La Iglesia celebra la víspera de San Lorenzo la fiesta de San Román, uno de los soldados que le custodiaban durante su cautiverio y martirio. Cuenta la tradición que Román pudo ver, mientras San Lorenzo era torturado, a un ángel que empañaba el sudor del santo y enjugaba su sangre. En vista de que ningún martirio afectaba el semblante de San Lorenzo, el emperador Valeriano decidió devolverle a la prisión, momento que aprovechó Román para indagar acerca de la fe del santo y su resistencia a los tormentos. Román fue bautizado y confesó su religión ante el propio emperador quien mandó despedazarlo y cortarle la cabeza no sin antes haberle arrancado sus símbolos militares y haberle degradado públicamente. Murió San Román el año 258.