Aunque nacido en Francia, San Ruperto ocupó las sillas episcopales de Worms, en la Renania, y de Salzburgo, donde falleció. Sus hagiógrafos cuentan que, siendo aún un campesino y administrando las tierras de sus padres, pasó por el lugar en el que vivía el peregrino San Amando de Maastrich -fundador después de varios monasterios en Bélgica-, al que dio alojamiento y al que siguió hasta Roma, convencido de la verdad de su vida y de su virtud. Más tarde quiso entregar todos sus bienes al Papa (parece que los sermones de San Amando hicieron en él el mismo efecto que en San Babón, que también entregó su fortuna al Papa), quien le aconsejó construir un templo en honor del santo peregrino que le había convertido. Murió a fines del siglo VII mientras celebraba la misa.