Cuenta la tradición cristiana que San Lorenzo nació en Huesca y que, educado en la fe cristiana por sus padres, decidió muy pronto ir a Roma, donde encontró la favorable acogida del Papa Sixto, a quien el cambio de actitud con respecto a los cristianos del emperador Valeriano provocó la sentencia a muerte como cabeza de la Iglesia. Lorenzo acudió al suplicio del anciano pontífice y recibió de él no sólo consuelo sino la profecía de su propio martirio ya que le pronosticó que apenas tendría que esperar tres días para poder seguirle. Denunciado y apresado, pronto se enfrentó a una sentencia de un tribunal que le condenaba a los peores tormentos. Entre ellos, el más cruel fue el de tender al santo en un lecho de hierro bajo el cual había un fuego que iba quemando lentamente su carne. Prudencio escribió un himno en el segundo poema de su Peristephanon, algunos de cuyos versos hacen referencia a la petición del santo al Prefecto para que le dé la vuelta y así quedar abrasado por ambos lados.

Conuerte partem corporis
satis crematam iugiter
et fac periclum, quid tuus
Vulcanus ardens egerit.

Praefectus inuerti iubet,
tunc ille: coctum est, deuora
et experimentum cape,
sit crudum an assum suauius!