De San Teodosio, al que se denomina también el Cenobiarca por haber sido abad de un cenobio en su Capadocia natal, cabe destacar la educación esmerada que recibió de sus nobles padres lo que le inclinó a abrazar el estado eclesiástico pudiendo dirigir en muy poco tiempo espiritualmente a sus propios progenitores. Uno de los hechos más celebrados de su vida fue el encuentro con otro eremita notable -Simeón el Estilita- quien sin conocerlo previamente le llamó por su nombre y le hizo subir al lugar de su retiro para abrazarle y profetizarle una vida dedicada a Dios. Después de recibir los consejos de un anciano sabio llamado Longino que vivía en la Torre de David, se retiró al desierto y se escondió en una gruta donde la tradición afirmaba que habían pernoctado los Reyes Magos después de adorar a Jesús. Sin embargo, su fama de santidad y sus hechos atrajeron a mucha gente que deseaba que les dirigiera y se fueron uniendo a él. San Sabas, otro eremita, y él fueron llamados los dos apóstoles de los desiertos de Palestina.
CREENCIAS
Las reglas o normas por las que se regían los cenobios y monasterios se fueron escribiendo poco a poco a lo largo de varios siglos. Algunas de ellas han llegado hasta nuestros días pero otras se perdieron o se hallaron en épocas más recientes dudándose mucho tiempo de su autenticidad. Es el caso de la Enseñanza de los doce Apóstoles, también llamada Didajé o Didaché, descubierta junto a otras obras manuscritas en un monasterio de Constantinopla y cuya primera anotación se debe a Filoteos Bryennios, archimandrita e investigador educado en Alemania. En 1887 se trasladó el manuscrito a Jerusalén y desde entonces se le conoce como Codex Hyerosilimitanus 54, siendo una fuente indispensable para el estudio de las primeras formas de liturgia y los rituales más antiguos.