San Gregorio de Tours, en un escrito que se le atribuye, describe la invención de la Santa Cruz gracias a los trabajos de Santa Elena y atribuye al leño sagrado el milagro de haber convertido a una de las personas que se hallaba presente cuando se exhumó la reliquia, llamado Judas: "Huius tempore venerabile crucis dominicae lignum per studium Helenae matris repertum est, prodente Iuda Hebraeo, qui post baptismum Quiriacus est vocitatus". Al ser bautizado tomó el nombre de Ciriaco y tras acceder al sacerdocio fue nombrado Obispo de Jerusalén, sufriendo el martirio junto con su madre. Otra tradición le sitúa, después de haber recibido la dignidad sacerdotal, en Roma, donde fue martirizado con otros dos compañeros llamados Largo y Esmaragdo. Al parecer fueron hallados culpables de haber estado llevando alimentos y medicinas a los cristianos que estaban trabajando en las Termas de Diocleciano. Finalmente, una tercera tradición le hace obispo de Ancona, en Italia, a donde huyó desde Palestina. A su regreso a Tierra Santa sufrió el martirio por orden de Juliano el Apóstata.