Pantaleón, nacido en Nicomedia, fue médico de profesión, al igual que su padre, a fines del siglo III y principio del IV. Acusado ante el césar Maximiano de sus curaciones milagrosas y de no querer adorar a Esculapio (recordemos que su precedente, el dios Asclepio, fue matado por Zeus por querer alterar el orden del mundo al evitar que muriese la gente), fue decapitado después de haber sufrido tormentos como el de quemarle el cuerpo con antorchas encendidas. La reacción de algunos emperadores romanos hacia el culto cristiano venía muchas veces motivada por una defensa de la costumbre de deificar a los césares rindiéndoles adoración como si fuesen ídolos o dioses.

CREENCIAS

Aldonza de Zúñiga, hija del peñarandino Juan de Zúñiga, virrey de Nápoles y miembro del Consejo de Estado con los reyes Felipe II y Felipe III, fue segunda priora del convento de la Encarnación de Madrid, mandado fundar por Margarita de Austria. Aldonza trajo de Italia una ampolla de cristal con la sangre de San Pantaleón, rescatada, según dice la tradición, por algunos cristianos que la empaparon en unas telas tras su martirio y la pasaron después a unos recipientes. Esa ampolla se conserva en el soberbio relicario del propio Convento y se licúa cada año en la fiesta del santo del mismo modo que lo hace la de San Genaro en Nápoles.