MEMORIAS DE UNA CIUDAD
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LA ANTIGUA



La Antigua fue una de las iglesias que mandó construir el Conde Ansúrez en el siglo XI, aunque la torre, tal como se podía ver hacia 1900, era la del siglo XIII y el claustro e iglesia los que se habían levantado en el siglo XIV. A mediados del XVI se acometieron en la iglesia obras de consolidación en las que intervino Gil de Hontañón. A finales del siglo XIX fue declarado monumento nacional para poder restaurar en condiciones el edificio cuyo estado era preocupante. Se desmontó piedra a piedra la totalidad de la construcción con excepción de la esbelta torre que quedó liberada finalmente de su pétrea envoltura. Diversos arquitectos estuvieron a cargo de las obras que se prolongaron durante más de quince años. Abierta al culto de nuevo en 1952, su interior es hoy un pálido reflejo del patrimonio y ornamentación que tuvo en otros tiempos. Aún se recuerda, eso sí, una curiosa tradición según la cual la tierra del cementerio parroquial adosado a la iglesia tenía la piadosa propiedad de consumir cualquier cuerpo enterrado en su recinto en menos de veinticuatro horas.









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