San Vicente Ferrer nació en Valencia el año de 1357. Desde muy niño sintió una devoción extraordinaria hacia la Virgen y a partir de los 12 años dio señales de gran inteligencia comenzando los estudios de filosofía y dos años después de teología, acabando su preparación con sólo 17 años y entrando en la Orden de Predicadores. Estudió en Valencia, Barcelona y Lérida, donde se doctoró, y regresó a su tierra natal para predicar. Muerto Clemente VII en 1394, Pedro de Luna, a quien Vicente había conocido en Lérida, fue nombrado Papa en Aviñón con el nombre de Benedicto XIII, llamando inmediatamente a Vicente a su lado como confesor. Una enfermedad muy grave de la que curó le impulsó a dedicar su quehacer a partir de entonces a la predicación de la fe y las costumbres cristianas, cosa que hizo por toda Europa según sus hagiógrafos, pasando después a Inglaterra donde fue reclamado por el propio rey, admirado de su fama. Murió en Vennes, en el Franco-Condado, y se cuentan en número superior a los ochocientos los milagros obrados en vida.
CREENCIAS
Uno de los milagros del santo ocurrió, según cuenta la tradición, en Morella. Se dice que una familia, honrada por recibir al santo en su casa quiso invitarle a comer, y el padre advirtió a la madre que preparase lo mejor que hubiese en casa. La madre, siguiendo las instrucciones al pie de la letra, decidió trocear y asar a su hijo. Al saberlo, el santo devolvió sano y salvo al niño. El episodio recuerda el mito clásico de Filomela. Algún romance antiguo, como el titulado "La Infanticida", perpetuó la atrocidad conservando el nombre de determinados protagonistas y añadiendo un motivo de adulterio para justificar el asesinato.
EXPRESIONES
Romance de la infanticida
Más arribita de Burgos hay una pequeña aldea
donde vive un comerciante, que vende paños y sedas.
Tiene una mujer bonita, -valía más que fuera fea-
tiene un hijo de cinco años, la cosa más parlotera.
Todo lo que pasa en casa, a su padre se lo cuenta;
su padre, por más quererlo, en las rodillas le sienta.
- Ven aquí tú, hijo querido, ven aquí, mi dulce prenda,
quiero que todo me digas; en esta casa, ¿quién entra?
-Padre de mi corazón, el alférez de esta aldea
que llega todos los días y con mi madre conversa
con mi madre come y bebe, con mi madre pone mesa,
con mi madre va a la cama, como si usted mismo fuera.
A mí me dan un ochavo pa jugar a la rayuela,
y yo, como picarzuelo, me escondo tras de la puerta.
Mi madre estaba mirando, y me dijo que me fuera:
- Deja que venga tu padre, que te va a arrancar la lengua.
Mal le ha sentado al señor el que aquello se supiera,
después ha salido a un viaje de siete leguas y media.
Un día estando jugando con los niños de la escuela,
ha ido a buscarle su madre, a peinar su cabellera.
Ha cuarteado su cuerpo, le ha tirado en una artesa,
y el peinado que le ha hecho, fue cortarle la cabeza.
La coloca entre dos platos y el alférez se la entrega:
- Señora, se les castiga, pero no de esa manera;
haberle dado cuatro azotes y haberle echado a la escuela.
Tras de tiempos llegan tiempos y el marido ya regresa.
Ella ha salido a buscarle, y le ha encontrado en la puerta.
- Entra, maridito, entra, que te tengo una gran cena,
los sesitos de un cabrito, las agallas y la lengua.
- ¿Qué me importa a mí de eso? ¿Qué me importa de la cena?
Te pregunto por mi hijo que no ha salido a la puerta.
- Entra, maridito, entra, por tu hijo nada temas,
que le dí pan esta tarde y se fué pa ca su abuela;
como cosa de chiquillos, está jugando con ella.
Se pusieron a cenar, y oye una voz que le suena.
- Padre de mi corazón, no coma usted de esa cena,
que salió de sus entrañas y no es justo que a ellas vuelva.
Se ha levantado el señor, la busca de su hijo empieza,
le ha encontrado cuarteado, partidito en una artesa.
La ha agarrado de los pelos, barre la casa con ella,
y después de golpearla, a la autoridad la entrega.
Unos dicen que matarla; otros, lo mismo con ella,
otros dicen que arrastrarla, de la cola de una yegua.
ENLACES
LOS SERMONES IMPRESOS DE SAN VICENTE FERRER