Félix nació en 1127 en Valois, siendo su apellido un topónimo y no existiendo ninguna relación familiar con la familia francesa emparentada con la realeza. Quiso retirarse muy pronto del mundo, emprendiendo una retirada a un lugar llamado Cerfroid para poder vivir en solitario. Como en el caso de muchos otros anacoretas, los discípulos le siguieron, perturbando su penitencia y su santificación a cambio de su ejemplo de vida. Uno de esos discípulos fue San Juan de Mata, quien le convenció de la necesidad de fundar una Orden para redimir cautivos y ayudarlos en su cautiverio. Así se lo propusieron y así fueron a pedírselo al Papa, poniendo la congregación bajo la advocación de la Santísima Trinidad.
CREENCIAS
Como otros santos del menologio, San Félix es representado junto a un ciervo que lleva una cruz entre los cuernos. También se representa así a San Plácido (llamado luego San Eustaquio) y a San Huberto. La leyenda cuenta cómo Plácido (que es militar romano en tiempo de Trajano) persigue a un enorme ciervo que se encarama en unas peñas casi inaccesibles. Cuando el cazador está pensando en cómo darle muerte, el ciervo habla y le reprocha su conducta, relacionando la persecución con el acoso a los cristianos y manifestando que padecerá por Jesucristo.