El plan elaborado para Valladolid por el arquitecto César Cort contemplaba, entre otras cosas, que la ciudad dejara de ser una población sin estructura viaria. El proyecto sufrió muchas alteraciones y reformas en los años siguientes a su aprobación en 1939 pero se mantuvo la necesidad de ampliar el crecimiento de la ciudad con nuevos puentes que salvaran el río Pisuerga permitiendo la expansión hacia el oeste. El llamado Puente del Cubo se inició en 1954 y se terminó 2 años después. Era un puente en arco de más de 100 metros de largo y casi 70 de luz, proyectado por Luis Díaz-Caneja.
Casimiro González García-Valladolid menciona, al hablar de las murallas de Valladolid, un segundo cinturón de piedra que amplió la primitiva cerca y que “seguía por la rondilla de San Lorenzo a la Cárcel de la ciudad, por delante del Espolón”. Parece lógico pensar que el puente del cubo se llamó así porque uno de los cubos de la muralla se hallara cercano a la construcción (tal vez en la desembocadura del Esgueva sobre el Pisuerga, en el lugar que hasta los años 50 aún conservaba un merendero llamado “La Marina” donde se consumía pescado frito), y no porque las lavanderas llevaran allí sus herradas para lavar la ropa. Tenemos un ejemplo similar en León, donde el Espolón estaba lindero con la carrera o “carretera de los cubos” que servían de protección a la muralla. Otra hipótesis podría ser que el nombre de Puente del Cubo procediera de un desaparecido cubo de piedra para alimentar un molino sobre la Esgueva, sistema bastante conocido en la Edad Media y usado para los casos de aceñas que dependieran de un caudal irregular.