El Papa Gregorio VI mandó trasladar las reliquias de los santos Abdón y Senén a la basílica de San Marcos de Venecia, en el año 826. Otros restos parece que se llevaron a la abadía de Arlés sur Tech, en el alto Vallespir, donde fueron enterrados en una tumba de la que comenzó a manar agua clara. En cualquier caso, tuvieron un extenso patronazgo entre los agricultores en la Edad Media ya que se creía que tenían poder sobre las tormentas y sobre el granizo. Durante su martirio tuvieron la oportunidad de mostrar su dominio sobre las fieras haciendo que dos leones y cuatro osos se amansaran en su presencia. Ante esto, el emperador Decio, que fue su torturador, ordenó que fuesen decapitados y abandonados frente a una estatua que representaba a Nerón vestido como Apolo con corona solar. Allí los encontró un cristiano llamado Quirino, quien los llevó a su casa para enterrarlos. La tradición cuenta que se aparecieron al emperador Constantino para revelar dónde se hallaban sus restos.