Toda la vida de Santa Cecilia tiene unos tintes legendarios y piadosos tomados en algunos de sus extremos de otras hagiografías. Se cuenta que ya desde su niñez, Cecilia se había entregado en místicos esponsales a Jesús. Cuando sus padres, siguiendo la costumbre de Roma, le desposaron con un joven cercano a la familia llamado Valeriano, Cecilia esperó a la noche de bodas para confesar al joven esposo que su cuerpo estaba protegido por un ángel y que cualquier cosa que se pareciese al amor de la carne sería castigado con la muerte por ese ángel. Valeriano quiso hacerse cristiano y acudió al papa Urbano para que le bautizase haciéndosele visible el ángel a partir de ese momento y entregándole unas coronas de flores para ambos esposos. Desde entonces se dedicaron exclusivamente a visitar las cárceles para aliviar las penalidades de los cristianos apresados y a rescatar los cuerpos de aquellos que habían sido sacrificados en la defensa de su fe. Cecilia fue hallada culpable de esos delitos y se ordenó su decapitación, siendo inútil el intento del verdugo en las tres ocasiones en que lo intentó. A pesar de ello, la joven murió a los pocos días y fue enterrada en el cementerio de Calixto. En el siglo IX, en la iglesia llamada de Santa Cecilia en el Trastévere, el papa Pascual I, que estaba por aquel tiempo restaurando el templo, tuvo un sueño en el que la misma santa le comunicaba que aunque los lombardos habían buscado su cuerpo y no lo habían encontrado, sin embargo se podía hallar. Buscando en el cementerio que llevaba su nombre se halló un cuerpo incorrupto que se supuso era el de la santa, junto a otro cuerpo que se identificó como el de su esposo Valeriano, y ambos fueron trasladados en el año 821 a la iglesia del Trastévere.
CREENCIAS
Croiset ofrece en el Año Cristiano una versión más completa del martirio al que sometió a Cecilia el cruel prefecto Almaquio, comenzando por un baño ardiente: Veinticuatro horas se mantuvo en él sin recibir lesión alguna ni experimentar más incomodidad que si se estuviese recreando en un baño de agua dulce, a pesar de las diligencias que se hacían para avivar la voracidad del incendio, convirtiendo Dios, como en el horno de Babilonia, el ardor de las llamas en delicioso refrigerio. Informado el juez de aquel prodigio, despachó un verdugo para que en el mismo baño le cortase la cabeza. Descargó sobre ella tres golpes y aún la dejó pendiente y viva, en cuyo estado se mantuvo tres días, empleando todo este tiempo en exhortar a los fieles a la constancia en la fe. FIESTAS Es fiesta local en: Gusendos de los Oteros (León) |