El Papa Calixto tuvo que soportar y padecer el primer cisma de la Iglesia. Al ser elevado al papado para suceder al pontífice anterior, Ceferino, tuvo en contra a quienes defendían, siguiendo a San Hipólito -al que consideraban papa- que las costumbres de la Iglesia se habían relajado y había que renovarlas en su pureza. Calixto, a quien Ceferino había encomendado la difícil y penosa tarea de sepultar todos los cuerpos de los mártires que produjera la feroz persecución, había construido en la Via Apia un cementerio (que después llevó su nombre) en el que iba dando tierra a todos los cuerpos rescatados de la incuria y el odio de quienes defendían la religión del imperio. Calixto, mucho más moderado que Hipólito mantenía unas tesis intermedias entre el modalismo y el subordinacionismo, al que muchos autores no llegaron nunca a considerar como herejía.