El Carnaval propiamente dicho (el Antruejo se iniciaba ya en enero) comenzaba a prepararse en realidad el Jueves gordo, anterior al Domingo Gordo, y culminaba el Martes lardero (de "lardum", manteca de cerdo) o Martes de Carnestolendas. El sentido de exceso que en otras épocas podía encerrar la fiesta ha ido desapareciendo al prosperar las clases medias y al modernizarse en muchos aspectos la vida en la ciudad y en el campo, perdiéndose el interés en participar activamente en la vida de la comunidad; en una sociedad que tiende a entronizar el ocio y persigue el tiempo libre o la diversión casi como si fuesen obligatorios, tiene poco futuro un período como el Carnaval, nacido para ser contrastado con la Cuaresma e hijo del deseo -comprensible en el ser humano- de transgredir las normas al menos una vez al año, dando rienda suelta a la imaginación y al instinto.
Tanto y tan bueno se ha escrito sobre el Carnaval que no insistiremos en el origen de la fiesta o la etimología de la palabra; parece fuera de toda duda, sin embargo, la adaptación y asimilación de algunas costumbres romanas de las que, con el tiempo, quedaron sólo los aspectos más significativos: inversión de papeles, fiestas de animales con carreras de caballos, días dedicados a las mujeres, etc., etc.
De entre todos los actos del Carnaval, el que tenía más sentido público y en el que se daban, por tanto, más posibilidades de criticar con eco a autoridades, jerarquías e incluso a todo el entramado social, era el entierro de la sardina, procesión simulada con la que se criticaba el período de abstinencia de carne. El manteo de peleles, las bromas, las máscaras, el "al higuí" y hasta la costumbre -aún recordada por los viejos de algún pueblo- de arar las calles, fueron formas diversas de festejar un período de tiempo que, cíclicamente, venía a alborotar el aparente orden cotidiano y a ponerlo todo patas arriba. De vez en cuando, los alcaldes echaban mano de bandos antiguos que ponían ciertos límites a la utilización abusiva de la libertad con artículos como éstos:
1º. Se prohibe tirar cohetes, carretillas, echar mazas, manchar la ropa y demás distracciones que puedan causar riñas y altercados.
2º. Se prohibe el uso de vestidos que representen ministros de la religión y altos funcionarios del estado.
3º. Se prohibe el uso de alusiones políticas, religiosas e inmorales en las mascaradas.
4º. Se prohibe levantar a un enmascarado la careta, ni ésta autoriza para dirigir insultos y frases ofensivas.
5º. Se prohibe el uso de espuelas y armas en los trajes.
6º. Se prohibe fumar y toda acción indecorosa en los bailes.
7º. Se prohibe la entrada de meriendas y bebidas espirituosas en los sitios de recreo a no ser en el ambigú dedicado al efecto.
8º. Se prohibe clavar escarpias o clavos a menos de seis pies de altura para exponer trajes, caretas y otros efectos...".
Estos efectos, como se puede imaginar, eran de lo más dispar e incluían disfraces y máscaras de hechicero, gitano, pastora, aldeana, cantinera, veneciano, mosquetero, Felipe IV, moro, turco y chino.
AUDIO
Domingo de carnaval.
Cantado por Ángeles Baró , Teresa Nava , Vicenta Álvarez, Isabel Fresno, Lorenzo Fresno, Ana Mª Llorente y Micaela Melón de Cabreros del Río (León).
Grabado por Carlos A. Porro el 15 de marzo de 2005.
CREENCIAS
Dentro de la Cuaresma, aún se permitía celebrar en su primer domingo los llamados "bailes de piñata" cuya tradición central, la de romper una olla, pudo tener antecedentes religiosos que, por alguna razón, salieron de su tiempo normal y se desritualizaron. Covarrubias menciona una costumbre mantenida durante siglos en la catedral de Zamora que consistía en colgar un cántaro del techo y bambolearle de una parte a otra hasta que pegaba en lo más alto y se rompía, pronunciándose entonces "ciertas palabras conceptas, significándonos por ellas que consideremos nuestra fragilidad". Sea como fuere, los bailes de ese día se coronaban con un acto en el que, o bien se rompía una olla conteniendo algo (agua, caramelos, regalos) o bien se prendían de una piña varias cintas, una de las cuales estaba fuertemente sujeta y servía para designar como reina del baile a la joven o pareja que tuviese la fortuna de tirar de ella.
EXPRESIONES
El domingo de Carnaval se corrían los gallos por parte de los quintos del año. Se colgaba en la plaza una maroma a suficiente altura para que pudieran pasar por debajo hombres a caballo. A la mitad de la cuerda se colgaba de las patas un gallo. Llegaba la comparsa; el rey, con corona de cartón, se ponía debajo de la víctima y despachaba su relación, y tras él todos los de la comparsa, siguiendo el orden jerárquico. Terminada la relación del soldado, éste sacaba la espada y trataba de dar un par de mandobles al gallo, siguiéndole los demás compañeros; pero pese a su furor, por la dificultad de manejar a la vez el arma y la caballería, las más de las veces daban en el aire, produciendo la hilaridad del público, y se hacía necesario, para descuartizar el ave, que pasaran y pasaran por debajo y repitieran los tajos, según narra Enrique Casas Gaspar en su obra Ritos agrarios.
Tal narración recuerda ciertas representaciones que fueron muy populares hasta hace poco tiempo en diferentes provincias de la Comunidad de Castilla y León.
Detallamos a continuación una, por ejemplo, que tuvo lugar en el lugar llamado "La Ronda", en Mucientes (Valladolid), y que se llevó a cabo por última vez hacia el comienzo de la década de los treinta. En esta dramatización popular (algo así como un juicio a los gallos) intervinieron los, por aquellos años, quintos: Pedro Herrero (en el papel de Capitán); Moisés Olmedo (que hizo de defensor); y los soldados, Vicente Barrigón, Miguel Zalama, Arturo Sanz (que fue al mismo tiempo pregonero del festejo), y Jacinto Mintegui.
Pregón: | Soldado: |
Sin entrar ni salir en el tema de la conveniencia o no de conservar estas costumbres -acerca de lo cual se podrían encontrar argumentos en pro y en contra, y sobre cuyo contenido difícilmente se pondrían de acuerdo las partes en litigio-, habría que destacar cuatro de las razones por las cuales se ha mantenido el rito con vida casi hasta nuestros días.
1. El rito se desarrolla dentro de una comunidad o grupo que "entiende" las claves del mismo. Sería absurdo que los habitantes de un pueblo fueran a representarlo a otro que estuviese apartado de sus convicciones y de sus hábitos. En ese sentido se puede aducir como prueba definitiva la copla que un quinto de Castrodeza (Valladolid) echaba en el año 1947 antes de pasar a ejecutar la suerte:
Espero que esté presente
alguna chica de fuera
para copiar lo que hacemos
Después dirá lo que quiera...
Hay, pues, una seguridad en el sentido del acto, en su necesidad y en su pertinencia aunque a los forasteros les pueda no parecer así.
2. Es un ejercicio que representa el "refrendo" de un rito de paso que ya confirió a los jóvenes el derecho a desarrollar actividades en las que estuvieran presentes principalmente el valor o la destreza, por no hablar de la fuerza. Si niños y mujeres han participado posteriormente en los gallos o los han organizado ha sido porque la práctica de esa costumbre entraba perfectamente dentro de la "inversión" carnavalesca y en esa época -es bien sabido- todos intentaban hacer lo contrario que en el resto del año.
3. Las relaciones orales o "refranes", que en algunos casos hasta llegaban a tener forma de pequeña pieza teatral, permitían a los mozos (a través de su propia composición o como simples rapsodas de lo que un poeta local hubiese compuesto) hacer un recorrido por los sucesos locales más destacables del año, digresión que venía a cuento para emprenderla contra alguien o ridiculizarle y, sobre todo, para, en el momento oportuno, llegar a las dos o tres estrofas clave en las que el mozo se refería a la moza que le gustaba y la requería, bien de forma amorosa, bien buscando primeramente su rechazo o enfado para provocar después una reconciliación (violencia muy frecuente en las relaciones mozo-moza en el medio rural).
4. Finalizado el ritual se iniciaba un banquete solidario entre los miembros del grupo que organizaba el acto, acrecentando el sentido de clan de ese colectivo social que solía ser una sociedad de mozos o los quintos del año pertenecientes a esa misma sociedad.
FIESTAS
Entre los festejos que precedían o acompañaban al Carnaval hay uno característico que ha llegado a nuestros días y aún se mantiene, aunque algunas de sus formas, con matices aparentemente brutales, se hayan suavizado: la muerte del gallo ejecutada a mano o espada por hombres (mozos, quintos) o mujeres (de la cofradía de santa Águeda o de otras). De diversas maneras se llevaba a cabo la suerte, que es ya descrita en el Diccionario de Autoridades bajo los nombres de "Correr gallos" y "Correr gallos a caballo" o "correr gansos". De la primera fórmula se dice que es "divertimiento de Carnestolendas que se ejecuta ordinariamente enterrando un gallo, dejando solamente fuera la cabeza y pescuezo y, vendándole a uno los ojos, parte desde alguna distancia a buscarlo con la espada en la mano y el lance consiste en herirle o cortarle la cabeza con ella. Otros le corren continuamente hasta que le alcanzan, o le cansan, hiriéndole del mismo modo". Acerca del otro procedimiento, varía si son gallos o gansos los colgados, ya que a los primeros se les decapita con espada y a los segundos se les arranca la cabeza con la mano, costumbre aparentemente bárbara si consideramos el hecho de forma aislada despojándosele de toda la carga social y simbólica que tuvo en otros tiempos; no se puede olvidar que este juego era un alarde de fuerza y una demostración del dominio que el jinete podía llegar a tener sobre su cabalgadura (por tanto una especie de ejercicio o parada con la finalidad, también existente en otras especies, de subyugar al otro sexo), por no hablar del detalle, si se quiere menor, de que quien arrancaba la cabeza se quedaba con el resto del animal para merendarlo en comunidad con sus amigos. Sería algo aventurado extraer demasiados simbolismos del hecho de que sea un gallo el animal "ajusticiado", teniendo en cuenta que, como hemos visto, también se utilizaron gansos para la misma ceremonia.
Es fiesta local en:
Ciudad Rodrigo (Salamanca)
ENLACES
ÁVILA DE CURAS, FIESTAS Y CARNAVALES
Revista de Folklore nº 59
COSAS DEL CARNAVAL
Revista de Folklore nº 313
EL CARNAVAL DE NAVALOSA: ESTUDIO ETNOGRÁFICO-MUSICAL
Revista de Folklore nº 329
EL CARNAVAL EN CASTRILLO DE LA VEGA (Burgos)
Revista de Folklore nº 63
EL CARNAVAL EN LA COMARCA LEONESA DE RUEDA
Revista de Folklore nº 142
LAS ANTIGUAS FIESTAS DEL CARNAVAL DE CEVICO DE LA TORRE, LOCALIDAD DEL CERRATO PALENTINO
Revista de Folklore nº 51
LOS CARNAVALES ALBERCANOS
Revista de Folklore nº 140
REFRANES ALUSIVOS AL CARNAVAL
Revista de Folklore nº 98