Elías, el profeta, fue considerado como santo en la Iglesia oriental. Se le atribuían muchos milagros aunque el más espectacular fue su ascensión en un carro de fuego desapareciendo de la tierra. Las "desapariciones" son muy frecuentes en su biografía, que se puede seguir a través de los libros sagrados y de los apócrifos. Una tradición judía espera su vuelta y, de hecho, en la fiesta de Pascua se le prepara una copa en la mesa pues cada año se dice que ha de volver para anunciar la llegada del mesías. Al terminar la cena un miembro de la familia, generalmente un niño, va a la puerta y la abre para ver si ha llegado Elías según lo anunció Malaquías. El cristianismo le reserva para que vuelva a predicar con el profeta Enoch en los tiempos apocalípticos del anticristo. Su presunta subida al cielo tiene unos tintes mistéricos ya desde el Libro de los Reyes en que se dice que fue "arrebatado" en un torbellino, aunque allí mismo se puede leer también que la comunidad de los profetas de Betel sabía que eso sucedería y asimismo lo conocía su discípulo Eliseo. Ese tono profético y esa ambigüedad contribuyeron a crear un perfil nimbado de incógnitas que es reconocido y alimentado por judaísmo y cristianismo.