La aparición de la Virgen en Méjico al indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin, según narra la tradición, vino a llenar de singulares circunstancias y de hechos extraordinarios la devoción popular que en el siglo XVI se estaba creando en aquel país. No se ha logrado llegar a un acuerdo sobre la razón por la que se le denominó "de Guadalupe": se piensa que la Virgen se expresó en Náhuatl al desvelar su nombre a Juan Diego y éste escuchó una palabra muy similar a Guadalupe, nombre que ya tenía gran importancia en Extremadura por el monasterio que los jerónimos habían fundado allí pero que también significaba mucho para Hernán Cortés puesto que llevaba una imagen consigo a todas partes para que le protegiera. Parece probable que el obispo que intervino en la causa, Juan de Zumárraga, interviniera también por razones de conveniencia en la "traducción" del nombre de la Virgen. En cualquier caso, y teniendo en cuenta que la aparición de la Virgen a uno y otro lado del océano revistió similares circunstancias -en lugar agreste, a una persona sencilla- las tradiciones de ambos monasterios se fueron enriqueciendo con relatos y sucesos de corte humilde y devoto que ya forman parte del imaginario y de la historia de ambos países.
CREENCIAS
El relato popular comienza con la primera aparición de la Virgen a Juan Diego cuando éste va a misa, mostrándose sobre un cerro en forma de nube resplandeciente en cuyo entorno suena música muy agradable. La Virgen revela a Juan su deseo de que se presente al obispo de la ciudad de México y le pida que se construya en aquel lugar un templo. Así lo hace Juan Diego, pero su explicación no satisface al prelado. De vuelta al lugar, Juan cuenta su fracaso y la Virgen le insiste en que repita su visita y vuelva a pedir la construcción del templo. El obispo le recibe más atentamente que la vez anterior pero no sólo le pide que le traiga una señal sino que ordena que le sigan para comprobar la veracidad de lo que dice. Los emisarios de Zumárraga pierden pronto la pista del indio y éste se entrevista de nuevo con la Virgen, quien accede a darle al día siguiente la señal que pide. Sin embargo, ese día pasa sin que Juan pueda acudir por estar muy enfermo un tío suyo y tener que atenderle. Cuando un día más tarde se da cuenta de que no ha cumplido su promesa de acudir el día anterior, teme un castigo y pretende pasar por otra vereda evitando el lugar. La Virgen acude a su encuentro, le ordena que tome unas flores del cerro y, envueltas en su capa, las lleve al obispo. Cuando éste lo recibe y se extiende la capa, caen algunas rosas -flores imposibles en el tiempo y lugar que estaban- y sobre la prenda un dibujo, como hecho por ángeles, que mostraba la imagen de la Virgen.