La Iglesia Cristiana estableció, desde los tiempos más antiguos, que la fiesta del nacimiento de San Juan había de ser una de las cinco más importantes del año litúrgico, junto con las de Pascua, Navidad, Ascensión y Pentecostés. De este modo, la Iglesia se aseguraba de que las celebraciones cristianas por el nacimiento del precursor no serían menores que las que festejaban los pueblos con otras religiones, acostumbrados a recordar el paso de la mitad del año con pólvora y luminarias. Ya en un libro del siglo XV, el Flos Sanctorum o flor de los santos, se relacionan nueve razones por las que San Juan fue siempre tenido en tanta consideración: la primera porque Santa Isabel (su madre) y María (la madre de Jesús) tuvieron el mismo mensajero, que fue San Gabriel. La segunda porque la propia Virgen hizo de ama del niño recién nacido levantándole del suelo nada más nacer. La tercera porque Dios permitió que el padre del niño, Zacarías, que había quedado mudo por incrédulo, recuperara el habla. Cuarta, porque San Juan tuvo la honra de señalar a Jesús con el dedo pronunciando las palabras "He aquí el cordero de Dios". La quinta porque descendió a advertir a los ocupantes del limbo que Jesucristo había venido. Sexta porque antes de ser concebido ya tenía nombre. Séptima porque nació venciendo a la naturaleza que había sentenciado definitivamente a su madre a no tener hijos. Octava porque ya sabía su nombre nada más nacer. Novena porque alabó a la Santísima Trinidad hasta el extremo de hacer exclamar a una de sus personas, el Hijo, que nunca nació de mujer persona tan grande como San Juan Bautista.
CREENCIAS
Por las nueve razones que se relacionan en el Flos Sanctorum y por haber sido santo antes que nacido, viniendo al mundo como el lucero antes que el sol, la Iglesia quiso festejar su nacimiento, el único junto con el de Jesús que celebran los cristianos. Éstos, por su vida y muerte ejemplares y por la predilección en que Dios le tuvo, le hicieron patrono de múltiples oficios siendo invocado por sastres, tejedores, peleteros, curtidores, pellejeros, talabarteros, cardadores de lana, toneleros, arquitectos, albañiles, músicos y chantres, cuchilleros, pajareros, fondistas, deshollinadores, restauradores y viticultores, entre otros. Al conjuro de su nombre desaparecían meteoros como el granizo, enfermedades como la epilepsia o el delirio del baile y sensaciones negativas como el temor. Era asimismo protector de la vida y la muerte, de las embarazadas y de los condenados a la última pena. Probablemente por haber vivido siempre en contacto con la naturaleza se le relaciona con el fuego, el agua, el aire y la tierra, es decir con los cuatro elementos del universo. Con el fuego, se le relacionaba por dos motivos principales. Por una parte, porque la noche de San Juan, que era en el calendario solar la del solsticio, se aprovechaba para encender hogueras en las que se quemaba todo lo malo o sobrante, es decir aquello de lo que uno podía o debía prescindir para iniciar un nuevo período con la casa renovada. De hecho, muchos muebles, enseres y objetos viejos tenían la fogata como fin porque su presencia en el hogar o en las tenadas se hacía superflua. Con las cenizas de ese fuego solsticial que había sido saltado un número impar de veces hacia un lado y hacia el otro, se solucionaban multitud de problemas referentes a la salud y en particular a afecciones cutáneas como erupciones, sarna o grietas. |
Por otro lado, algunas de esas hogueras eran pisadas en vez de saltadas para proteger y sanar los pies y sus enfermedades. Tanto en el caso de la hoguera como en el de sus rescoldos parece que el efecto buscado era una lustración o purificación cíclica relacionada con el momento del año (en el que el día iba a comenzar a ser más corto), con los productos que se habían de cosechar poco después o con la salud, elementos todos primarios y fundamentales para la vida humana. Pero también cabe atribuir la relación de San Juan con las luminarias y con sus cenizas a dos hechos claros: San Mateo habla de que el propio Cristo denominó al precursor "lámpara encendida y luciente" y por otro lado sabemos que, según la tradición, los restos del santo fueron quemados hacia el año 362, cuando se descubrió su sepulcro en Sebaste en tiempos de Juliano el Apóstata.
La relación de San Juan con el agua viene también de tiempos muy antiguos. Muchos topónimos nos recuerdan que las ninfas ocupaban, en épocas primitivas y según las creencias prerromanas, las fuentes y lugares en que un manantial o un pozo de agua corriente tuviesen, por una u otra razón, cualidades terapéuticas. Eran especialmente veneradas aquellas fuentes locas o santas en que el caudal se interrumpía repentinamente para volver a manar con misterio. Muchas de estas aguas tenían asociado, en particular en el oeste de la península, a un dios llamado Bande o Bandue que fue sustituido, ya en tiempos cristianos, por santos diversos pero especialmente por San Juan. Lugares como San Juan de Bande, en Orense, por ejemplo, son topónimos redundantes pues repiten el nombre de dos divinidades, del mismo modo que términos como hontalbilla duplican el concepto agua (fonte albilla o fuente de agua).
Pues bien, San Juan, cuya iconografía nos recuerda abundantemente el episodio del bautismo de Cristo en el Jordán, quedó ligado para siempre con el agua y sus virtudes. Y no sólo con el agua de las fuentes y manantiales, como hemos visto, sino con la superficie de cualquier río o mar, que adquiría virtudes excepcionales en la noche y la madrugada citadas, o con el mismo rocío de la mañana cuyo contacto sanaba lepra, sarna, reumatismo, y cualquier otro tipo de dolencia cutánea. También con el aire y su purificación tenía relación el santo: algunos textos muy viejos narran que en el día de San Juan ciertas gentes quemaban "los huesos de todas las bestias que podían juntar, y esto porque así lo solían hacer los antiguos, pues había unos dragones que volaban por el aire y nadaban por el agua y andaban por las tierras, y así emponzoñaban el aire y el agua y la tierra, de lo que muchos morían. Y contra este veneno hacían fuegos de los huesos de las bestias por las tierras, por consejo de los sabios. Y este humo aéreo los hacía huir, y porque esta pestilencia se producía mayormente en este tiempo en que son los días grandes y las calenturas muy afincadas, por eso lo hacían en la fiesta de San Juan y todavía lo hacen en algunos lugares hoy en día", nos dice un texto medieval.
La tierra, finalmente, era otro de los elementos tradicionales con que se relacionaba a San Juan y su fiesta. De hecho, la vida eremítica desarrollada por el precursor, le hizo vivir en el desierto alimentándose de productos como miel silvestre y bayas. Todavía en tiempos relativamente recientes se hablaba de la "roca de San Juan" como aquella en que la tradición dice que se ocultó Santa Isabel para proteger a su hijo de la degollación de los inocentes, viviendo después en el yermo de plantas naturales de la zona. Tampoco es extraño, por tanto, que quienes han intentado explicar las conexiones entre el santo y la recogida de plantas y semillas durante la noche del 23 al 24 de junio, recurran al tópico de que todas las hierbas, incluso las malas, las venenosas, pierden su poder maléfico y son purificadas por el rocío de esa noche.
EXPRESIONES
Recuérdense los versos del romancero en los que se dice: Quién hubiera tal ventura Probablemente, la creencia muy difundida de que le sol bailaba al amanecer fue la causa de coplas como aquella en que se dice: La mañana de San Juan Se deducía de una especie de augurios, que el tiempo que hacía en ese momento, tendría su continuidad en el año: El viento que corra el día de San Juan al salir el sol, es el que ha de reinar. Algo más prosaico pero muy recordado en el refranero era el hecho de la contratación para trabajar. Amos y criados solían ajustarse por San Juan, de ahí el dicho: Por San Juan y por San Pedro, todos los mozos mudan el pelo. También solía revisarse el precio de los alquileres de las casas, de donde viene la frase: Por San Juan veremos quién tiene casa. La cualidad que adquirían las aguas al amanecer se conocía popularmente como "la flor del agua" y se atribuían a San Juan las propiedades que tenía la superficie cristalina, entre las que no era la menor la de dar la felicidad -muchas veces en forma de matrimonio dichoso- a quien era capaz de reconocer y coger dicha flor. Algunas muchachas creían que mirando en una jofaina el agua recogida de una fuente la noche de San Juan recibirían respuesta a cualquier pregunta relacionada con su futuro matrimonio. |
FIESTAS
AUDIO Pasacalles y repicado de San Juan. | El doctor Laguna, célebre científico segoviano que estudió la materia medicinal de muchas hierbas y plantas y que comentó el tratado de Dioscórides, aseguraba que la verbena, también llamada peristereon o incluso hierba sagrada, se denominaba así por ser útil para purgar la casa de adversidades si se colgaba en algún lugar visible. Además de esto, hervida en aceite y aplicada como emplasto servía para resolver los dolores de cabeza antiguos y pertinaces, así como para fortificar los miembros inferiores, soldar las venas rotas y despedir por sudor los cuajarones de sangre recogidos en alguna parte del cuerpo. Otras plantas, como el corazoncillo o el helecho, de las que se aseguraba que sólo florecían la noche de San Juan, tenían aplicaciones diversas, bien recién cortadas, bien desecadas. Respecto al helecho, el Doctor Laguna tiene un párrafo en su traducción y comentarios a la obra de Dioscórides, en el que escribe: No puedo disimular la vana superstición, abuso y grande maldad (no quiero decir herejía), de algunas vejezuelas endemoniadas, las cuales tienen ya persuadida a la gente de que la víspera de San Juan, a la media noche en punto, florece y grana el helecho. Y que si el hombre no se halla allí en ese momento, se cae su simiente y se pierde, la cual simiente usan para infinitas hechicerías. Yo digo a Dios mi culpa, que para verla coger, una vez acompañé a cierta vieja lapidaria y barbuda tras la cual iban otros mancebos y cinco o seis doncelluelas mal avisadas, de las cuales algunas volvieron dueñas a casa. Del resto no puedo testificar otra cosa sino que aquella madre reverenda y honrada, pasando por el helecho las manos -lo cual no nos era a nosotros lícito- nos daba descaradamente a entender que cogía cierta simiente, la cual, a mi parecer, se había llevado ella misma en la bolsa, aunque también pudiera ser que realmente se desgranase el helecho entonces, pues por todo el mes de junio están aquellos flecos en su fuerza y vigor... En la encuesta del Ateneo de Madrid que reunió a comienzos del siglo XX datos de toda España, fundamentalmente de la rural, muchas referencias hacen mención a ese tipo de plantas desecadas que luego se espolvoreaban sobre la comida para producir éstos o aquellos fines. En concreto una nota dice: Hay en algún pueblo la creencia de que los hombres usan polvos llamados de vente conmigo, que administrados a la mujer en algún dulce la captan la voluntad. Y por eso las mujeres se abstienen de tomar los dulces o las almendras que les dan los mozos en las reuniones. La verbena, llamada también hierba de los ensalmos o de los hechizos, se desecaba y se reducía a polvo. Con él, nos cuenta Pío Font Quer, se hacían unos conjuros en los que un hombre que deseaba el amor de una mujer tenía que decir: Yo te conjuro en nombre de Venus y de Cupido, del sol y de la luna, que Fulanita no pueda amar a nadie más y que me ame como a sí misma. Fulanita, acerca tu oido y olvida tu pueblo y la casa paterna, y sígueme... Como se ve, no andaba tan descaminada la encuesta del Ateneo... En cualquier caso, la noche precedente a San Juan y su mañana correspondiente, sobre todo a la salida del sol, tuvieron siempre un eco poético, independientemente de otros significados. En Frías (Burgos), por ejemplo, se conmemora la fiesta del Capitán. Es una jornada en la que el pueblo conmemora una revuelta popular frente a los Condestables de Castilla. Este es el motivo por el que todos los años, en la víspera de San Juan, se elige en el patio de armas del castillo al Capitán, en función de su destreza en el manejo de la bandera. Al anochecer recorrerá las calles del pueblo ataviado con vestimenta de la época y ondeando la bandera, confeccionada con trozos de ropas de todos los vecinos, que representa la unión del pueblo frente al enemigo. En su caminar le acompañará toda la población y un grupo de danzantes que bailará al son de la dulzaina y el tamboril. |
Pasacalles sanjuanero. Soria.
Es fiesta local en:
Ávila. Fiestas de San Juan | Robleda (Salamanca). Fiestas de San Juan |
ENLACES
CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LAS FIESTAS DE SAN JUAN EN LA PROVINCIA DE LEON
Revista de Folklore nº 6
FIESTAS DE SAN JUAN EN REVERENCIA A LA HEMBRA
Revista de Folklore nº 22
FIESTAS Y ROMERIA DE SAN JUAN DEL MONTE, EN MIRANDA DE EBRO (BURGOS)
Revista de Folklore nº 240
LA MAÑANA DE SAN JUAN EN EL ROMANCERO
Revista de Folklore nº 6
LA ROMERIA AL SANTUARIO JACOBEO DE SAN JUAN DE ORTEGA (BURGOS)
Revista de Folklore nº 207
LA ROMERIA DE SAN JUAN DE ORTEGA MAZUECOS DE VALDEGINATE (Palencia)
Revista de Folklore nº 122
LOS ARCOS DE SAN JUANITO DE BÉJAR (SALAMANCA): UNA TRADICIÓN LIGADA A LOS RITOS VEGETALES. EXPLICACIÓN Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA
Revista de Folklore nº 350