El monje benedictino Usuardo, autor de un Martirologio dedicado a Carlos el Calvo, habla de Santa Balbina, siguiendo a otros tratadistas anteriores, como hija del tribuno Quirino, encargado de las prisiones romanas, quien como ella recibió martirio en el siglo II. La tumba de Quirino, en la catacumba del Praetextatus, se menciona ya en los antiguos itinerarios que seguían algunos peregrinos para visitar y venerar las reliquias de los primeros mártires del Cristianismo. El tribuno tenía en prisión y maltrataba al papa Alejandro hasta que le sobrevino una enfermedad a su hija y, confiado en lo que mucha gente de Roma decía acerca de los milagros realizados por el pontífice, llevó a Balbina consigo y quedó curada al ser simplemente rozada con las cadenas del prisionero. La leyenda dice que un ángel advirtió a la joven acerca de la necesidad de mantenerse virgen y entregada a su único esposo Jesucristo, cosa que hizo Balbina hasta recibir el martirio en el que se le cortó la cabeza. Fue enterrada en la misma cripta que su padre en la Via Apia pero en la Edad Media sus restos se trasladaron a la catedral de Colonia.