La tradición cristiana aún venera la columna en que fue martirizada Santa Bibiana en la iglesia que lleva su nombre en Roma. Al parecer, a mediados del siglo IV y bajo el mandato del emperador Juliano, recibió el martirio ordenado por el prefecto Fausto, siendo atada a una columna y azotada durante días hasta que murió. Todo ello a pesar de que su padre era el prefecto de Roma Flaviano. Cuenta la tradición que por su convicción y fuerza convirtió a Fausto, que también fue sometido después a tormentos. El cuerpo de Santa Bibiana fue recogido por un piadoso sacerdote llamado Juan y enterrado junto al de su madre Dafrosa y su hermana Demetria.
CREENCIAS
Se cree que un tirano llamado Aproniano fue quien denunció a Flaviano, padre de Bibiana, y a su familia, apoderándose después del cargo de prefecto de Roma desde el que cometió numerosos desmanes. Se dice que su odio a los cristianos se desató cuando perdió un ojo en un viaje y pensó que habían sido malas artes de aquéllos, de modo que su inquina se acrecentó y llegó su crueldad a extremos increíbles. Marcó en la frente a Flaviano y le vendió como esclavo apropiándose después de sus bienes. Sometió a Bibiana a la humillación de entregarla a Rufina, una conocida prostituta romana para que la pervirtiera. De nada sirvieron ni los azotes ni las bofetadas ni las caricias persuasivas. Finalmente fue martirizada y enterrada. Durante mucho tiempo y antes de que se edificara la iglesia sobre su tumba, mucha gente iba a recoger la menta que había crecido en los alrededores en la confianza de que era remedio mágico contra la epilepsia. Después de construido el templo y llevada allí la columna, algunos hacían una mezcla de raspaduras de la misma con la menta para tomarla contra diferentes dolencias pero principalmente la epilepsia, de aquí que se le hiciera patrona contra ese padecimiento. |
EXPRESIONES
Lluvia por Santa Bibiana, cuarenta días y una semana.