El fotógrafo Cacho, de la larga y distinguida familia de retratistas vallisoletanos, fue el autor de esta instantánea en la que unos aficionados se preparan para llevar a cabo una corrida acuática. La idea no era nueva -ya en tiempos de Felipe II se celebró una en el Pisuerga y en el siglo XIX se intentó repetir con funestos resultados para personas y animales-, pero aun así la diversión estaba asegurada y la música también, a cargo de un acordeonista de ocasión.
Fotografía de la Fundación Joaquín Díaz.