Destaca San Dionisio, obispo que vivió en el siglo II, principalmente por la trascendencia de sus cartas. El Ponto, Nicomedia, Atenas, Lacedemonia o Creta fueron los lugares en que la primera Iglesia se estaba desarrollando y a donde enviaba sus misivas desde Corinto para dar ánimo a los cristianos y para fortalecerlos en su fe. San Eusebio, que transcribió algunas, refleja en su Historia de la Iglesia la facilidad con que esas misivas eran falsificadas por intereses partidistas:

He escrito las cartas que me pidieron los hermanos que escribiera. Los apóstoles del diablo las han llenado de cizaña, quitando algunas cosas y añadiendo otras. Pero sobre ellos se cierne la maldición. No es, pues, de maravillar que algunos hayan intentado falsificar las mismas escrituras del Señor, cuando la han tramado contra escritos menos importantes.

Al morir, en el año 180, sus restos fueron trasladados a Roma y posteriormente a Paris donde reposaron en la iglesia dedicada al primer obispo de París, también llamado San Dionisio, y en cuyo interior están enterrados algunos de los reyes de Francia.