Aunque la historia demuestra que Herodes murió cuatro años antes del nacimiento de Cristo, la crueldad que los cronistas de la época le atribuyen contribuyó enormemente a crear una serie de leyendas sobre los crímenes cometidos por él. Así, se le hace culpable de la profanación de las tumbas de David y Absalón; del asesinato de su cuñado Aristóbulo (en quien el pueblo de Jerusalén tenía puestas sus esperanzas como gobernante, por su juventud y porte); de la ejecución de Hircano (abuelo de su esposa y legítimo heredero del trono); de la condena a muerte de Mariamne, su propia mujer, a quien, ciego de celos acusa infundadamente de adulterio; del martirio de los maestros; del atentado contra los nobles; de la muerte de sus hijos Alejandro y Aristóbulo (habidos en el matrimonio con Mariamne y por tanto herederos del trono con más derecho que Antípatro a quien había tenido con la idumea Doris); y por último, y lo más célebre, de la degollación de los inocentes.
Parece que ya en la época surgió un chiste, que algunos ponían en boca de Augusto, refiriéndose al hecho de que Herodes no comía cerdo y sin embargo mataba a sus propios descendientes; ante tal atrocidad comentó el César: "Desde luego es preferible ser su cochino que su hijo". Dice el Evangelio Armenio que Herodes mandó a 18 ciliarcas de sus tropas que recorriesen todo el territorio sometido a su dominio y les dio la consigna siguiente: No tengáis piedad alguna de los niños pequeños; doquiera halléis niños menores de dos años, pasadles a cuchillo. Algunos exégetas sostienen que el pasaje de la degollación no es histórico (ya que Herodes habría muerto cuatro años antes del nacimiento de Cristo), ni original. Probablemente proceda de tres episodios bíblicos precedentes: El faraón que manda matar a todos los varones hebreos recién nacidos de los cuales se salva Moisés; la matanza de Joab entre los edomitas de la que escapa Adad; y por último la venganza de Atalía que milagrosamente evita Joás. Lo cierto es que la tradición, siguiendo el evangelio Armenio, habla de trece mil criaturas ejecutadas; otras leyendas reseñan la cifra de 14060 y la obra Castigos e documentos del rey don Sancho eleva el número nada menos que a 144.000.
CREENCIAS
Una tradición peculiar que se mantuvo hasta tiempos recientes en Castilla y León era la del Obispillo. El día de inocentes en las iglesias y catedrales tenía lugar una función en la que los más jóvenes monaguillos servían en el altar como si fueran canónigos o dignidades, mientras que éstos cumplían los oficios más bajos. Los niños ocupaban las sillas altas del coro en tanto que los mayores se sentaban en las bajas. Todos obedecían a un obispillo elegido entre los niños quien, revestido de mitra y falda y armado con un báculo, cumplía ese día las funciones del ministro de la iglesia. Esta costumbre, que algunos han interpretado como ritual de inversión casi profano tenía en su origen un sentido totalmente cristiano y fue fomentada por las propias jerarquías; se pretendía con ella que los mayores se hiciesen como niños para imitar la inocencia de los degollados. Lo que sucede, como en tantas otras cosas, es que el abuso en la celebración de la fiesta fue haciendo degenerar su sentido y su ritual, llegándose en algunos casos a imitar ceremonias, como la de la confirmación, en la que labradores y artesanos pasaban ante el obispillo quien, con la mano untada de harina les iba dando una palmada en el rostro. Estas y otras bromas, a las que estudiosos de nuestra época dan un carácter de rito de fertilidad, fueron el origen de las famosas inocentadas que tan célebres se han hecho y que han convertido ese día en una fecha especial de la Navidad. Su similitud con fiestas paganas en las que abundaban rituales de inversión, como la fiesta de los locos (en la que se honraba a Saturno) o la fiesta del asno (que se celebraba en Verona porque se pensaba que allí vino a morir el borrico que llevó a Jesús para entrar a Jerusalén), hizo que el Concilio de Basilea condenara y aboliera estas celebraciones anteriores para que se implantaran definitivamente las nuevas pero no pudo impedir que algunas costumbres de las fiestas primitivas se mezclaran con los nuevos preceptos, conservándose modelos como el de igualar al rey con el esclavo mientras durara la saturnal.
ENLACES
LA FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES EN LA HUERTA DE MURCIA
Revista de Folklore nº 320