Los reyes de España (Felipe III) y Francia (Luis XIII) fueron quienes solicitaron la beatificación de Andrés Avelino, cuyo nombre de pila era Lancelot. Nacido en Nápoles en 1521 recibió de su tío, Arcipreste de Castronuevo de Santa Andrea, la enseñanza de las primeras letras y algunas nociones de música. Habiendo marchado a Nápoles para estudiar la carrera de Leyes conoció al jesuita Diego Laínez quien, a través de los ejercicios espirituales, cambió por completo su vida. Los principios predicados por Laínez le provocaron, ejerciendo de abogado y tratando todavía de dilucidar cuál sería su futuro, escrúpulos de conciencia al tener que defender a un sacerdote y verse obligado a mentir para conseguir que lo absolvieran. Una vez tomada la decisión de no seguir un oficio que le obligaría a ir en contra de su ética, ingresó en la orden de los Teatinos. En 1558 hizo los votos, siendo nombrado al poco tiempo Visitador de la orden, que creció durante su gestión, ejercitada siguiendo las normas de San Bernardo de vigilar mucho y corregir poco. Estando ya enfermo no quiso dejar de decir misa y acudía a la iglesia a pesar de su desmejorada salud. El día 10 de noviembre de 1608, mientras celebraba en el altar de San José, sufrió una apoplejía de la que murió.