hecho que se describe, se podría establecer una relación similar a la que existe entre un sueño y la realidad. Las imágenes son en ese plano más importantes que los conceptos y, al igual que atribuir la causa del sueño a un estímulo puede ser más o menos útil, sin embargo el significado psíquico del mismo sólo llega a desentrañarse recurriendo a formas arcaicas de la función psíquica que han sobrevivido al crecimiento de la conciencia humana manteniendo ideas primarias sobre las que el individuo moderno ha alzado su morada primero y después sofisticados edificios. La casa como refugio y como símbolo del propio individuo tiene, lo sabemos, innumerables referencias y apasionados defensores. Carl Jung, hijo de padres muy religiosos y protestantes, se debatió durante muchos años entre el respeto a las creencias de sus antepasados o a las teorías de su propio maestro Freud, y la evolución personal. En la época en que trabajaba con Sigmund Freud tuvo precisamente un sueño que transcribe en uno de sus libros y que tiene que ver con el símil que estoy tratando de explicar: “Soñé que estaba en mi casa –escribe Jung- al parecer en el primer piso, en una salita abrigada, grata, amueblada al estilo del siglo XVIII. Estaba asombrado de que jamás hubiese visto esa habitación y empecé a preguntarme cómo sería la planta baja. Bajé la escalera y me encontré que era más bien oscura, con paredes apaneladas y mobiliario pesado del siglo XVI o aun anterior. Mi sorpresa y mi curiosidad aumentaron. Necesitaba ver más de la restante estructura de esa casa. Así es que bajé a la bodega, donde encontré una puerta que daba a un tramo de escalones de piedra que conducían a un gran espacio abovedado. El suelo estaba formado por grandes losas de piedra y las paredes parecían muy antiguas. Examiné la argamasa y vi que estaba mezclada con trozos de barro cocido. Evidentemente, las paredes eran de origen romano. Mi excitación iba en aumento. En un rincón, vi una argolla de hierro en una losa. Tiré de la argolla y vi otro tramo estrecho de escalones que llevaban a una especie de cueva que parecía una tumba prehistórica donde había dos calaveras, algunos huesos y trozos rotos de vasijas. Entonces me desperté”.
Como podemos comprobar, Jung –para quien su casa significa su propia alma- pasa en el sueño de la comodidad de los conocimientos cercanos, representados por la estancia en la que se encuentra, a un piso inferior donde muebles pesados y materiales más sólidos le sugieren antigüedad y le invitan a investigar. En la piedra y la argamasa reconoce la deuda con el mundo clásico representado por la cultura de la antigua Roma. Finalmente, el descenso a la parte más lóbrega y profunda de la casa le pone en relación con el mundo prehistórico y con el origen de la especie. La explicación que la psiquiatría da a los sueños en que nos vemos en nuestra propia casa está siempre unida a la interpretación de nuestra personalidad. Y no es difícil de comprender: en realidad, aunque no siempre haya sido así, la casa significa la construcción del propio entramado anímico y algunas de sus características podrían servirnos para desvelar secretos íntimos nunca confesados o aspectos de nuestra alma sobre los que probablemente nunca hemos reflexionado conscientemente.
Y si las casas representan nuestra propia alma ¿cómo no van a tener espíritu las poblaciones en las que vivimos o el territorio que nos rodea? Por supuesto que las poblaciones tienen alma. No se sabe de cierto si son los individuos quienes determinan con sus actitudes el espíritu que caracteriza a algunos pueblos o es la situación geográfica, la particular orografía, el peculiar relieve, los que vienen a dibujar el perfil de sus habitantes. Ese, precisamente, es uno de los temas que preocuparon e hicieron peregrinar a los viajeros románticos: buscar el alma de una región, de una aldea, de un pueblo. Hemos visto que a veces, los pintores que se atrevían con tan enrevesado empeño trazaban rasgos, oscurecían lienzos, estampaban colores, pretendiendo que el contorno de un rostro, las facciones –la fisiognomía- hablaran y contaran en pocas líneas ese pasado profundo y enigmático, la historia oral y gestual de los individuos, el humus de los tiempos. No era fácil tarea la de los artistas románticos, como tampoco lo era la de los escritores, condicionados muchos de ellos por el temor de incurrir en los errores de otras épocas. Los autores de los reportorios y calendarios antiguos confiaron en los humores y en los astros, que influían zodiacalmente sobre individuos y ciudades, para explicar comportamientos, desarreglos y morbos; los ilustrados quisieron transformar la vida en estadística y la hacienda en industria, demostrando lo difícil que era extraer un retrato humano de los datos catastrales. Por eso mismo, digo, los románticos se desplazaron tanto: para conseguir asomarse desde su ingenua perspectiva al interior de los pueblos a través de las ventanas de sus costumbres, más fáciles de abrir hacia dentro que hacia fuera.
Termino: Quienes trabajamos en el terreno de los conocimientos legados por la tradición tenemos un concepto muy claro: nada en la vida de los individuos se produce aisladamente. Cualquier hecho que tenga que ver con el desarrollo de la personalidad, con la expresión artística, con la relación con otras personas o con el entorno, se conecta indefectiblemente con otros aspectos adyacentes, de tal modo que resulta imposible la comprensión perfecta de ese mismo hecho sin conocer las circunstancias que lo provocaron. No se puede decir que se ha estudiado a fondo un texto si se desconoce el contexto en el que se produjo. No se puede estar seguro de que se conoce un territorio sin conocer las costumbres y personalidad de sus habitantes. Sin saber qué sentido tenía nombrar los pagos o descifrar el firmamento. Aprender a relacionar, pues. No aislar, sino contribuir. No disgregar sino concurrir.
14 y 15 de noviembre de 2015
Las coplas o pliegos de cordel se ofrecían en España habitualmente en varios formatos, aunque el más frecuente hasta su desaparición en épocas muy recientes era el de cuarto, oscilando su tamaño entre los 13 y los 17 cms. de ancho por los 20 a 25 de alto. También había pliegos en folio, en doble folio y en octavo. Los ya mencionados en cuarto se vendían de medio folio, de doble folio plegado que venía a hacer ocho páginas y, a partir de ahí, en dos, tres o cuatro pliegos, hasta donde daba de sí el tema narrado. Como material de apoyo se solía ilustrar la primera página con un grabado sobre cobre o una xilografía que ocupaba la mitad superior de la plana y que, pese a lo tosco de su diseño en muchas ocasiones, solía contener alguna figura alusiva al caso relatado en cuyas imágenes hallaban las gentes sencillas que acostumbraban a escuchar y comprar el relato, una fuente gráfica donde saciarse con el agua de la ilusión o de la fábula.
La Fundación Joaquín Díaz tiene en este momento una de las mejores colecciones de pliegos existente en España de los siglos XIX y XX, con más de 6.000 papeles impresos, que están siendo digitalizados (hasta ahora más de 4.500) con la colaboración de la Biblioteca Digital de Castilla y León.
http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=7991
-PROYECTO INTERNACIONAL DE UN PORTAL ÚNICO SOBRE PLIEGOS DE CORDEL ESPAÑOLES
-REUNIÓN PREPARATORIA EN LA FUNDACIÓN JOAQUÍN DÍAZ, EN URUEÑA
El proyecto de un portal único sobre pliegos de cordel españoles, se inicia con la convergencia de un grupo de investigación del CSIC con el proyecto de digitalización de la colección de pliegos de la British Library-Cambridge, y trata de desarrollar técnicas y métodos de trabajo comunes para la repertorización de pliegos en diversas bibliotecas e instituciones como vía de arranque de un futuro trabajo de colaboración en torno a este campo de estudio. El enlace de la British Library donde se puede ver la colección de más de cuatro mil pliegos disponible es el modelo a partir del cual se puede crear un portal único que albergue todas las colecciones de Bibliotecas hispánicas y de coleccionistas españoles y extranjeros:
http://cudl.lib.cam.ac.uk/collections/spanishchapbooks
El 11 de diciembre de 2014 tuvo lugar el primer encuentro entre algunos/as especialistas en pliegos de cordel y bibliotecarios del mundo hispánico. A la sesión de trabajo asistieron Alison Sinclair y Sonia Morcillo (ambas de University of Cambridge), Jean-François Botrel (Université de Rennes), Juan Gomis (Universidad de Valencia), Cecilio Alonso (Universidad de Valencia), Geoff West (British Library), Inmaculada Casas (Universidad de Sevilla), Joaquín Díaz (Fundación Joaquín Díaz), Pura Fernández (Biblioteca Virtual Cervantes) y Pilar Martínez Olmo, directora de la biblioteca del CCHS-CSIC.
Objetivo a largo plazo
1. Creación de una biblioteca digital de los pliegos sueltos catalogados.
2. Proyectos realizados que se pueden tomar como referencia:
English Broadside Ballad Archive (Universidad de California, Santa Bárbara)
http://ebba.english.ucsb.edu/
The McGill Library's Chapbook Collection
http://digital.library.mcgill.ca/chapbooks/index.php
The Word on Street (National Library of Scotland)
http://digital.nls.uk/broadsides/
The Bibliothèque Bleue Online (Médiathèque du Grand Troyes, The Project for American and French Research on the Treasury of the French Language Project of the University of Chicago, Collaborative Initiative for French and North American Libraries –CIFNAL-)
http://www.lib.uchicago.edu/efts/ARTFL/projects/BibBl/
Literatura de cordel y teatro en España (1675-1825). Estudio, catálogo y biblioteca digital de pliegos sueltos derivados del teatro (Santiago Cortés, tesis doctoral)
http://www.pliegos.culturaspopulares.org/
Relaciones de sucesos en la Biblioteca Universitaria de Sevilla
http://expobus.us.es/relaciones/catalogo.htm
Catálogo y Biblioteca Digital de Relaciones de Sucesos (Universidad de La Coruña)
http://www.bidiso.es/RelacionesSucesosBusqueda/
ESPECIALMENTE: Wrongdoing Project (digitalización de más de 4.500 sueltos de los siglos XVIII y XIX realizada por el equipo dirigido por Alison Sinclair)
http://cudl.lib.cam.ac.uk/collections/spanishchapbooks