Las estampas de Vico y otras similares se enmarcan en una época en que el interés por los viajes y por los conocimientos va parejo con la curiosidad por la indumentaria y el desarrollo de una cartografía cada vez más precisa. No es extraño, por todo ello, que algunos de los libros de ese período reflejen el resultado de un viaje –en textos e ilustraciones- a lugares obligados (centros de peregrinación, puertos de largas singladuras) o a lugares exóticos (países de oriente o de la recién descubierta América).
Tres colecciones similares de trajes del siglo XVI no impresas (una en la Biblioteca Nacional de Francia en París, otra en el Museo de Chantilly y otra más, vendida recientemente en España) ofrecen un muestrario peculiar de indumentarias femeninas captadas durante el trayecto hasta uno de esos enclaves especiales. Las leves diferencias y algunos otros datos nos inclinan a pensar que, como siempre, alguna de las tres sería la original y que en ella estarían presentes todas las estampas de mujeres que representarían esa obsesión por “pintar lo distinto”, en este caso lo “distinto” visto por un viajero en el camino de Santiago. La doble numeración de algunas de las ilustraciones del librito en octavo vendido hace poco en España indica, sin duda, que existieron dos criterios a la hora de ordenar las ilustraciones bajo dos encuadernaciones diferentes y en dos fechas distintas.
El criterio que ha prevalecido en su paginación actual no refleja el orden del itinerario jacobeo pero bien pudiera suponerse que el peregrino/artista entró en España por el camino francés y salió por el camino del norte siendo su recorrido más probable el siguiente: San Juan de Luz, Pamplona, Logroño, Villanueva de las Carretas (Burgos), Aguilar (de Campó, en Palencia), Ponferrada (León), Santiago de Compostela, Oviedo (San Salvador), San Vicente de la Barquera, Santander, Laredo, San Sebastián y Fuenterrabía. A esos lugares habría que añadir, en su lugar correspondiente, aquellos que están presentes en las otras colecciones y que completarían un itinerario más o menos ajustado al habitual en el siglo XVI que ya recorrieron otros viajeros peregrinos.
Respecto a las influencias, se podría suponer que la primera colección es la de la Biblioteca Nacional de Paris a la que seguirían la de Chantilly y la última aparecida, aunque todas tuviesen el recuerdo inevitable de Enea Vico, el grabador y numismático parmesano cuyas ilustraciones de trajes serían principalmente de mujeres y a quien copiarían después grabadores tan importantes como Boissier (en su Habitus variarum orbis gentium, de 1581), Vecellio (en su De gli Habiti antichi et moderni de Diverse Parti del Mondo, 1589) y otros de menor entidad. En cualquier caso las tres colecciones citadas estarían cronológicamente entre las de Christoph Weiditz (1529) y la de Braun y Hogenberg, cuyo sexto tomo se publicará ya en la segunda década del siglo XVII.