Pedro Pascual nació en el seno de una familia valenciana muy devota de San Pedro Nolasco, el fundador de la orden de la Merced, a quien acogieron muchas veces en su casa. En su honor bautizaron a su hijo con el nombre de Pedro y pidieron a un sacerdote, a quien habían rescatado, que educara al joven en el estudio y en la oración. Se inclinó por el estado eclesiástico y pronto fue nombrado, a propuesta del rey de Aragón Don Jaime, canónigo de la catedral de Valencia y preceptor de su hijo. Fue a estudiar teología a París y, al regreso, quiso tomar el hábito de mercedario, siguiendo la huella de su mentor San Pedro Nolasco, cosa que tuvo lugar en 1251. Habiendo sido nombrado Obispo auxiliar de Granada y de Toledo para ayudar al infante Don Sancho, quedó liberado del compromiso al morir éste, dedicándose desde entonces a la redención de cautivos y usando el dinero que se enviaba para su rescate en liberar a otros antes que él. Sufrió el martirio en África y su cuerpo se trasladó a Baeza posteriormente.
CREENCIAS
Hay tres episodios de su vida que entran en la categoría de la leyenda: el primero hace mención de un sueño que tuvo en el que la Virgen le coronaba, el segundo relata cómo fue asistido en una ocasión mientras decía misa por el propio Cristo quien le manifestó su amor ("Yo soy la segunda persona de la Santísima Trinidad y te redimí, y tú con los niños que has liberado me has cautivado a mí") y el tercero relata que en su cautiverio su celda estaba siempre iluminada por su presencia a pesar de ser una mazmorra lóbrega.