Eusebio nació en Cerdeña y, llevado por su madre a Roma y ofrecido al Papa San Eusebio en agradecimiento por haber cesado la persecución en la isla contra los cristianos, el pontífice quiso darle su nombre y educarle con gran cuidado. Otras biografías dicen que fue con el Papa Liberio con quien se educó y fue ordenado sacerdote. Tras ser nombrado obispo de Vercelli organizó su diócesis dando oportunidad a los sacerdotes de la misma de formarse para alcanzar mejor la santidad. Convocado por el emperador Constancio para acudir a una reunión de Obispos en Milán, decidió no ir para no ser obligado a declarar en contra de sus convicciones pues se trataba de opinar sobre la naturaleza divina de Cristo. En el concilio de Nicea, sin embargo, pudo defender la ortodoxia de su postura siendo desterrado por el emperador a Capadocia y después a la Tebaida donde tuvo que sufrir grandes padecimientos de los partidarios de las tesis arrianistas. Al morir Constancio pudo por fin regresar a Vercelli donde fue recibido con extraordinario entusiasmo pues su regreso significaba el fin de una etapa de dificultades y persecuciones. Murió en el 371.