San Severiano fue soldado del ejército romano en tiempo del emperador Licinio. Addón, en su Martirologio, dice que fue martirizado con látigos de plomo junto a otros compañeros por no querer abjurar de su religión y seguir la del imperio. El papa Melquiades ordenó que se celebrase una fiesta para honrar su memoria pero, al no conocerse al principio el nombre de los mártires, se les denominó "los cuatro coronados" (por el martirio). Al cabo de algún tiempo se supieron, e incluso se añadió alguno más a los cuatro iniciales, según se narra en la historia de San Claudio.