La historia de Julián de Cilicia es un catálogo de crueldades, al menos en lo que respecta a su martirio, que tuvo lugar durante la persecución a los cristianos por parte del emperador Diocleciano. Lo primero que mandó hacer el juez torturador fue que se le arrastrase por toda la Cilicia, región de Anatolia que estaba cercana al mar. Más tarde probó con los azotes y el fuego, y viendo que no lograba vencer su voluntad y su fe, ordenó que se le metiera en un saco con escorpiones, avispas y víboras, echándolo al mar después. Comenta Louis Réau en su Iconografía del Arte Cristiano que este castigo, reservado a los parricidas, probablemente une la leyenda de este santo con la de San Julián el hospitalario (9 de enero).