El pontificado de Gregorio III está marcado por las controversias y luchas entre la Santa Sede y los iconoclastas. El hecho de que el papa excomulgara al emperador de Constantinopla León III por ser contrario al culto a las imágenes le acarreó no pocos problemas que se incrementaron al tener que defender sus territorios de los lombardos y su rey Liutprando. Para tratar de contener el avance pidió ayuda a Carlos Martel (a quien se consideraba en efecto martillo de herejes pero al que no se legitimaba por ser hijo bastardo y de quien se recelaba por nombrar obispos sin ningún criterio más que el propio interés), quien envió una pequeña legación para que se llegara a un pacto de no agresión a cambio de que Liutprando ocupara Rávena. San Gregorio es recordado por su dedicación a los pobres y enfermos y por sus desvelos en la redención de cautivos. Murió el año 741.